Nacional - Población

Los pesares y miedos siguen en Oaxaca 

2017-09-18

A 10 días del devastador movimiento telúrico del pasado 7 de septiembre, antes de la...

   
(ANSA) - CIUDAD DE MEXICO, 17 SET - La tierra en el estado sureño de Oaxaca, el que alberga una mayor población indígena en México y el más golpeado junto con el de Chiapas, en la empobrecida franja meridional del país, sigue moviéndose mientras las condiciones de muchos damnificados empeoran.
    
El presidente Enrique Peña, que realizó una nueva visita el sábado a la zona de desastre, acortando su participación en los festejos por la Independencia Nacional, redujo la cifra de damnificados de más de 2 millones a sólo 300,000, pero aún así la estadística sigue siendo impresionante.
    
A 10 días del devastador movimiento telúrico del pasado 7 de septiembre, antes de la medianoche, que también causó gran alarma en la Ciudad de México y sus alrededores, ocurrió otro temblor, de 5,5 grados, sólo superado por una réplica inicial de 6,1 grados registrada el pasado día 8. Los expertos descartan que se trate de otra réplica, porque el epicentro se ubicó a 56 kilómetros al sur de la ciudad de Oaxaca, mientras que el del terremoto mayor, el más potente en un siglo, se produjo en Pijijiapan, estado de Chiapas, cerca de la frontera con Guatemala.
    
Los pobladores del Istmo de Tehuantepec, la franja más angosta del territorio mexicano, donde se ubican Juchitán, cuya alcaldía y parte de una Iglesia se vinieron abajo, y Matías Romero, donde colapsó un hotel, siguen siendo rehenes del miedo, pues se contabilizan hasta ahora más de 2,000 réplicas del temblor inicial.
    
Adicionalmente, las fuertes lluvias derivadas del huracán Max, que entró la semana pasada por el centro veraniego de Acapulco, estado de Guerrero, vecino a Oaxaca, han hecho más complicada su situación, pero se niegan a ir a los albergues y prefieren permanecer al lado de sus casas en ruinas por temor al pillaje.
    
Los damnificados de Oaxaca, la mayoría de la etnia zapoteca, una de las más numerosas del estado, junto con la mixteca, aunque los afectados pertenecen también a grupos más pequeños como los mixes, están urgidos no sólo de que les llegue la ayuda sino de que comience la reconstrucción de sus casas.
    
No obstante, en amplios vecindarios donde cayeron la mayoría de las casas ni siquiera se han iniciado las labores de limpieza, sino sólo el llamado "censo".
    
Aún los que viven en refugios como escuelas, templos o canchas deportivas, que pueden alimentarse y disfrutar de abrigo, reflejan preocupación en sus rostros porque están ansiosos por regresar a sus casas para reiniciar su vida.
    
"Aún no me siento segura de entrar a mi casa, porque sufrió daños, partes del techo se colapsaron, hay grietas, existen columnas rotas y eso que la casa es nueva", afirmó Sandra, citada por el diario El Universal.
    
"Me despierto con cada sacudida. Ya me duele la espalda de tanto dormir en el suelo, aunque sea en colchoneta que me regalaron. Ojalá y esto termine pronto para comenzar de nuevo", señaló.
    
Localidades como Ixtaltepec, Unión Hidalgo, Chicapa de Castro, San Mateo del Mar, San Dionisio del Mar y Santa Francisco del Mar, algunas de ellas sólo comunicadas por mar, muchos siguen durmiendo a la intemperie y se organizan para mantener alejados a los intrusos con guardias de vecinos.
    
Cada vez que tiembla, los habitantes de zonas como Unión Hidalgo, ven caer más fragmentos de sus casas, que parece que de un momento a otro colapsarán totalmente, y los más afortunados duermen en las habitaciones menos dañadas, pero siempre con el temor de que una nueva sacudida podría aplastarlos.
    
"A mí me duele mucho. No quisiera perder mi casa más de lo que ya la perdí, porque yo no tengo el recurso suficiente para poder levantarla nuevamente", señaló Petrona, al diario Reforma.
    
"Yo lo único que le pido al Gobierno de México es que nos apoye, por favor. Que se toque el corazón, que nos construya una casita", señaló.
    
Sin embargo, autoridades municipales les avisaron que sólo les construirían pequeñas viviendas de 50 metros, y no de 150 o 200 como son las tradicionales, que les permiten amainar el intenso calor de la zona.
    
Aún así, piensan que eso es mejor que quedarse en la calle e incluso dudan que puedan ver otra vez su casa en pie como antes.



yoselin
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