Reportajes

La línea de ensamblaje del arte

2011-06-17

Koons, cuyo uso de asistentes es ampliamente conocido, dice que supervisa con rigor el trabajo:...

 Stan Sesser, Dow Jones Newswires

Alexander Gorlizki es un artista prometedor, conocido por pinturas en las que superpone imágenes imaginativas sobre tradicionales diseños indios. Sus obras han sido exhibidas en el Museo de Victoria y Alberto en Londres, el Museo de Arte de Denver y el Museo Real de Ontario, entre otros, y se venden por hasta US$10,000.

Gorlizki vive en Nueva York. Las pinturas son hechas por siete artistas que trabajan en Jaipur, India. "Prefiero no estar involucrado en el proceso en sí de pintar", dice Gorlizki, quien agrega que le tomaría 20 años adquirir la destreza de su principal artista indio, Riyaz Uddin. "Me libera no tener el estorbo de la habilidad técnica", dice.

Es un fenómeno del que rara vez se habla en el mundo del arte: la nueva obra en la pared de una galería no necesariamente fue pintada por quien la firma. Algunos artistas conocidos, como Damien Hirst y Jeff Koons, abiertamente emplean pequeños ejércitos de asistentes para que hagan sus pinturas y esculturas. Otros contratan ayudantes más discretamente.

Los conocedores del mercado del arte dicen que los precios y la demanda en alza de arte contemporáneo están alentando el uso de aprendices por parte de más artistas. El sector está dividido respecto a la práctica: algunos coleccionistas y comerciantes pagan una prima por pinturas y esculturas ejecutadas por la propia mano del artista, mientras que otros dicen que los asistentes son una necesidad en el mercado contemporáneo.

"Los artistas tienen que tomar una decisión", dice Mark Moore, propietario de Mark Moore Gallery en Santa Mónica, California. "O contratan asistentes o se arriesgan a no poder cumplir sus obligaciones con los comerciantes. Entonces el mercado del arte, que es volátil y sensible, tiene la impresión de que el artista ha desaparecido".

Koons dice que emplea a 150 personas y que él nunca toca un pincel. "Si tuviera que estar haciendo esto yo mismo, ni siquiera podría terminar una pintura al año", dice. Anualmente, su estudio produce un promedio de 10 pinturas y 10 esculturas. En los últimos cuatro años, seis de sus obras ofrecidas en subastas se vendieron por precios que oscilan entre US$11 millones y US$25 millones cada una.

"[El uso de asistentes] se está volviendo una práctica cada vez más común, en parte porque los artistas quieren suplir la demanda y en parte porque la práctica está simplemente más aceptada ahora", dice Adam Sheffer, socio de la galería Cheim & Read, de Nueva York. El comerciante agrega que cinco de los 30 artistas que representa usan asistentes en el estudio, incluso la artista conceptual Ghada Amer, y el fotógrafo Jack Pierson. La colaboración es inmediatamente revelada por la galería si un coleccionista pregunta, dice Sheffer, y eso "no ha afectado de ninguna manera las posibilidades comerciales de su trabajo".

Para algunos artistas, contratar asistentes puede ser una desventaja. A comienzos de año, Pace, una importante galería de Nueva York, rechazó varias esculturas de John Chamberlain, de 83 años, porque fueron hechas por un artista belga bajo supervisión de Chamberlain, en vez de ser realizadas por el propio escultor. El artista, cuyas autopartes metálicas retorcidas y convertidas en conjuntos abstractos con frecuencia se venden por más de US$1 millón, cambió de galería. Chamberlain dice que el asistente sólo siguió instrucciones, por lo que mantuvo el control creativo en todo momento.

Los coleccionistas con frecuencia esperan el uso de asistentes en campos como el arte conceptual y de video, donde la idea, más que la ejecución, es clave para el valor de la obra, dice Sheffer. Para los pintores, es una proposición más complicada.

Para Michael Hort y su esposa Susan, quienes coleccionan arte contemporáneo en Nueva York, el uso de asistentes los disuade de comprar obras. "Nos gusta ver la mano del artista en lo que compramos, aunque no siempre sabemos con certeza que estamos obteniendo eso", dicen.

Durante siglos, el uso de asistentes y aprendices fue una práctica común en el mundo del arte. Miguel Ángel, Rembrandt y Rubens contaban mucho con asistentes en sus estudios. Sin embargo, con el ascenso de los impresionistas, la idea de un estudio colectivo, que maximiza el uso de asistentes, dejó de ser favorecido. Se suponía que los artistas volcaran sus visiones personales en el lienzo, no que instruyeran a empleados sobre cómo hacerlo.

Adam Lindemann, quien colecciona obras de Koons y del artista de instalaciones suizo Urs Fischer, no tiene ninguna objeción al uso de asistentes. Un artista como Hirst o Koons está "diseñando la obra, no ejecutándola, de la misma manera en que un arquitecto diseña un edificio pero no necesariamente coloca los ladrillos", dice.

Rachel Howard, quien pasó cuatro años como asistente de Hirst, dice que no puede pensar "en nada peor" que tener un aprendiz. Observa que sólo pinta para sus propias necesidades, "no para satisfacer las de otros". Howard dice que fue asistente de Hirst a partir de 1992, tras conocerlo en una estación de autobús donde hablaron sobre arte. "Me enseñó a reconocer mi valor y no temer a pensar en grande", dice. Hirst declinó ser entrevistado.

Koons, cuyo uso de asistentes es ampliamente conocido, dice que supervisa con rigor el trabajo: "Estoy aquí de lunes a viernes y trato de viajar lo menos posible. Las pinturas son como si yo hubiera hecho cada marca".

Gorlizki, quien emplea a los artistas en India, tiene más dificultades para la supervisión. Usa un servicio de correo, remitiendo y recibiendo pinturas entre Nueva York e India y una o dos veces al año visita el país asiático. Como el proceso consume tanto tiempo, a veces una pintura toma de dos a tres años.

Pero Gorlizki, quien habla abiertamente sobre su uso de asistentes y coloca los nombres de sus aprendices en el reverso de sus pinturas, cree que ha hallado el arreglo ideal. Sus asistentes indios "reciben salarios y bonificaciones", dice. "Ganan mucho más dinero que si vendieran sus obras a turistas".

En una entrevista telefónica, Uddin, el principal asistente de Gorlizki, dijo que hay unos 3,000 pintores en Jaipur, y casi todos producen pinturas indias tradicionales para el mercado turístico. La mayoría tiene poco interés en emprender sus propias carreras, dice. Gorlizki "es un gran artista", agrega Uddin. "Estoy feliz con la manera en que están las cosas".



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