Para Reflexionar en Serio

Entre "lentejas y Dios"

2009-10-12

En realidad, el joven rico del que habla el evangelio, como tú y como yo, amado y llamado a...

Monseñor Santiago Agrelo OFM, arzobispo de Tánger

TÁNGER,  (ZENIT.org).- Publicamos la meditación que ha escrito para este domingo monseñor Santiago Agrelo OFM, arzobispo de Tánger.

Suponía que éramos más avispados que el bueno de Esaú, el hermano ‘rojillo' de Jacob, quien, más por tonto que por agotado, había malvendido, por un potaje de lentejas, sus derechos de primogénito. Pero la historia pone a cada uno en su sitio, y si Esaú me parecía ridículo por su elección entre lentejas y primogenitura, empiezo a taparme la cara de vergüenza por mis opciones entre ‘lentejas y Dios'.La devaluación de Dios podríamos verla sólo así, con la sugerente seriedad del buen humor, pero nos la muerta en su desnuda maldad la estupefacta incredulidad divina, expresada en las palabras del apóstrofe: "¡Espantaos, cielos, horrorizaos y pasmaos!, porque dos maldades ha cometido mi pueblo: me abandonaron a mí, fuente de agua viva, y se cavaron aljibes, aljibes agrietados que no retienen el agua".

Algo me dice que a Esaú su plato de potaje lo dejó con hambre, y que al pueblo sediento sus muchos aljibes lo dejaron con sed.

Hoy, unidos en comunión por la fe y por la necesidad, oramos con las palabras del salmista: "Ten compasión de tus siervos. Sácianos de tu misericordia. Baje a nosotros la bondad del Señor".

Y mientras pronunciábamos la oración, la mirada buscaba ya, en la mesa de Dios, a Cristo Jesús. Él es para nosotros la compasión de Dios que nos visita, la misericordia de Dios que nos alcanza, su sabiduría que se nos ofrece y trae consigo todos los bienes.

Si consideras las palabras de tu oración, te reconoces pobre: pides como los pobres, insistes como los pobres y esperas como los pobres.

Si consideras la mesa a la que te invitan, sabes que está preparada para ti, pues en ella se te ofrece lo que tú has pedido. Pero sabes también que, si no eres pobre, la devaluarás, la depreciarás, la des-preciarás.

Porque de eso se trata, de lo que preferimos, de lo que apreciamos, tanto en la misa como en la vida.

En la escuela de la palabra de Dios comenzamos a vislumbrar que el acercamiento del hombre a la sabiduría divina no es posible si no la preferimos a cetros y tronos, a todas las riquezas, a salud y belleza. El acercamiento del hombre a Jesús de Nazaret no es posible sin una opción personal por la pobreza.

En realidad, el joven rico del que habla el evangelio, como tú y como yo, amado y llamado a seguir a Jesús, escogió todavía el viejo plato de lentejas: ¡Todos podemos ser Esaú!.



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