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2012-07-08

Sólo su decisión deliberada, querido lector, su determinada determinación de...

Autor: Luis Lopez-Cozar

En la revista el "Eco de Medjugorje" apareció el testimonio de la conversión de un psicólogo protestante. El Padre Slavko le preguntó qué había provocado esa decisión suya de hacerse católico:

"Ahora estoy convencido de que aquí se aparece la Virgen" y ello por tres razones: "Porque Ella es muy puntual en sus apariciones; porque dice cosas simples, y porque se aparece todos los días".

Justamente, le replica el P. Slavko, ésas son las cuestiones que más dificultades le provocan a los teólogos para aceptar Medjugorje. "Pues precisamente, veo - dice el psicoterapeuta- las angustias y los trastornos que hoy provocan la ausencia de la madre en su seno natural, la familia".

Ahondando en esta idea....

Los peligros de la era nuclear en que vivimos son signos exteriores de otra fuerza interna mucho más terrible, explosiva, destructora y atomizadora. La vida psíquica de pensamientos, impulsos, instintos, emociones y sentimientos descontrolados que se dan en el hombre moderno, su proceder y deseos inconfesados, sus prisas, preocupaciones y quebrantos nerviosos son más amenazadores para la paz que la bomba atómica.

Cada día nos vemos expuestos a impresiones explosivas en en el trabajo, en internet, radio y televisión. La economía y la vida social se van complicando hasta llegar a situaciones explosivas. El vivir en el marco de 24 horas se hace cada día más y más difícil por los mil detalles embarazosos a los que hay que atender. Tan fuerte y tan terrible es la presión que esto ejerce en nuestra mente, que para muchos la vida se asemeja una explosión tras otra. Sí, puedo decir que todos estos síntomas se dan en los lugares del mundo adónde Dios me ha llevado en estos últimos años.

En nuestro pensar ya no hay aquella calma socrática en que las ideas se suceden ordenadas y gradualmente, ni aquel recibir con nitidez, paz y alegría las impresiones con que el mundo de los colores, de las formas y de los sonidos nos enriquecen, nos alegran, nos tranquilizan. Apenas nos damos cuenta de lo que vemos u oímos, porque tenemos la mente ocupada con ambiciosos proyectos, con tristezas y preocupaciones. Hemos cambiado la ecuanimidad clásica, la vida contemplativa, por una vida con tumulto de imágenes e ideas que se agolpan en nosotros, sin poderse grabar ni asentar en la mente, sin paz para concentrar la atención en una cosa sola. De ahí tanta confusión, nerviosismo, cansancio cerebral, inquietud, insomnio... y "mala leche".

En cuanto a la vida volitiva de deseos y decisiones, ya no vemos a aquellas personalidades con normas fijas, que nos tranquilizan porque sabemos a que atenernos con ellas. La sociedad valora a la personas cambiantes, ágiles, "inteligentes", que quedan y desquedan con toda facilidad, pero que sin embargo no nos dan ninguna sensación de seguridad. Se desprecia a los previsibles, a los que saben ser fieles a la palabra dada, a los que son puntuales, a los que cumplen. Por poner un caso, durante más de 20 años pude tratar a una de las personas que más bien ha hecho a mucha gente en Madrid, al P. Jorge de la Cueva. Quizás la persona más ocupada que he conocido nunca. Pues he de decir que en muy contadas ocasiones llegó tarde a una cita. Su respeto hacia el prójimo era absoluto.

Vivimos en una multiplicidad de impulsos incoherentes o de deseos inmoderados, procedentes de las excitaciones externas o del instinto desenfrenado, que eliminan la decisión deliberada, van produciendo la indecisión, la abulia, la inconstancia, la saturación, el bloqueo, cuya consecuencia más grave es el indiferentismo por los demás. ¡Qué pocas personas responden hoy en día e-mails o contestan el telefono!... (Deje su mensaje...)

Vida agitada y bulliciosa, pero desaprovechada y anárquica. Vida en que no se sabe descansar reposadamente, ni querer de veras, ni dominar los sentimientos y el instinto sexual. Vida, en fin, en que no se sabe ser íntimamente feliz, vida que a lo sumo sirve para encubrir la tristeza y el vacío, con un montón de actividades.

Lo estamos viviendo, sin reflexión, sin contemplación, cada día se proponen nuevas medidas económicas de aurora boreal, que no frenan la violencia financiera que asola España. Se dan números escalofriantes que no hacen más que crear ansiedad, tristeza y depresión en las personas, porque nada es suficiente. Empezamos a desconfiar de todo. Sí, nos estamos  hundiendo más psicologicamente que económicamente. Nuestros dirigentes públicos se empeñan en mantener las leyes que están extinguiendo a esta sociedad, se empeñan en rescatar un modelo de "estado del bienestar", que sigue asesinando niños sin parar, que nos ha robado la vida de nuestras almas.

Por su parte, la Reina de la Paz, la Madre, viene a llenar los vacíos de amor que está provocando la sociedad del "bienestar", viene a cuidar a sus hijos, a rescatarlos del mal, a llevarlos hasta el Salvador. Y para ello viene todos los días, a decir cosas fundamentales de un modo simple, para todos - porque Ella es la Madre de todos -, lo lleva haciendo durante 30 años. Viene a enseñarnos a caminar - paso a paso-, y a asegurarnos, con su puntualidad, que está con nosotros:

"Yo ya os he dicho, hijos queridos, que os he escogido de modo particular, así como sois. Yo soy la Madre que ama a todos. En los momentos en que os encontréis en dificultad, no temáis porque os amo. Os amo aún cuando estéis alejados de mi Hijo y de Mí. Os lo ruego, no permitáis que mi corazón llore lágrimas de sangre por las almas que se pierden en el pecado. Por eso pequeños niños, ¡orar, orar, orar!".

Las medidas urgentes a tomar no son las que propone el mundo, sino otras querido lector, y el tomar esas otras medidas está en sus manos. Usted es el único responsable si no las toma.

Sólo la Contemplación de Aquel que nos ama con locura, nos devolverá el equilibro afectivo y orgánico, nos devolverá la confianza, la seguridad y la esperanza, capaces de cambiar el mundo, capaces de irradiar alegría, bondad y amor, haciendo desaparecer de nuestra alma la ira, el temor, la desconfianza en el futuro, la tristeza.

Sólo su decisión deliberada, querido lector, su determinada determinación de amar a Dios sobre todas las cosas, de forma ininterrumpida, con toda su alma, con todo su ser, es lo que le salvará, es lo que nos salvará.



EEM