Cuentos

El ministro

2009-11-05

A Zadig deben las naciones el gran principio siguiente: vale más arriesgarse a salvar a un...

A Zadig deben las naciones el gran principio siguiente: vale más arriesgarse a salvar a un culpable que condenar a un inocente. Creía que las leyes estaban hechas tanto para ayudar a los ciudadanos como para intimidarles. Su principal talento era desenmarañar la verdad, que todos los hombres tratan de oscurecer. Y así se demostró en este pleito.

Un famoso negociante de Babilonia había muerto en las Indias; había hecho herederos suyos a partes iguales a sus dos hijos varones, tras haber dotado a su hija, dejaba un presente de treinta mil piezas de oro para aquel de los dos hijo varones que demostrase que le amaba más. El mayor le construyó una tumba suntuosa; el menor, aumentó la dote de su hermana con una cantidad notable. Todos decían:

_ El mayor es el que más ama a su padre, porque el pequeño quiere más a su hermana. Al mayor corresponden las treinta mil piezas de oro.

Zadig hizo venir a los dos y dijo al primogénito:

_ Vuestro padre no ha muerto, ha sanado de su enfermedad y regresa a Babilonia.

_Dios sea loado,respondió el hijo, pero la tumba me ha costado muy cara.

Después Zadig hizo que entrase el pequeño y le dijo lo mismo, a lo que este respondió:

_Alabado sea Dios. Voy a devolver a mi padre cuanto tengo, pero desearía que permitiera que mi hermana conservase lo que le he dado.

_No devolveréis nada, sentenció Zadig, y tendréis las treinta mil monedas, pues sois quien más querías a vuestro que sí ha muerto.

En otra ocasión le dijeron que una joven muy rica había hecho promesa de matrimonio con dos magos con quienes había tenido relaciones simultáneamente. Y como hubiese quedado embarazada, los dos sabios quisieron hacerla su esposa.

_Tomaré por marido a aquel que demuestre que es quien me ha puesto en situación de dar un ciudadano al mundo.

_Soy yo quien ha hecho esa buena obra, dijo el uno

_No, yo soy quien ha tenido esa dicha, dijo el otro.

Pues bien, concluyó ella, reconoceré por padre del niño a aquel que pueda darle la mejor educación.

Cuando ella dio a luz, los dos magos quisieron educar al niño. El pleito fue llevado ante Zadig, quien preguntó al primero de los sabios:

_¿Qué enseñarías al niño?

_Le enseñaría, respondió el mago, las ocho partes de la oración, la dialéctica, la astrología, la demonomanía, qué es la sustancia y el accidente, lo abstracto y lo concreto, las mónadas y la armonía preestablecida.

Entonces Zadig preguntó al segundo, que dijo:

_Yo trataré de hacerle justo y digno de tener amigos.

_Seas o no el padre, tú te casarás con la madre, sentenció Zadig



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