Reportajes

Ni el auge económico frena el éxodo chino

2014-08-24

Incluso cuando los emperadores hacían todo lo que estaba a su alcance para mantenerlos...

Por Andrew Browne, WSJ

Dos visitantes en la Plaza de Tiananmen batallan con el aire contaminado de Beijing. Agence France-Presse/Getty Images

Incluso cuando los emperadores hacían todo lo que estaba a su alcance para mantenerlos dentro de sus fronteras, los chinos se lanzaron al exterior en busca de conocimiento, fortuna y aventura.

Ni la perspectiva de ser acusados de delincuentes o conspiradores disuadió a los chinos de que viajaran a Manila para intercambiar seda y porcelana por plata o emigraran a las minas y plantaciones de los imperios europeos.

Hoy en día, sin embargo, las fronteras de China están abiertas de par en par. Casi cualquiera que lo desee puede obtener un pasaporte y los chinos están emigrando en masa. El año pasado, más de 100 millones de personas salieron de China. La mayoría son turistas que regresan a casa, pero cada vez son más universitarios y ricos, y muchos se van para no volver. Un sondeo de la firma de investigación Hurun Report, de Shanghai, indica que 64% de los chinos con activos de más de US$1,6 millones están emigrando o planean hacerlo.

Por supuesto, la partida de los mejores cerebros de China por motivos de estudio no es un fenómeno nuevo. Después de todo, la revolución comunista de China fue liderada por intelectuales que estudiaron en Europa. Lo nuevo es que más y más chinos talentosos deciden que están mejor fuera de China a pesar de la trayectoria ascendente de esta potencia emergente.

La élite sabe que puede comprar un estilo de vida cómodo y a precios sorprendentemente asequibles en lugares como California y Australia, mientras que no hay dinero que los libre de los inmensos problemas que afligen la sociedad urbana de China: polución, contaminación alimentaria y un sistema educativo quebrado. La nueva era política del presidente Xi Jinping, en tanto, ha creado tanta esperanza como ansiedad.

Otro aspecto de este éxodo masivo de la población no ha generado mucha atención. Cualesquiera que sean sus motivos y el lugar al que emigren, aquellos que se van serán monitoreados por los órganos del Estado leninista que dejaron atrás. Una burocracia con tentáculos cada vez más extensos —la Oficina de Asuntos Chinos en el Extranjero del Consejo de Estado— existe para garantizar que la distancia de la madre patria no mengüe su patriotismo. Su meta es salvaguardar la lealtad al Partido Comunista.

Esto usualmente crea un dinamismo raro entre los chinos recién llegados y las sociedades que los reciben. Aunque los nuevos tratan de acoplarse, Beijing hace su mayor esfuerzo por usarlos en su campaña para transmitir sus valores políticos, promover su imagen global, hostigar a sus oponentes y alentar el uso del mandarín por encima de los dialectos que se hablan en Taiwán y Hong Kong.

La política, sin embargo, no es el tema más importante para Sun, una mujer de 34 años que ha decidido irse y que pidió anonimato. Su razón principal para partir es que su hija de 6 años es asmática y la contaminación crónica de Beijing irrita sus pulmones. "Respirar libremente es un requerimiento básico", dice. Sun también teme que las escuelas de China, tan preocupadas por los exámenes estandarizados, no ayuden a desarrollar el talento de su hija para las artes.

Hace poco, Sun viajó a San Francisco para buscar un colegio para su hija, una vivienda y tramitar su residencia permanente en Estados Unidos. Insiste que no se irá de China para siempre, algo que también afirman muchos chinos con planes de partir y que ven un pasaporte extranjero como una póliza de seguro en caso de que las cosas salgan mal en China.

"Simplemente le estoy dando otra opción a mi familia", explica.

Un profesor universitario, quien también pidió anonimato, tiene una perspectiva más negativa de China. Su plan es emigrar a EE.UU. para reunirse con sus dos hijos, que hicieron posgrados en ese país. En China, sentencia, "cuando te vuelves rico, te arrestan".

Exagera, por supuesto, pero hay una propensión a que los emprendedores que aparecen en las listas de los más ricos de China terminen en la cárcel.

Su mayor preocupación es que para progresar, ha tenido que traicionar sus principios (no dice pagar sobornos, pero a eso se refiere). "Me he visto obligado a prostituirme", cuenta, y ahora teme quedarse sin nada. En China, el sistema legal débil y corrupto a veces facilita el ascenso de emprendedores, pero casi siempre se vuelve en su contra cuando han alcanzado el éxito.

Los empresarios de primera generación —aquellos que alimentaron el crecimiento económico de China— ahora sueñan con una jubilación tranquila. Eso significa seguridad legal en países como EE.UU. y Canadá. Al profesor también le atrae la tecnología de EE.UU., que espera aprovechar cuando esté allí para mejorar los productos de una de las empresas que tiene. "¿Cuántas camisas cree que nosotros los chinos tenemos que exportar para comprar uno de estos teléfonos?", pregunta mostrando su iPhone. China aún es un "país muy atrasado", dice.

China se encuentra en una transición. La economía ya no está en ebullición y los precios de los inmuebles caen. Xi ha amasado más poder que cualquier otro líder chino desde Deng Xiaoping y lo utiliza para perseguir tanto a funcionarios corruptos como a abogados de derechos humanos, blogueros y activistas de la sociedad civil. Ello está limpiando a China del tipo de personas que el gobierno no desea pero también ahuyentando a la gente creativa que necesita.

El año pasado, EE.UU. emitió 6.895 visas a ciudadanos chinos bajo el programa EB-5, que permite a extranjeros vivir en el país si invierten un mínimo de US$500.000. Los surcoreanos, el siguiente grupo más extenso, obtuvo sólo 364 de esas visas. Este año, Canadá suspendió un programa similar inundado por solicitudes chinas.

Alrededor de 48 millones de personas componen la diáspora china y tienden a ascender hasta lo más alto, ya sea en Silicon Valley o en el sector de alta tecnología del sudeste de Asia.

Una turista china posa frente al Opera House de Sídney en Australia, en junio de 2013. Reuters

Beijing hace una clara distinción entre los chinos que adquirieron otra nacionalidad y aquellos que se mantienen como ciudadanos. Juntos son considerados un activo inmensamente valioso: los estudiantes como embajadores; los científicos, ingenieros, investigadores y otros como conductos del know-how tecnológico e industrial de Occidente para propulsar la modernización económica de China.

En 1989, cuando la masacre de la Plaza de Tiananmen desató una fuga de estudiantes traumatizados y destruyó la imagen del Partido Comunista en enclaves chinos en el extranjero, el gobierno inició una campaña para reparar el daño. El esfuerzo, que continúa hasta el día de hoy, fue exitoso, como lo han demostrado manifestaciones públicas de jóvenes a favor de China.

De todos modos, las actividades políticas transfronterizas de China están creando tensión. En Australia, uno de los destinos más populares de estudiantes, turistas y emigrantes chinos, los descendientes están siendo "adiestrados, organizados y supervisados (...) por instrucción de Beijing como nunca antes", dice John Fitzgerald, un experto en China de la Universidad de Tecnología de Swinburne.

En EE.UU. ha surgido un intenso debate en los círculos académicos sobre el papel que están jugando los Institutos Confucianos en sus campus universitarios. Estas escuelas son auspiciadas por el gobierno chino y ofrecen clases de mandarín así como una imagen cultural positiva de China.

China debe ser extremadamente cuidadosa de no dejar demasiadas huellas de sus actividades políticas en el extranjero. Por un lado tiene una postura oficial de no interferir en los asuntos de otros países, pero también pone en riesgo a comunidades chinas establecidas en el exterior al poner en duda sus lealtades nacionalistas.

De todos modos, el enorme volumen de chinos que emigra y su profundo impacto económico le da a China cierta influencia. Según la Asociación Nacional de Agentes Inmobiliarios de EE.UU., los chinos compraron casas por un valor combinado de US$22.000 millones en el año que terminó en marzo. Los chinos también son el mayor grupo de estudiantes extranjeros en las universidades de EE.UU., con 235.597 alumnos, según el Instituto de Educación Internacional. En Inglaterra, hay tantos estudiantes chinos como británicos en los programas de maestría a tiempo completo. Los chinos son además los turistas que más gastan en todo el mundo, por encima de los estadounidenses.

La firma de corretaje CLSA, con sede en Hong Kong, pronostica que las partidas desde China se duplicarán a 200 millones para 2020. Ni siquiera Deng habría podido imaginar el torrente humano que desatarían sus reformas de apertura.



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