Policrato Philodemos

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2009-07-09

Si atendemos a la forma en que hasta hoy se han comportado quienes dicen aspirar a representarnos,...

Salvador Díaz Mirón

Nueva Legislatura: ¿ Cual es el cambio ?

¡Confórmate elector! que hemos venido
a un sistema de trampas que te abate,
tú, para ser cual siempre has sido,
y yo, pá vivir de tu esfuerzo cual mayate

Ya pasada la euforia de promesas comiciales propias de toda campaña política y estrenando una nueva legislatura, a la ciudadanía solo nos queda regresar a la realidad de espectadores pasivos, arrastrando el recuerdo del espectáculo de la lucha en el fango de una política aventurera y tramposa, en donde los contendientes nos mostraron su repertorio de mañas y cinismo, y preguntándonos si es que en realidad se ha producido algún cambio en la relación ciudadano-legislador.

Si atendemos a la forma en que hasta hoy se han comportado quienes dicen aspirar a representarnos, encontramos que dicha "representación" de los intereses y aspiraciones de la sociedad, nunca ha pasado más allá del discurso de campaña, solo que en esta vez ha sido adobado con promesas incumplibles (bajar los precios de alimentos, impuestos, y combustibles, por decreto, además de subsidiar todo los subsidiable, sin decir de donde sacarán los recursos para ello), y rematado sus promesas con sonrisas y saludos que se asemejaron a las muecas de mimos en una carpa arrabalera, o peor aún, de suripantas cantineras en busca de cliente (en este caso del voto que los legitimara).

Si recordamos como la legislatura saliente modificó la constitución y las demás leyes, para protegerse de sus incompetencias y trapacerías, negándose a transparentar el manejo de sus presupuestos, y ejerciendo abusivamente el fuero legislativo, modificando también la legislación electoral para desciudadanizar al IFE y manipularlo a su conveniencia, si recordamos la forma como actuaron para mediatizar las reformas estructurales que el país requería, hasta convertirlas en simulaciones gatopardistas sin efecto alguno, y el esfuerzo de que hicieron gala a favor de sus cúpulas partidistas, dándole la espalda a la sociedad y alejándose cada vez más de ella, es fácil inferir que los cambios que hagan los nuevos legisladores en la cámara de diputados, serán cambios de los equilibrios de poder entre las cúpulas partidistas, y entre las nuevas mayorías constituidas del poder legislativo, con los poderes ejecutivos federal y estatales, en donde los intereses ciudadanos y los de la república nunca estarán presentes, sobre todo cuando los cambios necesarios se confronten con las ambiciones personales o con la disminución de las prebendas que se han auto concedido (conquistas laborales, dirían sus homólogos  de sindicalismo corporativo), pues nos han demostrado hasta la saciedad que solo buscaron el poder para servirse del mismo, más nunca para servir a sus electores, quienes con sus impuestos les pagan su salario.

Es por todo lo anteriormente descrito, que en las recientes elecciones intermedias, el abstencionismo en las urnas superó el 50% del padrón electoral, y el voto nulo aumentó en casi un 400%, ambos para señalar el hartazgo de la ciudadanía sobre el comportamiento de la partidocracia, y al mismo tiempo hacer un llamado de atención a la clase política, buscando deslegitimarla de esa manera.

Es por lo mismo que actualmente la ciudadanía desaira y menosprecia los júbilos y tragedias de los contendientes, vencedores y vencidos respectivamente, pues quienes contendieron el la liza electoral para "representarla", fueron seleccionados por las cúpulas de los partidos "en lo obscurito", sin medir el termómetro social y al margen de la realidad del país al que consideran habitado por súbditos, no por ciudadanos que merecen el respeto de quienes deciden por ellos.

Lo que la ciudadanía espera es que las reglas del juego político se cambien, para que la participación y consulta ciudadana sea permanente en todas las decisiones que se tomen, y no nada más se le llame a participar para que deposite su voto y legitime a quienes nunca la van a representar, y para que eso suceda no hace falta crear otro partido político, que en la actualidad acabaría envileciéndose al seguir la normatividad establecida, en tanto no se cambien las reglas que fueron hechas para una ciudadanía del Siglo pasado (que confundía tolerancia con sumisión y obediencia), y para un México que ya no es el mismo que cuando se concibieron.



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