Para Reflexionar en Serio

Desarrollo de nuestra vida espiritual

2012-01-09

A medida que la persona avanza en el desarrollo de su vida espiritual, va descubriendo una serie de...

Autor: Juan del Carmelo

Si uno se quiere relacionar con Dios, tiene que pensar que es indispensable que ha  de desarrollar su vida espiritual. Y ello, sencillamente porque Dios es un ser que es espíritu puro, y para relacionarse con nosotros, lo que busca es nuestra alma, nunca nuestro cuerpo que de nada le sirve y cuyo valor esencial es solamente, el de ser el soporte material de nuestra alma. Dios le habla a nuestra alma, no a nuestro cuerpo y las percepciones sensoriales que nosotros podemos llegar a tener para captar y relacionarnos con Dios, son las propias de nuestra alma, no las de nuestro cuerpo. Ni con los ojos de la cara, ni con los oídos a derecha e izquierda de nuestra cabeza, podremos nunca llegar a ver, ni llegar a escuchar a Dios. Son los sentidos sensoriales de nuestra alma, unos sentidos que existen y todos los tenemos, aunque sea atrofiadamente, los únicos que pueden captar sensorialmente a Dios. Y es por ello, la gran importancia que tiene, que el hombre se preocupe y ocupe de desarrollar su vida espiritual, sin ella es imposible contactar con Dios.
 

Y cuando una persona a la edad que sea, descubre la perla evangélica (Mt 13,45-46), comienza con todo ardor a tratar de ganar, el tiempo tontamente antes había perdido, y desarrollar su vida espiritual, para abrir los ojos y los demás sentidos perceptivos de su alma, al Señor. Esta persona en la medida en que va avanzando más, va descubriendo la existencia de un mundo antes ignorado. Él va comprendiendo que el objetivo de nuestra peregrinación en este mundo, es capacitarnos para la unión eterna con Dios, y esta tarea  a medida que va avanzando, nos va llevándonos al espacio en que Dios habita en el centro de nuestro corazón. Pero para el desarrollo de esta tarea, se necesita mucho valor, voluntad y concentración de energía para anular la fuerza de nuestro yo egocéntrico, reforzadas pos las artimañas demoniacas y  así lograr en nuestro interior un espacio, para que nuestro verdadero yo surja y cobre vida en Dios.  Esto es el negarse uno a si mismo que nos recomendó el Señor, cuando nos dijo: "Entonces dijo Jesús a sus discípulos: El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la hallara. Y ¿que aprovecha al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma? ¿O que podrá dar el hombre a cambio de su alma?". (Mt 16,24-26).

A medida que la persona avanza en el desarrollo de su vida espiritual, va descubriendo una serie de realidades que le hacen transformar su antigua escala de valores, por otros, quizás ya conocidos pero no apreciados debidamente. Me refiero con esto al amor. Uno comienza a darse cuenta de la tremenda importancia que tiene el amor, que es el todo de todo. Y ello sencillamente, porque tal como reiteradamente nos manifiesta San Juan, el discípulo predilecto: "Y nosotros hemos conocido y creído en el amor que Dios nos tiene. Dios es amor, y el que vive en amor, permanece en Dios y Dios en él" (1Jn 4,16). Dios es amor, y este Amor, es el que ha genera todo, porque todo absolutamente todo, lo visible y lo invisible ha sido creado por Dios cuya esencia es el amor.
 
Y este Amor es eterno, omnipotente, omnisciente, es el generador de todas las virtudes que conocemos, y hacia las cuales hemos nosotros de tender, marginando los vicios que nuestra concupiscencia azuzada por el demonio nos demanda. Fruto de este Amor es la humildad, que es la reina de todas las virtudes, sin ella y  si en ella, no nos apoyamos, cualquier virtud será falsa. Lo nuestro aquí, para lo que estamos en esta peregrinación mundana, es probar nuestra capacidad de amor, pues nada de lo que aquí abajo realicemos por bueno y meritorio que nos parezca, de nada nos vale, ni nos valdrá el día de mañana, si no se realiza en función del amor debido al Señor.
 
Y a sensu contrario, tenemos la antítesis del amor que es el odio, que es la esencia de satanás. El odio genera toda clase de vicios, antítesis de virtudes. Y así como la humildad es la madre de toda virtud, la antítesis de la humildad es la soberbia, que a su vez es ella también la madre de todos los vicios. Nuestra vida aquí abajo es o al menos debe de ser para aquellos que amen al Señor, una continua lucha,  para evitar los vicios y tratar de adquirir virtudes y en el desarrollo de esta lucha, es fundamental tener una vida interior o vida espiritual adulta, porque las armas que esto nos proporciona, nos permite vencer con más facilidad al enemigo. Pero ¡ojo! Nunca llegaremos a derrotarlo totalmente, siempre estará al acecho empleando nuevas tácticas de ataque. Por ello San Pedro nos dejó dicho: "Sed sobrios y vigilad, que vuestro enemigo el diablo, como león rugiente, anda rondando y busca a quien devorar, resistidles firmes en la fe". (2Pdr 5,8).
 
Otras de las realizaciones que se alcanzan con el desarrollo de la vida espiritual, es la paz espiritual y un máximo de la escasa felicidad, que este mundo. Nosotros hemos sido creados, para gozar eternamente de una felicidad, ciertamente desconocida, pues ella tiene su asiento en el orden del espíritu, y la que aquí podemos alcanzar es de orden material. Y es sabido que el orden espiritual, es superior al orden material que es inferior, pues fue el Señor, Espíritu puro, quien creó la materia, y no fue la materia la que creó el orden espiritual. El universo todo ese conjunto de materia, que nuestra vista no alcanza a ver ni dominar y que sus distancias las medimos en millones de años luz, fue creado por Dios, con carácter antrópico, es decir, todo el universo ha sido creado por Dios para el servicio del hombre, porque el hombre es la cumbre de la creación divina.
 
Lo que nosotros en este mundo en que vivimos, llamamos felicidad, es una pobre caricatura de la felicidad que nos espera. Primeramente consideremos, que la felicidad que problemáticamente podamos hallar en esta vida, es siempre de carácter material. Por otro lado una felicidad para que sea perfecta no ha de tener límites de duración en el tiempo. Acaso alguien conoce en esta vida, una felicidad que le haya durado toda su vida. Asimismo, la felicidad terrenal continuada, termina creando un hastío, una hartura que acaba produciendo aversión. Solo sobre la base del amor a Dios, es posible llegar a vislumbrar en esta vida, algo de lo que nos espera que tal como dijo San Pablo: "Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni la mente del hombre, pudo imaginar, cuales cosas tiene Dios preparadas para los que le aman". (1Co 2,9).
 
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.



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