Sepulcros blanqueados

Cuidaos de los falsos profetas vestidos de ovejas

2015-06-11

Nadie del gremio católico podría defender o excusar a esos sacerdotes pederastas o...

Autor: José Mars

El papa Benedicto XVI, refiriéndose al tema de la pedofilia de algunos sacerdotes, que viene al caso a propósito de la orden que el Papa Francisco acaba de dar: la creación de un tribunal especial para juzgar a los obispos por el mal manejo de los casos de abuso sexual clerical; expresó públicamente camino a Lisboa, en mayo de 2010 -hace poco más de 5 años-,  con valentía, humildad y sinceridad, que "los enemigos más severos están dentro de la Iglesia".

Cito textualmente lo que en aquella ocasión expresó, cuando algunas denuncias de abusos sexuales de clérigos se daban a conocer a la opinión pública.

"Los ataques al Papa y a la Iglesia no sólo vienen del exterior, sino que los sufrimientos de la Iglesia proceden de dentro, del pecado que existe en la Iglesia. Esto se ha sabido siempre, pero hoy lo vemos de forma aterradora: que la persecución más grande a la Iglesia no procede de enemigos externos, sino que nace del pecado en la Iglesia. Y, por tanto, la Iglesia tiene una profunda necesidad de aprender la penitencia, de aceptar la purificación, de aprender el perdón, pero también la necesidad de justicia. El perdón no sustituye a la justicia.

En unas cuantas líneas Benedicto XVI subrayó e hizo enfasis en la necesidad de "purificar a la iglesia de los enemigos que están dentro de ella". Asi pues, el Papa Francisco, su sucesor, está llevando a cabo esta labor sin contemplación ni consideración alguna, tal como lo demuestra con hechos.

Nadie del gremio católico podría defender o excusar a esos sacerdotes pederastas o pedófilos que traicionaron su apostolado y sus deberes morales para con sus feligreses. Pero, la injustificable conducta de esos hombres que se corrompieron no es motivo para descalificar o censurar a todos los que integramos y somos parte de la Iglesia Católica, la Iglesia de Jesucristo, quién precisamente fustigo en su época a aquellos religiosos que habían convertido el templo destinado a honrar a Dios en un mercado. Recordemos este pasaje del Nuevo Testamento que nos narra la Biblia: "Llegando a Jerusalén, y entrando en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y a los que compraban en el Templo; volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas y no permitía que nadie transportase cosas por el Templo. Y les enseñaba, diciéndoles: "¿No está escrito: Mi casa será llamada Casa de oración para todas las gentes? ¡Pero vosotros la tenéis hecha una cueva de bandidos!". Así, vemos como,  tanto en aquella época como ahora, la historia se repite de manera diferente pero en circunstancias afines, donde la traición a los ideales y dogmas de la doctrina de Dios, revelada por Jesucristo y testificada por la iglesia católica, es el común denominador. 

La iglesia en sí es el rebaño que Jesucristo cito en varias ocasiones en diversas parábolas que predicó y del que Él es el pastor y nosotros sus ovejas. No solo hace esa analogía, nos advierte sobre la importancia de estar en guardia para no ser seducidos  por los engañadores. Para ello utiliza la figura de los lobos vestidos de ovejas: "Cuidaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? (Mateo 7:15)

Los feligreses, como ovejas, debemos estar atentos para distinguir a los lobos que se introducen dentro del rebaño, y eso ha hecho falta en las ocasiones en que los lobos se internaron dentro, en las que los falsos profetas se introdujeron dentro de la iglesia. Quien mejor para saberlo que los "auténticos" pastores. Los primeros que también debieron haberlo sabido e identificarlos oportunamente fueron precisamente las mismas victimas,  cuyo silencio, por las razones que hayan sido y que no vamos a juzgar, propicio la expansión y los grados extremos que vinieron a saberse después de mucho tiempo.

La iglesia Católica nos reúne a todos como ovejas en el rebaño de Jesucristo. El sumo pontífice, como sucesor de Pedro, es nuestro pastor aquí en la tierra.

Nadie del gremio católico podría defender o excusar a esos sacerdotes pederastas que traicionaron su apostolado y sus deberes morales para con sus feligreses. Pero, la injustificable conducta de esos hombres que se corrompieron no es motivo para descalificar o censurar a toda la iglesia, como lo hacen los detractores que  denotan su propósito de desprestigiarla y restarle autoridad moral. Olvidan que este delito no es privativo de sacerdotes católicos, sino que acontece en muchos sectores de la sociedad.

¿Qué clase de prensa es ésta que da cabida a los críticos tendenciosos que se gozan en atacar a la Iglesia Católica? Según éstos todos los sacerdotes católicos son sospechosos. ¿Es ésta una actitud honesta y ética? ¿Es justo este trato a los que son inocentes y que son la mayoría?

¿Es acaso válido que condenemos a todo el Islam por las acciones del terrorista Osama Bin Laden debido al ataque sanguinario que ordenó para derrumbar las Torres Gemelas, en Nueva York; o por las atrocidades que comete el Estado Islámico? ¿Condenamos a todos los alemanes por el genocidio que Hitler causó a los judíos en su época? ¿Condenamos a todos los judíos por la crucifixión de Jesucristo? ¿Condenaron anteriormente a la Iglesia Católica por la traición de Judas a Jesucristo?

Ni la traición de Judas, como tantas otras, destruyó el rebaño que dejó Jesús y después de dos mil años sigue existiendo, creciendo y desarrollándose. ¿No será entonces que los ataques "tienen por objetivo minar la credibilidad moral de la Iglesia en la opinión pública?

Nada hay oculto a los ojos de Dios. Éste es el mensaje y la lección que aprendemos del caso de los sacerdotes pederastas que han sido descubiertos a raíz de la purificación que lleva a cabo la iglesia, a excepción de las demás sectas religiosas. Aquí vemos cumplida una más de las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo: "Porque no hay nada oculto que no deba ser revelado y nada secreto que no deba manifestarse". (Marcos 4,21-25)



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