Internacional - Política

El Senado de Brasil destituye a Dilma Rousseff

2016-08-31

El Senado de Brasil votó 61-20 para condenar a Rousseff por cargos de que ella usó...

Paulo Trevisani y Reed Johnson, The Wall Street Journal

BRASILIA—Dilma Rousseff, ex guerrillera de izquierda que desafió a una dictadura pero que como presidenta fue acosada por problemas económicos y un clima político fragmentado, fue removida de su cargo el miércoles tras un juicio político que ella condena como un golpe de Estado.

Lejos de poner fin a la crisis política que afecta a Brasil desde hace meses, la destitución de Rousseff deja a los nuevos líderes del país frente a una economía en ruinas y un electorado enojado y dividido.

El Senado de Brasil votó 61-20 para condenar a Rousseff por cargos de que ella usó maniobras ilegales de contabilidad para ocultar un creciente déficit presupuestario, considerado un motivo de juicio político en una nación con una historia de hiperinflación y mala gestión fiscal. Se necesitaban dos tercios de los 81 senadores de Brasil, o 54 votos, para retirar a Rousseff del poder.

El resultado era ampliamente esperado, aunque sólo en parte debido a la evidencia legal en su contra. Mucho antes de que la fase final del juicio se iniciara la semana pasada, el gobierno de Rousseff había sido trastornado por una recesión brutal y un escándalo de corrupción masiva de la empresa petrolera estatal que astilló su base política y devastó su apoyo popular. Su partida marca un final humillante para la primera presidenta mujer de Brasil, y cierra 13 años de gobierno del izquierdista Partido de los Trabajadores.

El presidente interino Michel Temer, quien se desempeñó como vicepresidente y fue uno de los muchos ex aliados que abandonó a Rousseff, completará el mandato, que se extiende hasta finales de 2018.

Incluso antes de la votación del miércoles, los enemigos políticos de Rousseff aclamaron inminente destitución como un repudio a la corriente de izquierda que se extendió a través de muchos países de América del Sur en la primera década del nuevo siglo.

El senador Ronaldo Caiado, del partido de derecha Demócratas, dijo que la destitución de Rousseff fue un repudio al Partido de los Trabajadores y al predecesor y mentor de Rousseff, Luiz Inácio Lula da Silva, ex obrero metalúrgico que se convirtió en presidente en 2003 y se dedicó a ampliar programas sociales para ayudar a los ciudadanos más pobres de Brasil.

Sin “este grupo populista, bolivariano y corrupto”, dijo Caiado, “la sociedad será capaz de respirar con facilidad, incluso conociendo las dificultades económicas [y] el nivel de desempleo”.

Pero otros dicen que la ascensión de Temer no va a aplacar a un público inquieto y harto con el status quo político y la corrupción generalizada en todos los partidos. Su Partido Movimiento Democrático Brasileño se encuentra entre los contaminados por el escándalo de corrupción en Petróleo Brasileiro SA, o Petrobras, como se conoce a la empresa estatal petrolera. Temer fue abucheado en las ceremonias de inauguración de los últimos Juegos Olímpicos en Río de Janeiro.

“El sentimiento de ‘que se vayan todos los bandidos’ de la política no va a ser saciado por la destitución de Dilma”, dijo Matthew Taylor, profesor de la Universidad Americana de Washington y una autoridad en la política brasileña. “La sensación de que el juicio se realizó en las sombras da una especie de sabor amargo a todo el proceso”, dijo.

De hecho, muchos brasileños creen que la caída de Rousseff tiene menos que ver con los cargos oficiales que con su mal manejo de la economía más grande de América del Sur, que pasó de un crecimiento del PIB del 7,6% en 2010, cuando fue elegida por primera vez, a la peor recesión desde la Gran Depresión durante su segundo mandato.

El crédito fácil, los subsidios a la energía y otras medidas de estímulo con las que el gobierno de Rousseff capeó la recesión global ayudaron a elevar la inflación a dos dígitos, y en última instancia empeoraron la caída de Brasil cuando se eliminaron. La economía del país se contrajo 3,8% el año pasado y se espera que se contraiga otro 3,2% este año.

Rousseff también se vio afectada por el escándalo de Petrobras, un caso de manipulación de licitaciones y de sobornos en el que políticos y contratistas se pusieron de acuerdo para saquear miles de millones de dólares del gigante petrolero. Petrobras pasó a tener pérdidas de casi US$30,000 millones en 2014 y 2015, en gran parte debido a los sobornos y contratos inflados, y una extensa investigación ha derrocado a decenas de poderosos ejecutivos y políticos.

Entre estos últimos se encuentra el enemigo más implacable de Rousseff, el ex presidente de la Cámara de Diputados Eduardo Cunha, que ha sido acusado de embolsarse millones en sobornos vinculados a los contratos de Petrobras. Cunha fue el guardián legislativo que permitió que el proceso de destitución contra Rousseff avanzara en diciembre, el mismo día que sus aliados en el Partido de los Trabajadores se rehusaron a apoyarlo contra una investigación ética adelantada por la Cámara. Cunha ha negado haber actuado mal.

En su testimonio ante el Senado el lunes, Rousseff dijo que el proceso de juicio político fue pura venganza política. Dijo que Cunha y sus otros adversarios estaban enojados porque ella no hizo uso de su influencia para detener la investigación en su contra.

Aunque Rousseff estuvo al frente de la junta directiva de Petrobras cuando tuvo lugar gran parte de los hechos ilícitos, la investigación no ha producido ninguna evidencia de que ella personalmente se haya beneficiado de la estafa, a diferencia de muchos legisladores que apoyaron la destitución.

“He pagado un precio muy alto”, dijo Rousseff durante su dramática aparición el lunes ante el Senado. “Todo el mundo sabe que yo no me he enriquecido en la función pública, que yo no he robado dinero público para mi beneficio”.

Rousseff es la segunda mandataria de Brasil que es sometida a juicio político desde 1992, y la quinta de ocho presidentes electos desde 1950 que no terminaron sus mandatos.

La votación del miércoles probablemente representa el fin de la inusual carrera política de Rousseff, de 68 años de edad. A principios de la década de 1970, durante la dictadura militar, fue interrogada y torturada por ser miembro de una facción de la guerrilla urbana. Cuidadosamente seleccionada por su popular predecesor, Da Silva, Rousseff fue una leal tecnócrata que nunca tuvo cargos de elección popular antes de ganar su primer período presidencial en 2010.

El estilo personal de Rousseff, que incluso algunos aliados han descrito como imperioso e inflexible, también le costó su apoyo. Le faltaba el toque popular, los instintos y las conexiones profundas del extrovertido Da Silva, pasivos que han hecho que sea más fácil para sus antiguos aliados abandonarla cuando los vientos políticos cambiaron.

Rousseff se mantuvo desafiante durante todo el proceso de juicio político, protestando su inocencia y denuncia de sus acusadores.

“Pude haber cometido errores, pero he cometido ningún crimen”, declaró a principios de este año. “Nunca dejaré de luchar”.



JMRS