Trascendental

¿Esperanza en la sociedad del cansancio?

2015-05-08

Lo que queda trastocado y ciertamente roto en esta vorágine del rendimiento —que luego, a...

Autor: Carmen Herrando | Fuente: Mournier.es

Unas notas sobre el pensamiento de Byung-Chul Han

Byung-Chul Han es un filósofo de origen coreano que estudió Filosofía en la universidad de Friburgo y Literatura alemana y Teología en la de Munich. Su obra reciente hace un diagnóstico de nuestro mundo, empezando por su calificación de nuestra sociedad como "sociedad del cansancio".

Han presenta la sociedad actual como un mundo repleto de "violencia neuronal"; se refiere con esto a las patologías imperantes en el todavía joven siglo XXI que son sobre todo neurosis y enfermedades mentales del tenor de la depresión, los trastornos por déficit de la atención (con o sin hiperactividad -generalmente "con"-), el trastorno límite de la personalidad, o los llamados síndromes de desgaste ocupacional, por no extendernos en más enunciaciones de este tipo. Según el autor, estos trastornos manifiestan un exceso de positividad, planteada en contraste con lo que tradicionalmente se ha entendido por enfermedad y que hasta la fecha venía considerándose como algo negativo, algo que ataca al organismo y que Han emplaza en la órbita de lo "inmunológico" para diferenciarlo así de estas "nuevas" enfermedades positivas . Nos hallamos, pues, iniciando un paradigma nuevo que ya no es el inmunológico anterior, y cuya transición empezó, para Byung-Chul Han, en el momento de la guerra fría. Si lo de antes se caracterizó por resistir ante la extrañeza, por combatir la negatividad, lo que viene y prolifera es lo contrario, la positividad, en el sentido de que, como escribe nuestro autor, "lo extraño se sustituye por lo exótico, y el turista lo recorre"(1).

Es lo propio de la era de la globalización, que por su propia esencia no podía seguir siendo inmunológica. Han recoge esta idea de las reflexiones de Roberto Esposito, pero la amplía, y lee la realidad presente al amparo de este exceso de positividad que constituye para él un verdadero cambio de modelo, el acorde con la globalización y con un mundo plagado de toda suerte de solicitaciones.

La positividad presente se refiere, así, a la "sobreabundancia de lo idéntico", y como impera esta suerte de opulencia de lo mismo, el filósofo habla de la"violencia de la positividad", resultante de la super producción, el superrendimiento o la supercomunicación, y que ya no es "viral", pues no se deriva de ningún microorganismo enemigo ni de nada contra lo que nuestro organismo tenga que luchar con la espada de la inmunidad. Presentado el nuevo paradigma de la positividad con esta "violencia neuronal" en su centro, Han plantea la nueva sociedad del siglo XXI como la sociedad del rendimiento, más allá de la sociedad disciplinaria de la que hablaba Michel Foucault, pero siendo consecuencia de ella, en cierto modo. La sociedad foucaultiana era aún de la negatividad,y se caracterizaba por la obligación y el no-poder; la sociedad del rendimiento, en cambio, tiene como característica principal el "no poder más", pues el sujeto que la configura, como dice Han, "ya no puede poder más" (2).

La explicación que nuestro autor da a este proceso de cambio es que, para aumentar la productividad, el paradigma disciplinario (negativo) se sustituye por el del rendimiento (positivo), y así se gana en eficiencia, pues la positividad del poder es mucho más eficiente que la negatividad del deber. Pero como el poder no anula el deber, por más que la sociedad asuma la importancia del poder, el sujeto de rendimiento continúa siendo disciplinado; sólo que la consecuencia es una presión excesiva que se traduce no tanto en responsabilidad como en el imperativo del rendimiento, por el que, esta vez según Ehrenberg, se rige la sociedad del trabajo de la modernidad tardía. Sin embargo, Han no está de acuerdo con la asociaciónque este último autor hace entre el hombre de los últimos tiempos y el individuo soberano de Nietzsche,pues considera que el mismo Nietzsche vería al hombre de nuestros días como un ser humano que no hace más que trabajar: el hombre que sólo trabaja. Para Byung-Chul Han, en efecto, si por algo se caracteriza el ser humano de nuestro tiempo es por quedar desprotegido frente a tanta positividad, por carecer, en definitiva, de soberanía; y por eso dice de este hombre del rendimiento que ya no puede poder más, lo que le está llevando "a un destructivo reproche de sí mismo y a la autoagresión"... En realidad, el proceso consiste en pasar de la obediencia a cierta soberanía, pero una soberanía que se convierte en libertad coaccionada, en libertad obligada, con lo que la libertad queda del todo desvirtuada, pues se trata de estar obligado a rendir al máximo hasta que el exceso de trabajo y de rendimiento tornan en autoexplotación. Autoexplotación, por cierto, como hace ver nuestro filósofo, que resulta mucho más eficaz que la explotación por parte de otros, pues se acompaña de un sentimiento de libertad que aunque no pasa de sentimiento, incentiva la producción. Por eso puede afirmar Han que "las enfermedades psíquicas de la sociedad del rendimiento constituyen precisamente las manifestaciones patológicas de esta libertad paradójica"(3).

Lo que queda trastocado y ciertamente roto en esta vorágine del rendimiento —que luego, a la larga, resulta no rendir tanto como se pretende hacer ver— es la atención, la virtud primordial de la vida centrada, la raíz de la hondura espiritual. Para Han es evidente que esta tendencia a hacer mil cosas, el conocido como multitasking , tan diferente del ideal de caballero andante que presenta don Quijote(4), no significa progresoalguno. Al contrario, se trata más bien de una regresión;y nuestro filósofo justifica esta afirmación considerando que tal multi-hacer se acerca más al animal salvaje que al ser civilizado. "Los recientes desarrollos sociales y el cambio de estructura de la atención provocan que la sociedad humana se acerque cada vez más al salvajismo", afirma Han rotundamente (5).

Y no le falta razón, pues a nadie con sentido común se le escapa la importancia que una atención sosegada y contemplativa ha tenido y seguirá teniendo en cualquier paso dado por los hombres. Pero lo que hoy impera es algo peor que el divertisement , tan denostado por el gran Pascal; impera la agitación permanente. Y esta agitación exacerbada no puede generar más que desasosiego, agotamiento, confusión, y, naturalmente, neurosis a raudales. Hasta el aburrimiento queda hoy esquinado y relegado al cuarto oscuro...

Por eso recurre Han a Walter Benjamin cuando recuerda que el aburrimiento profundo es "el pájaro de sueño que incuba el huevo de la experiencia", y que también el hastío es preciso para gestar algo nuevo, porque por sus arrabales ronda el mundo espiritual, mientras que "la pura agitación no genera nada nuevo" (6) y aleja al hombre de cualquier asomo de vivencia profunda. El ser humano no puede ser él mismo sin ese detenimiento en el que se teje el encuentro con su ser más propio; sin la dimensión interior no existe el hombre, o, mejor, no se da la persona. Necesitamos acudir a la atención profunda y contemplativa, a la escucha atenta, aunque resulte del hastío, de la melancolía o de la negrura. Es preferible el aburrimiento al "sinvivir" de la agitación, a la vibración permanente de la factibilidad sin objeto, sin consciencia ni frutos. Pues sin detenimiento y sin silencio no hay vida interior, y el hombre que no se para a mirar y no se adentra en sí mismo y en el cuidado de las cosas, pierde la esencia de la vida, el milagro de la vida personal. Como veía Nietzsche, "Por falta de sosiego, nuestra civilización desemboca en una nueva barbarie. En ninguna época se han cotizado más los activos, es decir, los desasosegados.
Cuéntase, por tanto —sigue diciendo Nietzsche- entre las correcciones necesarias que deben hacérsele al carácter de la humanidad el fortalecimiento en amplia medida del elemento contemplativo" (7).

Byung-Chul Han explora también la filosofía de Hannah Arendt, sobre todo La condición humana, y se da cuenta de que tampoco el animal laborans que presenta la pensadora se corresponde con el hombre del rendimiento que puebla nuestro presente. Pero es que el hombre del presente también ha perdido las creencias: ya no cree en Dios ni en una vida después de esta, y por ello deja de creer y de esperar hasta enla misma realidad, que es el referente moral por excelencia. Han denuncia la "desnarrativización" general del mundo, que desnuda por completo la misma vida, dejándola más desabrigada que la vida del homosacer, el hombre maldito, en cuya realidad se adentrael pensador italiano Giorgio Agamben. Pero Byung-Chul Han ahonda de otro modo en esta categoría dehombre aniquilable —el paria—, y logra devolverle su significado profundo y original, el de hombre sagrado; de manera que "si la sociedad del rendimiento tardomoderna nos reduce a todos a la vida desnuda, entonces no solamente los seres humanos al margen de la sociedad o que se hallan en estado de excepción, es decir, no sólo los excluidos, sino todos nosotros, somos homini sacri sin excepción" (8). Rescata así nuestro filósofo la figura del musulmán que hicieron tan famosa los campos de trabajos forzados y de exterminio, a la que en cierto modo son equiparables tantas personas que sufren hoy depresión y falta de sentido y serios trastornos de la personalidad, con la sola diferencia de que los del presente están bien nutridos.

Pero si es así, si también esta vida desnuda es sagrada,tendrá que ser conservada a toda costa... En medio de estas consideraciones sobre nuestromundo, lo que Byung-Chul Han subraya con ahínco es la necesidad de vida contemplativa. E invita a pararse, a hacer el esfuerzo de limpiar la mirada, a sabiendas de que de ello adolece el hombre de hoy, neurotizado y confundido. Porque la confusión es tan grande, que llegamos a creer que somos más libres cuando más activos estamos, y que se ha de aparentar firmeza de espíritu aun cuando la duda más punzante hostigue allá en el fondo. Vivimos de apariencia. Y la deshumanización no hace más que crecer, insolente y trágica; por eso este filósofo de origen coreano, estudioso de Heidegger, insiste en la necesidad de recuperar cuanto es humano, recordando, como hiciera su maestro, que la vacilación y la duda no son sino una cierta piedad del pensamiento...

En esta misma línea de recuperar lo más humano, se refiere Han a Bartleby, el relato de Melville. No queda muy de acuerdo con la particular lectura que de esta narración hace Agamben porque ve negatividad donde el pensador italiano detecta aún cierta positividad. En Agamben, por cierto, hay no pocos ecos de la filósofa francesa Simone Weil (no en vano su tesis doctoral versó sobre ella); y aunque estas categorías weilianas no aparezcan en La sociedad del cansancio de Byung-Chul Han, están de algún modo latentes, pues las reflexiones que esta lectura suya de nuestro mundo despiertan hacen pensar en la "acción que no actúa" ( action non-agissante ) de Simone Weil, o en la misma descreación, que sí menciona a partir de la lectura de Agamben, ya que ve en Bartleby un
anunciador de una nueva creación que sería más bien "des-creación".

La filosofía de la descreación de Simone Weil, que aparece ya en la vieja cábala, o su mística del no hacer están presentes en el hondón de este pensamiento lúcido que invita —hay que volver a subrayarlo— a la contemplación y al detenimiento en un mundo patológicamente agitado e idiotizado por la instrumentalización y la mecanización del propio hombre.

Pero, ¿dónde está la esperanza en esta sociedad del rendimiento, transformada cada vez más en sociedad del dopaje, y en la que el ser humano acaba clamando desde la derrota del cansancio? Lo terrible es que se trata de un cansancio solitario, y que, como dice Handke, es violencia, porque destruye toda comunidad, toda cercanía y aun el mismo lenguaje (9).

Sin embargo, hay otro cansancio capaz de reconciliar y reconocer, un cansancio que abre el espacio de un "entre" porque debilita la fuerza del yo y hace a éste vulnerable y misericordioso, abierto a sentir de nuevo la presencia del otro, al tratarse de un "cansancio del nosotros" y estar referido al otro: "te estoy cansado",dirá Handke. Han aboga por los frutos de este "cansancio fundamental" que es "cualquier cosa menos un estado de agotamiento en el que uno se siente incapaz de hacer algo" (10); se fija en un cansancio que, referido al no-hacer, inspira y deja que surja el espíritu.

Así, en esta contemplación de la inspiración que brota de profundis, nuestro filósofo, al igual que Handke, se imagina la comunidad de Pentecostés, y la imagina cansada en el momento de recibir el Espíritu Santo... o contempla también cansado al mismo Dios antes de descansar el séptimo día de la creación... Es aquí donde bulle discreta la esperanza, pues el cansancio desarma al "hombre de la positividad" y logra que éste adquiera sosiego cuando se hace consciente de su propia derrota.

Byung-Chul Han está convencido de que "el exceso del aumento de rendimiento provoca el infarto del alma" (11).  Es de sentido común, por lo demás, pero muchas personas en nuestro mundo no lo verían —seguramente- tan claro, imbuidas como están en la vorágine del hacer. Por eso, frente a tanta mecanización y al exceso de positividad, que hace que el hombre termine con sus sentires y cavilaciones de hombre, nuestro pensador recuerda la inmanente religión del cansancio, de Handke, con una evocación que quiere ser ante todo un guiño hacia la Comunidad de Pentecostés.

Estos días he sabido que se está recuperando la obra de Miguel de Molinos, aragonés de Muniesa autor de la Guía espiritual; y, lo que es más sorprendente, que se ha abierto su proceso de beatificación después de tantos años de condena. Estos tiempos nuestros, tan parecidos en muchas cosas a los de Emmanuel Mounier, no piden precisamente quietismo, pero sí una militancia sensata, alimentada de interioridad y de silencio, que son pilares para generar lucidez y contrarrestar el estruendo del mundo, pues ya lo decía el propio Mounier y lo dejó escrito en El personalismo: "Dios es silencioso, y cuanto vale en el mundo está henchido de silencio" (12)

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Notas:

1) Byung-Chul Han, La sociedad del cansancio, Herder, Barcelona, 2012, p.14

2)Ibíd., p.31

3)Ibíd., p.32

4) El caballero andante tiene que saber de todo, no para sí mismo, sino para ayudar a otros deshaciendo entuertos y socorriendo a los débiles. Véase el capítulo XVIII de la Segunda parte de El Quijote, donde Cervantes habla de las muchas escuelas que ha de cursar
el verdadero caballero andante.

5) Ibíd., p.34g

6)Ibíd., p.35

7)F. Nietzsche, Humano, demasiado humano, Akal, Madrid,2007, p.180

8) Ibíd., p.47

9) Ibíd., p.73. Véase P. Handke, Ensayo sobre el cansancio, Alianza, Madrid,2006

10) Ibíd., p.75

11) Ibíd., p.72

12) Emmanuel Mounier, Le personnalisme, Presses universitaires de France, París, 1949, p.79



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