Para Reflexionar en Serio

San José, modelo para los padres... y para todo cristiano

2012-03-20

Pienso en aquellos, de entre vosotros, que son padres o madres de familia: legítimamente...

YAUNDÉ,  (ZENIT.org).- Publicamos la homilía que pronunció Benedicto XVI en la mañana de este jueves, al presidir la celebración eucarística en la fiesta litúrgica de san José, con ocasión de la publicación del "Instrumentum laboris" (documento de trabajo) de la Segunda Asamblea Especial para África del Sínodo de los Obispos, en el estadio Amadou Ahidjo de Yaundé.

Queridos hermanos en el episcopado,

queridos hermanos y hermanas:

¡Alabado sea Jesucristo que nos ha reunido hoy en este estadio para hacernos penetrar de una manera más profunda en su vida!

Jesucristo nos reúne en este día en el que la Iglesia, aquí en Camerún, al igual que en toda la tierra, celebra la fiesta de san José, esposo de la Virgen María. Comienzo deseando una feliz fiesta a todos los que, como yo, han recibido la gracia de llevar este hermoso nombre, y le pido a san José que les proteja especialmente, guiándoles hacia el Señor Jesucristo todos los días de su vida.

Saludo también a las parroquias, escuelas y centros de estudios, las instituciones que llevan el nombre de san José. Doy las gracias a monseñor Tonyé Bakot, arzobispo de Yaundé, por sus amables palabras y dirijo un cálido saludo a los representantes de las conferencias episcopales de África, venidos a Yaundé con motivo de la publicación del Instrumentum laboris de la Segunda Asamblea Especial para África del Sínodo de los Obispos.

¿Cómo es posible entrar en la gracia específica de este día? En unos momentos, al final de la misa, la liturgia nos revelará el punto culminante de nuestra meditación, cuando nos invitará a decir: "Con este alimento recibido en tu altar, Señor, has saciado el hambre de tu familia, gozosa al celebrar a san José; custódiala siempre bajo tu protección y vela por los dones que le has concedido". Como podéis ver, le pedimos al Señor que siempre mantenga a la Iglesia bajo su protección --¡y lo hace!--, como José protegió a su familia y veló sobre los primeros años del Niño Jesús.

El Evangelio nos lo acaba de recordar. El ángel le había dicho: "No temas tomar contigo a María tu mujer" (Mateo 1, 20) y esto es precisamente lo que hizo: "hizo como el ángel del Señor le había mandado" (Mateo 1, 24). ¿Por qué motivo Mateo quiso subrayar esta fidelidad a las palabras recibidas del mensajero de Dios, si no es para invitarnos a imitar esta fidelidad llena de amor?

La primera lectura que acabamos de escuchar no habla explícitamente de san José, sino que nos enseña muchas cosas sobre él. El profeta Natán va a decir a David, por orden del mismo Dios: "afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas" (2 Samuel 7, 12). David tiene que aceptar la muerte sin ver la realización de esta promesa, que se cumplirá "cuando tus días se hayan cumplido y te acuestes con tus padres". De este modo, podemos ver que uno de los deseos más queridos para el hombre, el de ser testigo de la fecundidad de su obra, no siempre es escuchado por Dios. Pienso en aquellos, de entre vosotros, que son padres o madres de familia: legítimamente tienen el deseo de dar lo mejor de ellos mismos a sus hijos y quieren ver como logran un auténtico logro. Sin embargo, no hay que equivocarse en lo que significa este logro: lo que Dios le pide a David es que confíe en él. David no verá a su sucesor, que tendrá un trono "estable para siempre" (2 Samuel 7, 16), pues este sucesor, anunciado bajo el velo de la profecía, es Jesús. David confía en Dios. Del mismo modo, José confía en Dios, cuando escucha que su mensajero, su ángel, le dice: "José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo" (Mateo 1, 20). José es, en la historia, el hombre que ha dado a Dios la prueba más grande de confianza, incluso ante un anuncio tan increíble.



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