Trascendental

Las llagas de Cristo

2011-07-01

Muchos son los cristianos que han experimentado conversiones en sus vidas al contemplar las Heridas...

Autor: Enrique Cases

El silencio de Cristo en la Cruz llama fuertemente la atención. Siete fueron las frases -palabras- de Jesús durante las largas horas de su Sacrificio en al Calvario. Pero ese silencio alcanza un máximo en el sepulcro el que el sello a los labios del Señor alcanzan a cerrar las mismas puertas del sepulcro. Pero esos silencios -los hechos- hablan con fuerza. Conviene aprender a escuchar la voz silenciada de Cristo.

El propósito de estas páginas es descubrir un camino para mejorar el trato con Dios. Un camino que sana las heridas del alma, aquieta las tempestades interiores, fortalece y enciende el amor a Dios, enamora. Este camino es la consideración de las llagas de Cristo. Intentaremos considerar cada una de las cinco Heridas abiertas en el Cuerpo de Jesús, y así ir descubriendo más el Amor de Dios expresado corporalmente en Jesús Crucificado.

Así lo expresa Camino:¡Verdaderamente es amable la Santa Humanidad de nuestro Dios! -Te "metiste" en la Llaga santísima de la mano derecha de tu Señor, y me preguntaste: "Si una Herida de Cristo limpia, sana, aquieta, fortalece y enciende y enamora, ¿qué no harán las cinco, abiertas en el madero?

Quizá a alguno le suceda lo que a Santa Teresa de Jesús cuando tuvo la gran conversión después de muchos años de entrega tibia -según ella- a Dios a una vida de entrega fervorosa y santa sin paliativos. Veamos como lo cuenta la Santa: Pues andaba mi alma cansada y, aunque quería, no la dejaban descansar las ruines costumbres que tenía. Acaecióme que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído allí a guardar, que se había guardado para cierta fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado, y tan devota que, mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fué tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece que se me partía, y arrojéme cabe El con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole que me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle .

Pero no es sólo algo reciente en la espiritualidad cristiana la meditación de las llagas de Cristo. San Agustín, en el siglo V, reza ante ellas de este modo: Cuando algún feo pensamiento me fatiga, vuestras llagas Señor, me son escudo; cuando el mundo me acosa, me son refugio; cuando el demonio se embravece y como león da bramidos para tragarme, en poniéndome debajo de vuestras alas, en entrando en vuestras llagas, pierde su fuerza y huye de mí. Las llamas de mi concupiscencia que arden en mí, con la sangre que corre de vuestro amoroso pecho se apagan y la vanidad del mundo se conoce y se vence, y la rabia de Satanás se debilitan y enfrenan. En todas la adversidades, en todas las congojas y quebrantos de mi corazón, no hallo otro remedio más eficaz que vuestra cruz y vuestras llagas.Vuestra llagas sacratísimas son el báculo de mi peregrinación, el gobernalle de mi navío, el puerto de mi navegación, el apoyo de mi alma desmayada y descaecida, el maná de este desierto, el descanso de mis trabajos, la salud de mis enfermedades, la vida de mi continua muerte, mi gloria, mi esperanza y todo mi bien. En estas llagas duermo seguro y sin sobresalto. Cristo murió por mí, qué cosa puede haber tan amarga que con esta palabra no se haga dulce? .

Muchos son los cristianos que han experimentado conversiones en sus vidas al contemplar las Heridas y la Pasión de Cristo. Esto es lo que vamos a intentar ahora.

Jesús, al resucitar, quiso conservar en su Cuerpo glorioso las cinco Heridas que le causaron al crucificarle. ¿Por qué lo hizo así?. No lo sabemos con certeza, pero podemos intuir diversos significados a esta conservación de las Llagas en el Cuerpo glorioso de Jesús.

1)La primera explicación es la indicada por el mismo Cristo, al aparecerse a los Apóstoles: Palpadme y ved, que el espíritu no tiene carne y huesos, como véis que yo tengo. Diciendo esto, les mostró las manos y los pies. Ante las dudas de Tomás es aún más explícito, ya que éste no estaba presente en la primera aparición y pidió una prueba: Si no veo en sus manos la señal de los clavos y meto mi dedo en el lugar de los clavos y mi mano en su costado, no creeré. Cuando Jesús se les apareció el domingo siguiente le dijo al incrédulo Tomás: Alarga acá tu dedo y mira mis manos, y tiende tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino fiel. Jesucristo, quiere certificar por el tacto, y no sólo por la vista, que su Cuerpo resucitado es el mismo que vieron colgado del madero.

Para ser testigos de la Resurrección es muy importante este ver, oir y tocar el cuerpo de Jesús. Por eso Pedro y Juan, ante la prohibición de dar testimonio de Jesús resucitado, dirán a sus jueces: No podemos no hablar de lo que hemos visto y oído.

Aquí tenemos un primer motivo de la conservación de las Llagas en el Cuerpo del Señor: certificar que el Cuerpo resucitado es el mismo que el Cuerpo crucificado y muerto, aunque tenga unas características nuevas, propias de la Resurrección y que podemos resumir en cuatro: claridad, agilidad, sutileza, impasibilidad. Estas características se estudian en los muchos tratados de teología y no son ahora punto de atención para nosotros.

2) Santo Tomás atiende a otro significado . Se trata de la condición de Sacerdote eterno de Jesucristo.
 
El Sacerdocio de Cristo se consuma en el Sacrificio de la Cruz. En esa acción cruenta y dolorosa, Jesús carga con los pecados de toda la Humanidad y cumple toda Justicia. Es posible decir que el Padre al mirar el amor con que el Hijo se entrega, mira con misericordia a todos los hombres y los perdona. La conservación de las Llagas por parte de Jesucristo en su condición gloriosa, sentado a la derecha del Padre, es como un recuerdo constante de lo que Le hemos costado. Jesús muestra eternamente al Padre el precio que ha pagado por nosotros. Y el Padre, mirándole a El, mira con misericordia a los que son miembros del Cuerpo místico de su Hijo.

3) Cabe una tercera apreciación de las Llagas, y es en la que nos vamos a centrar: el sentido espiritual. Las Llagas nos recuerdan tanto la Muerte como la Resurrección de Jesucristo. El proceso interior de la vida del cristiano se puede resumir en el siguiente: Morir con Cristo para vivir con Cristo.

-Morir con Cristo significa morir al pecado. Hacer -con la gracia de Dios- que desaparezca el pecado en la vida del hombre. Es un proceso cuyos escalones son: primero conseguir que desaparezca el pecado mortal; después el pecado venial y, por último, lo más posible, las imperfecciones. Sin quitar el mal es imposible que florezca el bien. Este proceso de purificación tiene muchas variantes en cada persona, pero es necesario. Por una parte, será necesaria la lucha en la cual se intenta quitar lo malo que se advierte en la propia vida. Por otra, está la acción divina que va purificando el alma con la gracia y, también, con las contradicciones o purificaciones pasivas que son como fuego con el que Dios limpia el alma de todo lo que ella es incapaz de arrancar.

Aquí cabe recordar lo que predicaba el Beato Josemaría:Al admirar y al amar de veras la Humanidad Santísima de Jesús, descubriremos una a una sus Llagas. Y en esos tiempos de purgación pasiva, penosos, fuertes, de lágrimas dulces y amargas que procuramos esconder, necesitaremos meternos dentro de cada una de aquellas Santísimas Heridas: para purificarnos, para gozarnos con esa sangre redentora, para fortalecernos. Acudiremos como las palomas que al decir de la Escritura (cfr. Cant II,14), se cobijan en los agujeros de las rocas a la hora de la tempestad. Nos ocultamos en ese refugio, para hallar la intimidad de Cristo: y veremos que su modo de conversar es apacible y su rostro es hermoso (cfr, Cant II,14)".

PASION Y RESURRECCION

Son muy distintas las Llagas de Cristo en su Pasión y en su Resurrección. En la Pasión nos muestran la maldad de los hombres y el misterio de iniquidad: el pecado. En ellas vemos la crueldad y el dolor en sus formas más duras. Los ojos de María se detendrían en cada una de ellas, bañados en lágrimas, pero entendiendo lo que estaba sucediendo allí: un auténtico sacrificio de valor infinito.

Todos los dolores de la Humanidad se pueden mirar en el espejo de las Llagas de Cristo. ¿Quién puede decir que haya padecido más que el Redentor? Todo sufrimiento adquiere así un sentido nuevo: unido al de Cristo sirve para corredimir con Él. Ya no hay sufrimientos inútiles o absurdos. Los dolores que los hombres experimentan en esta vida, a veces son la pena por sus pecados o por el pecado original. Ahora se convierten en sacrificio que unido al de Cristo salva y redime.

Es lógico que las llagas se puedan considerar como refugio:No estorbes la obra del Paráclito: únete a Cristo, para purificarte, y siente, con El, los insultos, y los salivazos, y los bofetones..., y las espinas, y el peso de la cruz..., y los hierros rompiendo tu carne, y las ansias de una muerte en desamparo... >Y métete en el costado abierto de Nuestro Señor Jesús hasta hallar cobijo seguro en su llagado Corazón .

Las Llagas de Cristo resucitado son diferentes. No son heridas de dolor y de injusticia, sino que son como las condecoraciones de un vencedor. Son Heridas luminosas, como se las ha llamado en ocasiones. No sangran, pero Jesús las conserva. A los hombres les muestran la esperanza de la victoria. No hay dolor que no pueda ser vencido. Cristo ha vencido a la muerte y al dolor.¿Quién puede decir que ha vencido a la muerte? Sólo Cristo. Y con ella vence al pecado, que es la causa de la muerte y del dolor . Uniéndose a Cristo, las heridas que produce el pecado en el hombre también se transforman en las condecoraciones del luchador y -con la gracia de Dios- vencedor.

Sentido espiritual

La oración es hablar con Dios. Una parte importante, es elevar la mente a Dios para conocer lo que nos dice, pero el Camino privilegiado con el que Dios nos habla es la Humanidad de Cristo, ya que en ella se expresa la plenitud de la divinidad corporalmente.

Hemos visto algo del sentido teológico de las Llagas de Cristo. Pero también son ocasión de oración y meditación. Silenciosamente nos hablan para que comprendamos mejor como es Dios, y, también, para que aprendamos a amar.

La búsqueda de la santa Humanidad de Jesús, no debe dejarse para cuando ya se tenga un nivel alto de trato con Dios. Más bien debe darse desde el comienzo y debe ir creciendo con el tiempo. La sencillez de corazón ayuda a que se acorten los tiempos y no se haga demasiado largo el subir las cumbres de la santidad. Rezar sencillamente y contemplar pertenecen a la existencia normal cristiana.

Josemaría Escrivá de Balaguer en una homilía que titula "Hacia la santidad" narra así los comienzos de la vida interior: Habíamos empezado con plegarias vocales, sencillas, encantadoras, que aprendimos en nuestra niñez y que no nos gustaría abandonar nunca. La oración, que comenzó con esa ingenuidad pueril, se desarrolla ahora en cauce ancho, manso y seguro, porque sigue el paso de la amistad con Aquel que afirmó: Yo soy el camino3 (Jn, 14,6). Si amamos a Cristo así, si con divino atrevimiento nos refugiamos en la abertura que la lanza dejó en su Costado, se cumplirá la promesa del Maestro: cualquiera que me ama, observará mi doctrina; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos mansión dentro de él

Aquí podemos ver como un atrevimiento en la oración. No se trata sólo de repetir fórmulas más o menos acertadas, sino de llegar a una amistad con Dios, que permita meterse en el Corazón abierto de Nuestro Señor. Ese es el divino atrevimiento a que impulsa en la homilía. Vale la pena recordar que los discípulos de Jesús, en poquísimo tiempo, llegaron a una gran intimidad con Él. ¿Acaso después de veinte siglos es más difícil? No tiene porque serlo.

Junto a la oración, conviene tener en cuenta que se dan tentaciones en la vida de todos los hombres. Las tentaciones son peligrosas porque pueden hacer caer; pero también son muy útiles porque muestran la calidad del propio amor, e, incluso, lo fortalecen al ser probado. También aquí es útil considerar las Llagas de Cristo. Si queréis la experiencia de un pobre sacerdote que no pretende hablar más que de Dios, os aconsejaré que cuando la carne intente recobrar sus fueros perdidos o la soberbia -que es peor- se rebele y se encabrite, os precipitéis a cobijaros en esas divinas hendiduras que, en el Cuerpo de Cristo, abrieron los clavos que le sujetaron a la Cruz, y la lanza que atravesó su pecho. Id como más os conmueva: descargad en las Llagas del Señor todo ese amor humano... y ese amor divino. Que esto es apetecer la unión, sentirse hermano de Cristo, consanguíneo suyo, hijo de la misma Madre, porque es Ella la que nos ha llevado hasta Jesús.

Las llagas de Cristo son aquí la fortaleza que necesita todo hombre cuando se hace patente su debilidad y su flaqueza. Jesús, mostrándonos sus Llagas, nos dice que nos comprende, y que no nos dejará de ayudar por grande que sea la tempestad que atraviese el alma. Esas Llagas son un auténtico refugio en el que se da un seguro cobijo.

La llamada a tratar a la Humanidad de Jesús se hace acuciante: Métete en la llagas de Cristo Crucificado.Allí aprendrás a guardar tus sentidos, tendrás vida interior, y ofrecerás al Padre de continuo los dolores del Señor y los de María, para pagar por tus deudas y por todas las deudas de los hombres . El consejo de descubrir las llagas es valioso. Vamos a hacer un pequeño esfuerzo para descubrir cada una de ellas, extrayendo de cada una una virtud especial; aunque todas expresan el mismo Amor infinito.

Una posible aproximación sería ver las siguientes virtudes en cada una de las heridas del Señor. La mano derecha podría significar la generosidad, ya que es la mano diestra la que da. La mano izquierda sería la humildad ya que es la mano que ignora lo que da la derecha y le sigue y ayuda en sus cometidos. Los pies indican el avance y el caminar -los pies de los evangelizadores son alabados en la Escritura- con lo que el pie derecho puede indicar más directamente el apostolado; y el izquierdo, que sigue al anterior, reflejaría la obediencia, sin la cual es imposible el amor y el apostolado. El costado abierto muestra la entrega de Cristo que llega hasta la última gota de su sangre, es simbolo de la caridad o entrega plena.

Mano derecha

Cuando Jesús es prendido en el huerto de los Olivos comienza una tortura continua: golpes, puñetazos, bofetadas, empujones, salivazos, la flagelación, la coronación de espinas. Todos estos sufrimientos se difuminan ante la consideración del primer clavo que atraviesa la mano derecha de Jesús.

El hierro del clavo se apoya sobre su muñeca, justo debajo del nervio mediano que puede aguantar el peso del cuerpo del crucificado. El martillo golpea el clavo y la punta de éste atraviesa la piel, rompe la carne y las venas y pasa entre los pequeños huesecillos que forman la muñeca. El cuerpo se contrae, salen las costillas, los ojos se abren con lágrimas imposibles de detener. Posiblemente un grito de dolor se escapa de su boca. Los dedos se estiran. El contraste es mayor, porque en los labios de Jesús brotarían palabras de perdón entrecortadamente.

Ya está fija la humanidad de Cristo al madero. Ya está en el peor de los suplicios, que durará aún varias horas. El dolor es más fuerte si se tiene en cuenta lo fácilmente que podía haberse evitado. Pero quiere Dios un amor más fuerte que la muerte. Quiere mostrar a todo el sufriente que puede sentirse comprendido porque Jesús -Dios y Hombre verdadero- también lo sufrió, y de la manera más cruenta.

Toda la Humanidad esta clavada por el dolor. Cuando los hombres consiguen superar una forma de dolor, aparecen otras que pueden llegar a ser peores. Y, además, no puede ser superado el sufrimiento de la muerte. En el mundo se dan hambres, guerras innumerables, sed, enfermedades. Es cierto que en el dolor, muchos hombres han alcanzado cumbres sublimes de heroicidad -mártires y hombres con un sentido de la dignidad humana extraordinaria-. Pero también es cierto que otros han sido aplastados por él. Nadie puede decir cuánta tortura es capaz de soportar. Sólo Dios juzga la resistencia humana y su heroicidad, o las claudicaciones. El dolor puede anular psíquicamente a una persona -volverla loca- y prueba de ello son los lavados de cerebro que se han hecho masivamente en el ilustrado siglo XX. El dolor puede matar.

Cristo asume todos esos dolores sin excluir ninguno. Y no sólo comprendiéndolos, sino padeciéndolos. Cristo sabe bien cual es la causa de la aparición del dolor y de la muerte en el mundo, sabe mejor que nadie que entraron en el mundo, por el pecado de nuestros primeros padres y que se acentúa con los pecados de los hombres. Todo hombre puede sentirse comprendido en profundidad. El mismo Dios ha tomado la naturaleza humana y ha experimentado el dolor hasta el límite.

En la Llaga de la mano derecha vemos esa mano abierta de Cristo, que ha dado tanto a los hombres, y que ahora en un derroche de amor se da a sí mismo con padecimiento. No en vano Jesús había dicho:Nadie tiene amor mayor que este de dar uno la vida por sus amigos. No sólo enseña, lo vive. No sólo predica el amor, sino que lo practica del modo más heroico.

Ante esa entrega generosa de Cristo en la cruz, viene espontánea la reacción del cristiano ¿qué tengo que hacer yo?. La respuesta también es clara: ser generoso. Pero, ¿cómo?: amando con todas las consecuencias. Dios ama al que da con alegría. No cabe amor sin generosidad, ni generosidad sin amor. Uno lleva al otro, porque amar es darse. No se trata de dar lo que sobra, ni de dar cosas, sino darse a sí mismo.

Cristo en la cruz tiene las manos abiertas con gesto de Sacerdote eterno. Pero toda su vida fue como una mano abierta que da sin reservarse nada. Dad y se os dará enseña, y pide que demos no para empobrecernos, sino porque sabe que sólo es posible ser feliz cuando se vive con amor, y con su fruto espontáneo, que es la generosidad. No es compatible ante la mano abierta de Jesús que pide, responder con el puño -que así se llama a la mano cerrada-. De hecho es fácil ver a aquellos que le insultaban con los puños cerrados. Si dolorosa es ver esa actitud en los que le odian; también es penosa la actitud poco generosa, calculadora y cicatera de los que le dicen que le quieren y que pretenden ser sus discípulos. No han aprendido que amor es darse, y que amor, con amor se paga; ¿Siguen a Cristo porque les promete la felicidad eterna y así se aseguran el pasarlo bien antes y después?. ¡Qué ignorancia de Dios y del hombre, esconde esta actitud tan pequeña!

En la práctica, es aplicable a muchos lo que se dice en Surco: Hay que pedirte más: porque puedes dar más, y debes dar más. Piénsalo . Es frecuente oir a muchas personas decir que han hecho todo lo que han podido, cuando eso equivaldría a decir que ya son "santos canonizables". La realidad es que muy pocos son, los que hacen todo lo que pueden. Si alguna vez se hace costoso el darse con generosidad, es el momento de pensar que es muy poco lo que se me pide, para lo mucho que se me da .

El recurso a la Llaga de la mano de Cristo ayuda a no ser cobarde, ya que arranca los restos de egoísmo que son la verdadera causa de las faltas de generosidad. Así lo expresa el Fundador del Opus Dei: Estamos, Señor, gustosamente en tu mano llagada. ¡Apriétanos fuerte!, ¡estrújanos!, ¡que perdamos toda la miseria terrena!, ¡que nos purifiquemos, que nos encendamos, que nos sintamos empapados en tu Sangre! . La generosidad llegará, siguiendo a Cristo, hasta superar el obstáculo del dolor que asusta, y ante el cual el ser humano se retira acobardado. En la mano atravesada por el clavo, ¡la misma mano que distribuyó tantos dones con generosidad!, descubrimos un amor más fuerte que la muerte, más fuerte que el pecado y que todos los dolores. A ese amor puro debemos imitar.

Cuando se vive así, se descubre que Dios no se deja ganar en generosidad . Y el alma se dilata, porque recibe, la alegría humana de haber sabido amar, experimenta que es querida por Dios mismo -que es Amor- y que promete el ciento por uno y la vida eterna.

Quizás, el propósito que puede surgir de la lectura de estas líneas, sea situarse ante la figura de Jesús crucificado, mirarlo, y después, besar su mano herida diciendo en la sinceridad del corazón: ¡gracias, Señor, por tu amor, enséñame a amar!. Si eres capaz de decirle estas palabras con sinceridad a Jesús, sentirás, con paz y sin miedo, como el Señor te pide más, y al mismo tiempo te da las fuerzas para que dés aquello que antes, sin su ayuda, no podías, ni te atrevías, a hacer: darte del todo.¡Dios mío! que odie el pecado, y me una a Tí, abrazándome a la Santa Cruz, para cumplir a mi vez tu Voluntad amabilísima..., desnudo de todo afecto terreno, sin más miras que tu gloria..., generosamente, no reservándome nada, afreciendome contigo en perfecto holocausto .

Adoración de la llaga de la mano derecha de Jesús

Adoramos, Señor, la llaga de tu mano derecha, y por ella te pedimos nos concedas la gracia de hacer buenas obras, y decir siempre que sí a los deseos de tu Santísima Voluntad. Amén.

Mano izquierda

Después de clavar la mano derecha del Señor, estiran el cuerpo, para que la mano izquierda, se coloque sobre el agujero preparado en la madera de la cruz, para ser enclavado con mayor facilidad. Quizá no coincidió el agujero de la madera. Y los dolores del primer clavo, se renuevan, al volver a golpear los martillos el hierro que atraviesa la segunda mano de Jesús.

Ahora ya queda fijo al madero transportado por Él hasta el Calvario. Ya no cabe ninguna defensa humana, está inerme -sin armas-, indefenso. Nadie le defiende tampoco. A los ojos humanos parece definitivamente derrotado. Al dolor de la crucifixión, se añade la humillación.

Cristo había dicho aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón; pero ahora es mayor la humildad, porque no sólo se humilla Él, sino que le humillan. Es "la humildad humillada". No en vano dirá San Pablo que se anonadó a sí mismo, tomando la forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres; y así, por el aspecto de hombre, se humilló, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.

La palabra anonadamiento indica de un modo más expresivo, la humillación a que Dios se somete. No en vano, nos quiere salvar con las armas opuestas al pecado. Frente al orgullo y la soberbia, unidos a la sensualidad en los hombres, pone la humildad. Dios se hace hombre. El salto es tan grande, que no es posible que lo alcance la imaginación y sólo el pensamiento lo acepta, al descubrir, que ese salto ha sido dado porque Dios es Amor. Es decir, ama de tal manera a los hombres que quiere salvarlos del modo más amoroso posible. Y el modo más sabio es el de la humildad, o ¿es que puede haber un amor orgulloso y egoísta? La distancia entre Dios y el hombre no puede ser superada por el esfuerzo humano,sino sólo por el Amor divino. Y éste el modo en que Dios nos muestra quién es y como nos ama.

Pero además El viene al mundo pobre, inerme, quiere nacer en un establo -podía hacerlo de otro modo-, y ser recostado en un pesebre. Quiere vivir durante muchos años en un pequeño pueblo, con el trabajo de sus manos. Cuando las multitudes le aclaman al ver sus milagros y escucharle, continuamente les enseña con obras y con palabras que no olviden que la humildad es el camino3 de la salvación.

La humildad no es fácil, pero menos aún, ser humillado. Al ser clavado con las dos manos en la cruz, Jesús es humillado, despreciado. Muchos hombres viven humillaciones, pero no todos saben extraer de ella una auténtica humildad. Unos se rebelan, otros se llenan de odio y de rencor, los más, reaccionan con violencia. Algunos llegan a resignarse al no poder hacer otra cosa. Pero perdonar al que está humillando, sólo lo vemos en Jesús y en los que, después, aprendieron de Él.

En la Resurrección vemos el triunfo de Jesús con un matiz muy importante. Vence a los enemigos: al Diablo,a la muerte y al pecado. Pero a los hombres les perdona. No es una victoria rencorosa o simplemente justiciera. En la cruz vemos que Cristo quiere pagar por los pecados de todos los hombres; también por los que con crueldad le están humillando y matando. En realidad, les deja hacer. Son verdugos pero en los planes de Dios está que el cruel asesinato con apariencias de juicio, sea una auténtico sacrificio, en el que Cristo es Sacerdote y Víctima.

Es importante personalizar, al contemplar a Jesús clavado a la cruz. No basta con pensar en los pecados de la Humanidad en general, ni en los pecados evidentes de los que le condenaron, tanto en el juicio religioso -que refleja la resistencia a creer- como en el juicio civil -que refleja la debilidad para liberar al inocente entregado por envidia y odio-. Conviene pensar en los propios pecados, tanto cuando son pequeños como cuando son grandes, porque siempre son falta de amor. Así se comprende esta expresión que surge de un corazón enamorado: Jesús, si en mí hay algo que te desagrade, dímelo, para que lo arranquemos , o cuando dice: Humildad de Jesús: ¡qué vergüenza, por contraste, para mí -polvo de estiércol-, que tantas veces he disfrazado mi soberbia so capa de dignidad, de justicia!...-Y así, ¡cuántas ocasiones de seguir al Maestro he perdido, o no he aprovechado, por no sobrenaturalizarlas! .

Hay una humildad falsa, el apocamiento, cuando no se reconocen las cosas buenas que se tienen, ni siquiera las cosas buenas que Dios ha puesto en el alma y en el cuerpo. El que es verdaderamente humilde, no dirá nunca que lo bueno es malo, ni que lo malo es bueno; sino que llamará a las cosas por su nombre, y atribuirá los méritos al que los tiene y no a otro. La humildad adquiere este nombre de la condición humana. La misma palabra hombre, en latín "homo", viene de "humus", que significa polvo o tierra, que es la procedencia material del hombre. Pero Jesús nos revela un aspecto más importante y más luminoso de la humildad. La humildad es la manifestación del amor. La humildad es la manifestación de la verdad.

Dios ama tanto al hombre, que se abaja a su nivel -se humilla- para elevarle. Eso es lo propio del amor, y más aún, del Amor divino. Por eso se hace hombre. Por eso se humilla para rebajarse hasta el nivel donde se encuentre el más despreciado de los hombres y -si quiere- elevarlo a un nivel divino, es decir, endiosarlo.

La Verdad de Dios se manifiesta de tal manera en Jesús, que ilumina lo que el hombre es. Cuando le vemos destrozado y crucificado, vemos la condición pecadora del hombre, que puede usar mal del gran don de la libertad. Cuando le vemos resucitado y glorioso vemos a que nivel quiere elevar a todo hombre que libremente quiera unirse a Él. La Humildad de Jesús es luz que ayuda a iluminar la existencia humana, evitando que el conocimiento de las propias miserias degenere en desaliento o pesimismo sobre la condición humana.

Así se entiende una expresión del bienaventurado Escrivá de Balaguer, quizá nueva en la literatura espiritual: vibración de humildad. Si el Amor y la Verdad divina se manifiestan en Jesús a través de la humildad, eso quiere decir que no son apocamiento, sino que la humildad es manifestación de amor y de verdad. Así se entiende una auténtica vibración de humildad, porque es vibración de amor, porque es alegría de reconocer el gran don de ser hijo de Dios: endiosado.

A los ojos humanos, desprovistos de fe, Jesús es un fracasado cuando le clavan al madero. Pero desde la mirada de Dios es un acto de vibración de humildad, un acto de amor, un dirigirnos hacia la verdad del hombre. El que entiende la lógica nueva, que Cristo instaura en el mundo con su humillación, nunca perderá la paz ni la alegría. Los mundanos necesitan éxitos y compensaciones en su vanidad o en su sensibilidad, pero todas esas cosas "les serán quitadas". En cambio el amor de Dios y la verdad en el alma nunca pasan, aunque las apariencias parezcan decir lo contrario, en algunas ocasiones.

Dios pide al hombre que sea humilde para vaciarlo de sus egoísmos, y así poder llenar de su gracia.Porque el Dios que nos inspira ser humildes es el mismo que transformará el cuerpo de nuestra humildad y le hará conforme al suyo glorioso, con la misma virtud eficaz con que puede también sujetar a su imperio todas las cosas(Fil,3,21) Nuestro Señor nos hace suyos, nos endiosa con un endiosamiento bueno .

Cuando el hombre va consiguiendo más humildad, su oído se afina, oye mejor las palabras de Dios:Si acudimos a la Sagrada Escritura, veremos como la humildad es requisito indispensable para disponerse a oir a Dios.Donde hay humildad hay sabiduría (Prv 11,2), explica el libro de los Proverbios. Humildad es mirarnos como somos, sin paliativos, con la verdad. Y al comprender que apenas valemos algo, nos abrimos a la grandeza de Dios: ésta es nuestra grandeza .

Y esto es lo que vemos en las Llagas abiertas de Cristo glorioso. Fueron abiertas humillándole, pero permanecen abiertas por el amor que nos dice: ¡Entra en esta vida nueva, alejada del orgullo y del egoísmo!, ¡Entra en la vida, que es amor purificado, humilde y grande, porque es divino! ¡Endiósate, de una manera imposible para el hombre, pero posible para Dios, que quiere elevar a las alturas de su grandeza a las almas que han sabido humillarse!.

Leamos una síntesis admirable que hace de las diversas realidades espirituales Surco.

"la oración" es la humildad del hombre que reconoce su profunda miseria y la grandeza de Dios, a quien se dirige y adora, de manera que todo lo espera de El y nada de sí mismo.

"la fe" es la humildad de la razón, que renuncia a su propio criterio y se postra ante los juicios y la autoridad de la Iglesia.

"la obediencia" es la humildad de la voluntad, que se sujeta al querer ajeno, por Dios.

"la castidad" es la humildad de la carne, que se somete al espíritu.

"La mortificación" exterior es la humildad de los sentidos.

"La penitencia" es la humildad de todas las pasiones, inmoladas al Señor.

-La humildad es la verdad en el camino3 de la lucha ascética .

Situémonos ante la llaga de la mano izquierda del Señor. Ante ella preguntémonos: ¿por qué tengo aún tanta soberbia? ¿por qué hasta mis buenas acciones se tiñen tanto de mí mismo? ¿Cuando aprenderé, de verdad, a ser humilde, a olvidarme de mí mismo y a darme generosamente como Cristo se entregó por mí?.



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