Policrato Philodemos

El agotamiento de la democracia

2016-06-16

El ejercicio democrático se prolonga permanente más allá  de las elecciones...

Almte. Manuel Rodríguez Gordillo

"Las palabras son como las cosas....se gastan con el uso y a fuerza de someterlas al manoseo,
se acaba por olvidar su significado y terminan en el bote de la basura demagógica"

"Manoseo y abuso de la semántica"

Tal parece que en el mundo de la política la palabra democracia se ha convertido en una referencia conveniente y mañosamente obligada para justificar actitudes, críticas sobre asuntos personales, corruptelas de funcionarios, frivolidades de moda, trampas ideológicas o posiciones partidistas, así como pifias de autoridades incompetentes, y hasta los actos relacionados con sucesos de alcoba, de burdel ó de garito, por citar los hechos y controversias más comunes que diariamente llenan de manera estridente las páginas (café), de la prensa e inundan vomitivamente las pantallas televisivas sobre el acontecer nacional.

Ha sido tanto y tan pésimamente manoseado el término “democracia”, que los ciudadanos comunes acaban confundidos en un caos semántico sin significado alguno, ya que los primeros no saben de que les están hablando, y los segundos la usan sin saber lo que están diciendo.

Ante tal confusión se hace indispensable una explicación que deje aclarado el verdadero y único significado de tan controvertido término, con el fin de regresar a su cauce el quehacer político en México, ya que al igual que un río desbordado parece haberse salido de madre.

Aunque la propia palabra “Democracia” se puede definir por la misma interpretación de su génesis linguística, derivada de las raíces griegas “Demos” (que significa “pueblo”), y “Kratos” (que significa “poder”), que unidas se interpretan como “El gobierno del pueblo”.

Abundando sobre los conceptos y las formas de gobierno, así como de los procesos políticos que encierra históricamente el término democracia, hay que destacar, por su importancia y aceptación, tres teorías tradicionales, siendo la primera la “Aristotélica” que define democracia como “La forma de gobierno en que participan aquellos que gozan del derecho de ciudadanía”, distinguiéndola de la “monarquía” como gobierno de uno solo y de la “aristocracia” como gobierno de unos pocos; la segunda teoría sobre la democracia es la “Medieval” cuando habla sobre la soberanía popular, de antecedentes romanos, que deriva el poder supremo del pueblo al gobernante que lo representa; la tercera es la teoría moderna, conocida como “Maquiavélica”, que nace de la concepción del sabio florentino sobre el estado moderno, en la que “República” y “Democracia” se confunden, aunque diferenciándose de las formas monárquicas y aristocráticas, que pueden ser despóticas o dictatoriales cuando gobiernan por la fuerza.

Para no perderse en disgresiones inconcluyentes sobre el término democracia, tal y como se entiende en la actualidad, se puede afirmar que ésta palabra tiene solo dos significados netamente distintos que confluyen en sus aplicaciones prácticas, siendo el primero el de la “Democracia formal” que es la que se concibe como un gobierno del pueblo, en donde se definen las reglas y procedimientos para la constituir este tipo de organización, mientras que la segunda es la “Democracia sustancial” que se concibe como un gobierno para el pueblo, en donde quedan establecidos los fines y los límites de acción de quienes gobiernan por haber sido electos para representar al pueblo, siendo en este último caso que los fines más importantes para la democracia son la igualdad jurídica, la social y la económica, mientras que los límites de acción regulan los medios económicos, jurídicos y sociales que se adopten para lograr esa igualdad.

Como se desprende de lo anteriormente expuesto, la democracia, como forma de gobierno y como finalidad del mismo, no termina en el acto ciudadano de depositar libremente su voto en los comicios electorales (como aparentemente creen y quieren los políticos, los partidos, y quienes gobiernan que creamos), sino que el ejercicio democrático se prolonga permanente más allá  de las elecciones cuando la ciudadanía ejerce sus derechos para vigilar y dirigir las decisiones que toman quienes gobiernan en su representación, sin menoscabo de la facultad que tiene el ciudadano, en una verdadera democracia, para demandar a quienes se desvíen de sus obligaciones de gobernar a favor del pueblo, considerando que a éste lo integran las mayorías y no las elites.

Dada la connotación política e ideológica de la palabra “Democracia”, es importante rescatarla en su verdadero significado, para evitar que los aspirantes a demiurgos que se encuentran en los altos puestos gubernamentales, lo utilicen como pretexto para justificar incompetencias o desvíos, así como para reconocer cuando los políticos y partidos suspirantes a gobernarnos manosean el término utilizándolo como disfraz ideológico, como cortina de humo para justificar fechorías ó incompetencias, y de comodín semántico para engañar al pueblo, pretendiendo usarlo como moneda de la mercadotecnia política para comprar el voto ciudadano en las urnas, sobre todo en la actualidad cuando partidos políticos y funcionarios de primer nivel se encuentran anticipándose a la campaña preelectoral para los comicios del 2018.



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