Trascendental

El verdadero tesoro de la vida

2023-08-02

El Señor Jesús nos enseñó a dirigirnos a Dios con confianza,...

Por Mons. Jorge Carlos Patrón Wong 

Y, como Salomón, no dejemos de pedir al Señor sabiduría y prudencia para saber distinguir entre el bien y el mal.

Nos atrapa inmediatamente la historia que nos platica el primer libro de los Reyes porque sorprende el ofrecimiento que Dios hace a Salomón, así como su extraordinaria respuesta. En el desenlace de esta historia resulta impactante el hecho de que la oración de Salomón haya conquistado el corazón de Dios.

En nuestra vida cristiana tomamos conciencia de la centralidad de la oración para renovar y fortalecer nuestra relación con Dios. Los pormenores de esta historia fascinante donde se mezclan la generosidad de Dios y la humildad de Salomón nos hacen reflexionar de nuestra vida de oración y de las dificultades que en ocasiones se van presentando.

Es como si al ir meditando en esta historia sintiéramos una especie de nostalgia de llegar a ser auténticas personas de oración; nostalgia de tener las palabras exactas para tocar el corazón de Dios; nostalgia de los que saben hacer oración; nostalgia de las personas que son escuchadas, como Salomón; nostalgia de aquellos que saben tratar a Dios, cuando nuestras oraciones aparentemente no son escuchadas.

Cómo reaccionaríamos si Dios nos dijera con la claridad que le dijo a Salomón: “Pídeme lo que quieras y yo te lo daré”. Por eso, causa fascinación la oración de Salomón, pues muchas veces nuestras oraciones son tibias y no reflejan las cualidades de un verdadero hombre de oración. A partir de la respuesta de Salomón podemos considerar cómo tienen que ser nuestras oraciones para que siempre nos sintamos escuchados.

En la vida cristiana vamos aprendiendo a tratar a Dios, en la medida que entendemos que la oración tiene sus caminos. En la oración no se trata de ser mecánicos, ni hacer las cosas a la carrera, mucho menos de manera supersticiosa. Aprendemos a disfrutar y saborear los momentos de encuentro con el Señor, echando siempre por delante el corazón.

Para aprender de Salomón y para resolver la nostalgia que se puede sentir, podemos considerar por lo menos tres cualidades que tiene su oración. En primer lugar, se destaca en su oración el respeto con el que se dirige a Dios. En la oración se reconoce la inmensa distancia que hay entre nosotros y Dios.

El Señor Jesús nos enseñó a dirigirnos a Dios con confianza, experimentándolo como un verdadero Padre. Por lo que tenemos que tratarlo con respeto y confianza. En la oración no podemos exigir ni darle órdenes a Dios. Qué hermosa experiencia descubrir a personas, como Salomón, que saben hablarle a Dios, que son atentos y respetuosos en el trato con el Señor.

En segundo lugar, esta oración refleja la conciencia viva de Salomón respecto de lo que Dios ha hecho en el pasado. Salomón es consciente de su historia, de lo que Dios ha hecho antes con su padre, con su pueblo y en la historia de su nación.

Se expresa reconociendo que Dios ha sido grande y glorioso en el pasado y que este momento no va ser la excepción para que Dios siga mostrando su gloria y su poder. Cuando alguien es consciente de la historia y tiene en cuenta todas las hazañas que Dios ha realizado en su vida, experimenta una confianza incondicional, a pesar de la dificultad que esté pasando. Uno sabe de lo que Dios es capaz de hacer por nosotros, al habernos tratado con su infinita misericordia.

No podemos olvidar que hay momentos en los que también llegan las emergencias. Ante las presiones de esos momentos, que pueden eclipsar nuestra mirada, hace falta invocar la historia que hemos vivido con Dios y activar nuestra memoria espiritual para que no olvidemos sus bendiciones y cómo incluso Dios nos ha concedido lo que no le hemos pedido. Ser conscientes, pues, de esta historia que nos lleve a la gratitud y la alabanza.

En tercer lugar, una persona de fe, cuando pide algo a Dios, está pensando más en los demás que en sí mismo. Dice Salomón: “… yo no soy más que un muchacho y no sé cómo actuar… Por eso te pido que me concedas sabiduría de corazón para que sepa gobernar a tu pueblo y discernir entre el bien y el mal”.

Le gustó mucho a Dios la oración de Salomón porque pensó en los demás, más que en su propia comodidad. Se siente primero siervo de Dios, antes que jefe de una nación. Cuando pedimos la gracia para servir a los demás y saber hacer mejor las cosas, más que fama y cosas materiales, eso conquista el corazón de Dios.

A partir de la oración de Salomón que es respetuosa, agradecida y humilde pensemos cómo es nuestra oración para que tomemos en cuenta las cualidades de la oración de Salomón.

Y, como Salomón, no dejemos de pedir al Señor sabiduría y prudencia para saber distinguir entre el bien y el mal en estos tiempos de relativismo moral. Que la sabiduría nos lleve a reconocer al Señor como esa perla preciosa y como el verdadero tesoro de la vida, para que el gozo que produce tal descubrimiento nos haga sentirnos privilegiados de ser siervos del Señor.



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