Vidas Ejemplares

San Juan Pablo II

2014-04-19

El 16 de octubre de 1978 el cardenal Wojtyla es elegido Papa con el nombre de Juan Pablo II,...

Autor: Jorge López Teulón

1. KAROL JOZEF WOJTYLA,

Comencemos con una visión sintética de la trayectoria vital de san Juan Pablo II.
 
Karol Wojtyla nació en Wadowice (Cracovia), el 18 de mayo de 1920. El día de su bautismo, el 20 de junio, recibe los nombres de Karol Jozef. Tras los estudios primarios, cursó Literatura en la Universidad de Cracovia. Durante la segunda guerra mundial trabajó cuatro años como obrero, primero en las canteras de Zakrzówek y después en la fábrica de productos químicos "Solvay". Durante este tiempo y, de forma clandestina, proseguía sus estudios de Teología por haber sido cerrado el seminario de Cracovia en el que había ingresado en 1942. Recibe la ordenación sacerdotal el 1 de noviembre de 1946. Se doctora en el Pontificio Ateneo "Angelicum" (actual Universidad Pontificia de Santo Tomás), que la Orden de Predicadores tiene en Roma, con una tesis sobre San Juan de la Cruz, bajo la dirección del sabio dominico francés Garrigou-Lagrange.
 
En 1949 regresa a Polonia y comienza a trabajar como consiliario de los jóvenes estudiantes católicos en la Universidad de Cracovia. Dedica sus esfuerzos al estudio de la Filosofía. Más tarde accede a la cátedra de Ética de la Universidad de Lublin y después imparte la misma materia en la Facultad Teológica de la Universidad de Cracovia.
 
Colaborador del cardenal Wyszynski, Pío XII le consagró, en 1958, obispo titular de Ombi. En 1964 fue promovido al Arzobispado de Cracovia por Pablo VI; creándole Cardenal en el consistorio del 26 de junio de 1967. Participó en las cuatro sesiones del concilio Vaticano II y en todas las Asambleas del Sínodo de los Obispos. Fue Vicepresidente de la Conferencia Episcopal Polaca.
 
El 16 de octubre de 1978 el cardenal Wojtyla es elegido Papa con el nombre de Juan Pablo II, convirtiéndose en el primer Pontífice no italiano desde 1523.  Fue el Papa que condujo a la Iglesia de Cristo los últimos 22 años del segundo milenio y los primeros años del segundo milenio.
 
En sus largos y fecundos años de pontificado,  batió varios récords en la historia de los Papas. Entre ellos, el beato Juan Pablo II  ha sido el que más países ha visitado y más miles de kilómetros ha recorrido para sus visitas apostólicas.  Otro récord, las páginas de sus enseñanzas: encíclicas, exhortaciones apostólicas, mensajes, catequesis, discursos, etc.
 
Su última  y  más espléndida página fueron sus últimos días en este mundo, que toda la humanidad siguió día a día, y su santa muerte, el 2 de abril de 2005. Jamás vio Roma tantos cientos de miles de asistentes -sobre todo, jóvenes llegados de todo el mundo- para dar su último adiós al llorado Papa, al que aclamaron con pancartas y vítores: "¡Santo subito!".

El 14  de enero de 2011,  su sucesor, Benedicto XVI promulgó el Decreto por el que se reconoce la santidad del Siervo de Dios Juan Pablo II y se fija la fecha de su beatificación: 1 de mayo de 2011, Domingo de la Divina Misericordia.

Finalmente, el 30 de septiembre de 2013 el papa Francisco decretó que los beatos Juan XXIII y Juan Pablo II fuesen inscritos en el catálogo de los Santos el 27 de abril del próximo año 2014, segundo domingo de Pascua, día dedicado a la Divina Misericordia.

2. GRACIAS, MAMÁ EMILIA
 
Emilia pertenecía a una familia de clase media en un país europeo que sufría estragos y carestías después de una prolongada guerra nacional. Hambres y epidemias amenazaban a toda la población. Emilia desde pequeña había tenido una salud algo delicada. En 1904 contrajo matrimonio con un joven oficial del 56 Regimiento de Infantería, y se establecieron en una población lejos de familiares y conocidos. Poco tiempo después nació su primer hijo, Edmund, buen estudiante, atleta y con gran personalidad. Unos años más tarde, Emilia dio a luz una niña, que sólo vivió varias semanas antes de fallecer.

Catorce años después del nacimiento de Edmund y a casi diez de la muerte de su segunda hija, Emilia se encontraba en una situación particularmente difícil. Tenía cerca de cuarenta años y su salud no había mejorado: sufría severos problemas renales y su sistema cardíaco iba debilitándose poco a poco debido a una afección congénita. Por otra parte, la situación política de su país era cada vez más crítica, tras haber finalizado la Primera Guerra Mundial. Vivían con lo indispensable y con la incertidumbre y el miedo de que estallase una nueva guerra.
 
Y justamente en esas terribles circunstancias, Emilia se dio cuenta de que nuevamente estaba embarazada. A pesar de que el acceso al aborto no era sencillo en esa época, existía la opción. Su edad y su salud hacían del embarazo un alto riesgo para su vida. Además su difícil circunstancia le hacía preguntarse: ¿Qué mundo puedo ofrecer a este pequeño? ¿Un hogar pobre? ¿Un pueblo en guerra? ¿Vale la pena que le dé la vida?
 
Si a nosotros nos tocara juzgar la conveniencia del nacimiento del hijo de Emilia, tendríamos que tener en cuenta que las desgracias familiares se sucederían sin parar: Emilia desconocía que sólo le quedaban nueve años de vida a causa de sus problemas de salud. Que trágicamente, también Edmund[1], el único hermano del bebé que esperaba, viviría sólo dos años más. Y que algunos años más tarde, al principio de la Segunda Guerra Mundial, perdería también a su padre. A este niño le esperaba una vida en completa orfandad: ni su padre, ni su madre, ni su único hermano podrían acompañarle en medio de las condiciones espantosas de la Segunda Guerra Mundial que estaban por venir.
 
¿Para qué traer al mundo a un niño que desde el momento de nacer conocería el sufrimiento? ¿Qué futuro podía ofrecérsele? ¿No sería una insensatez llevar adelante este embarazo? Estas serían algunas de las preguntas que cualquier mujer se haría en la situación de Emilia. Hoy, en pleno siglo XXI, este niño seguramente sería una víctima del aborto.
 
Afortunadamente, Emilia optó por la vida de su hijo, a quien puso el nombre de Karol, aunque los suyos lo llamaban Lolek. Ese niño, que murió anciano, cada vez que visitaba algún país y pasaba por sus calles -nosotros mismos todavía conservamos esta imagen en nuestras retinas- millones de gargantas entusiasmadas le gritaban: ¡Juan Pablo II, te quiere todo el mundo!
 
Hermanos y hermanas -grita la voz del que ha podido nacer-: ¡No tengáis miedo! Con frecuencia el hombre actual no sabe lo que lleva dentro, en lo profundo de su ánimo, de su corazón. Muchas veces se siente inseguro sobre el sentido de su vida en este mundo invadido por la duda que se transforma en desesperación. Vosotros, todos los que todavía buscáis a Dios y también vosotros, los que estáis atormentados por la duda: ¡No tengáis miedo![2]

[1] George WEIGEL, Biografía de Juan Pablo II. Testigo de esperanza, págs. 37-72 (Barcelona 1999). Esta es la mejor y más completa biografía del Papa. Allí se nos dice que Edmund había nacido el 26 de agosto de 1906. En 1930 obtuvo el título de doctor en ciencias médicas. Practicó su profesión en el hospital de Bielsko. El joven doctor contraería la escarlata de uno de sus pacientes. El 5 de diciembre de 1932 falleció el hermano mayor de Lolek. La inscripción de su lápida afirma "víctima de su profesión, que sacrificó su joven vida al servicio de la humanidad".

[2] JUAN PABLO II, Homilía en el comienzo de su pontificado, 22 de octubre de 1978.

Segunda parte:

   3. ESTUDIO 39
 
La ciudad polaca de Wadowice estaba orgullosa de su reputación como centro regional de la cultura literaria, incluido el teatro aficionado y municipal. Las tradiciones que emergieron en períodos anteriores -recitales de poesía en casas privadas, teatros improvisados en escuelas e iglesias para la interpretación de los clásicos nacionales- florecerían durante la breve vida de la Segunda República polaca.
 
Desde otoño de 1934, o sea con sólo 14 años, Lolek empieza a actuar en producciones teatrales locales completamente fascinado por la literatura, en especial por la dramática y el teatro. Se cuenta que en una representación Wojtyla interpretó dos papeles, para lo que tuvo que memorizar en una sola noche el papel que debía haber dado vida un joven que fue castigado por una travesura escolar.
 
Cuando comienza sus estudios de filología polaca, en el curso académico de 1938-1939, ingresa en la famosa Universidad Jagelloniana de Cracovia. Junto a sus clases, nuevamente se sumerge en las actividades teatrales de la futura compañía dramática Estudio 39. Durante la guerra, Lolek formó parte de varios grupos estudiantiles que participaban de recitales de poesía y se convirtió en miembro del Circulo de Especialistas en Estudios Polacos, una organización de estudiantes que llevaba a cabo lecturas literarias, discutían la reforma del programa escolar y oponía resistencia a las restricciones sobre los judíos que estudiaban en la Jagelloniana.
 
En la Cuaresma de 1940, en plena Segunda Guerra Mundial, Wojtyla escribe un drama del Antiguo Testamento, titulado Job. Durante el verano escribe Jeremías, un drama nacional en tres actos. El 22 de agosto de 1941 se funda el Teatro Rapsódico. Se trataba de una forma de movimiento de resistencia clandestina contra la ocupación nazi, una protesta contra la exterminación de la cultura de la nación polaca en su propio suelo[1]. La productividad de Teatro Rapsódico durante la ocupación fue destacable: siete producciones en veintidós representaciones formales y más de cien ensayos. El 1 de noviembre de 1941 Wojtyla interpreta a Boleslao el Bravo, aquel rey que ordenó la muerte de San Estanislao. El título de la primera producción clandestina de la compañía Teatro rapsódico fue El rey Espíritu de Slowacki.
 
Finalmente, en otoño de 1942 es aceptado como seminarista clandestino en la archidiócesis de Cracovia. El 1 de noviembre de 1946 recibiría la ordenación sacerdotal. En el invierno de 1949 el sacerdote Wojtyla escribe su obra El hermano de nuestro Dios. Después de más de diez años, publicaría bajo seudónimo la obra dramática El taller del orfebre (1960).

4. EL TIEMPO DE NUNCA JAMÁS

El Beato Juan Pablo II, que vivió la miseria del régimen nacionalsocialista, ha ensalzado la grandeza de aquellos grandes hombres y mujeres contemporáneos suyos: judíos, cristianos y católicos. En sus muchísimas intervenciones y en la línea de sus antecesores, luchó denodadamente por conseguir la paz internacional... pero, también denunciando lo que ocurrió en los campos de concentración y elevando a la gloria de los altares a todos los que con su ejemplo supieron llevar a Cristo a la realidad de la miseria humana.
 
Desde la caída del muro de Berlín, el 10 de noviembre de 1989, fuimos testigos de una serie de cambios radicales sucedidos ininterrumpidamente: la reunificación de las dos Alemanias; la recuperación de la independencia de los Estados Bálticos; la autodisolución de la Unión Soviética; la prohibición del Partido Comunista, incluso en Rusia; el restablecimiento de la Jerarquía eclesiástica en casi todos los países ex-comunistas...
 
El golpe de Estado en la URSS, aquel 19 de agosto de 1991, fue organizado por los militares que pretendían salvar el Imperio Soviético. Su fracaso por el contrario, abrió el camino que condujo al fin de ese imperio, a su desmoronamiento y a la liquidación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Nadie creyó nunca, que el régimen totalitario comunista podría desplomarse de forma tan aparatosa.
 
Hablar de campos de concentración y de Holocausto es sinónimo de hablar de todo lo sucedido en Alemania durante la Segunda Guerra Mundial. Es hablar de Adolf Hitler, del Partido Nacionalsocialista, de Auschwitz, de Dachau, de Sachsenhausen, de Himmler... de muchos nombres propios.
 
Sin embargo, Alexander Solzhenitsin[2] refiere que a partir de 1918 Lenin ya tenía abiertos los primeros campos. El Nobel de Literatura, nos presentaba en su obra El Archipiélago de Gulag una documentada denuncia sobre la represión y sobre los campos de concentración en la U.R.S.S., después de la revolución de octubre de 1917.
 
Por eso, hablar de campos de concentración es también hablar de Joséf Stalin. Ya, el 25 de febrero de 1956, tres años después de la muerte de Stalin, el Secretario General del Partido, Nikita Kruschev, realizó un informe para el XX Congreso del P.C.U.S. presentando un análisis de las purgas masivas llevadas a cabo por Stalin. El informe secreto ofrecía también una larga relación de asesinatos cometidos contra judíos, católicos y musulmanes.
 
Allan Bullock que en 1952 publicó la más completa biografía sobre Hitler, escribió en 1991 una monumental biografía conjunta de Hitler y Stalin. En esta obra, habla de muertos prematuros para referirse a los asesinados en el período Hitler-Stalin de 1930 a 1953. El prestigioso historiador inglés calcula que entre cuarenta y cincuenta millones de personas murieron de forma violenta: en primer lugar, por las calamidades propias de la guerra, aunque, la mitad, o incluso un número más elevado murieron a consecuencia de las deportaciones, las torturas, el trato brutal en cárceles y en campos de concentración, los asesinatos, las masacres y los exterminios planificados[3].
 
Mijail Gorbachov (Privolnoye - URSS, 1931) que fue presidente de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas de 1989 a 1991 no tuvo reparo en reconocer públicamente que la intervención de Juan Pablo II fue decisiva en los acontecimientos que culminaron, en noviembre de 1989, con la caída del muro de Berlín y con todo el sistema comunista en Europa.
 
Tampoco nadie discute hoy que sin los viajes del Papa a Polonia no se podría haber puesto en marcha el llamado "efecto dominó", que, partiendo del ejemplo polaco, contagió a las demás naciones marxistas del entorno, incluida la Unión Soviética, y terminó con la dictadura.
 
En el primer viaje de Juan Pablo II a Polonia, poco después de ser elegido Papa, el 2 de junio de 1979, el nuevo Papa animó a sus compatriotas a plantarle cara al tirano.
 
Luego en septiembre de 1981, no por casualidad y gracias al apoyo moral y económico del Vaticano, se podía celebrar en los astilleros de Gdansk el primer congreso de un nuevo sindicato, original y extrañamente libre dentro del férreo mundo marxista. Había nacido "Solidarnosc" (Solidaridad).
 
Finalmente, amparándose en los nuevos aires que venían del amo soviético, Juan Pablo II apretó el acelerador y en su tercer viaje a Polonia, en junio de 1987, reclamó ya abiertamente la democracia.

[1] George WEIGEL, Biografía de Juan Pablo II. Testigo de esperanza, págs.73-174 (Barcelona 1999)

[2] Alexander Solzhenitsyn (Kislovodsk, Rusia, 11 de diciembre de 1918- Moscú, Rusia, 3 de agosto de 2008) escritor, historiador ruso y Premio Nobel de Literatura en 1970. Fue detenido en 1945 por criticar a Stalin en unas cartas privadas, que le habían sido interceptadas, permaneciendo ocho años en prisión. Desde entonces sufrió una tenaz persecución que acabaría con su expulsión definitiva de la Unión Soviética en 1974. Tras veinte años de exilio, el 27 de mayo de 1994, regresó a su país.

[3] Más lejos aún llega el análisis que presenta "El libro negro del comunismo: crímenes, terror y represión" (Editorial Planeta y Espasa, 1997). Libro escrito por un grupo de profesores universitarios y experimentados investigadores europeos y editado por Stéphane Courtois, director de investigaciones del Centre national de la recherche scientifique (CNRS), la mayor y más prestigiosa organización pública de investigación de Francia. En este trabajo se establece un primer balance numérico que aún sigue siendo una aproximación mínima, que necesitaría  de largas precisiones, permite señalar de manera directa la gravedad del tema: el total de las víctimas de la historia del comunismo se acerca a la cifra de cien millones de muertos.

 – URSS: 20 millones de muertos.

– China: 65 millones de muertos.

– Vietnam: 1 millón de muertos.

– Corea del Norte: 2 millones de muertos.

– Camboya: 2 millones de muertos.

– Europa Oriental: 1 millón de muertos.

– América Latina: 150.000 muertos.

– África: 1,7 millones de muertos.

– Afganistán: 1,5 millones de muertos.

– Movimiento comunista internacional y partidos comunistas no situados en el poder: una decena de millares de muertos.

Más explícito y reciente es "El libro rojo de los mártires chinos" editado por Gerolamo Fazzini (Ediciones Encuentro, 2006). El libro recoge excepcionales documentos que han sido escritos por diferentes autores y en distintos tiempos y recorren cuatro decenios cruciales de la historia contemporánea china (de los años 40 hasta 1983). Son la memoria de personas que han probado en sus propias carnes hasta qué punto puede llegar la violencia de un poder ciego por la ideología más mortífera -todas lo son- del siglo XX: el comunismo.

5. 16 DE OCTUBRE DE 1978

El verano de 1978 es conocido como "el verano de los tres papas". El 6 de agosto moría el papa Pablo VI. El 26 de agosto, en el LXXX Cónclave de la historia de la Iglesia, fue elegido el Cardenal Albino Luciani. El hasta entonces Patriarca de Venecia tomó el nombre -en recuerdo de sus dos antecesores- de Juan Pablo I, aunque popularmente fue conocido como el "Papa de la sonrisa". Juan Pablo I apareció y desapareció como un ángel bíblico señalando a la Iglesia un camino lleno de luz y serenidad.
 
Fue encontrado muerto en su lecho. No es desvelar ningún secreto el recordar que a Juan Pablo I, "sin misterios demagógicos ni truculencias más o menos interesadas", le falló el corazón. Su pontificado fue el más breve de este siglo. Al "Papa de los 33 días" le sucedería el 16 de octubre, de ese intenso año de 1978, un hijo de Polonia: el Cardenal de Cracovia, Karol Wojtyla. El primer papa no italiano desde hacía cinco siglos.

El escritor André Frossard comenta al hilo de esta elección:

"Elegir un Papa del otro lado de la frontera ideológica de Europa, en un país tres veces desmembrado, atrasado, oprimido, sin otras armas que la oración y la esperanza, era un acto profético. Los que no ven hoy lo que de inspirado tenía entonces esta elección no comprenderán jamás nada en el cielo ni en la tierra, y es inútil que se multipliquen los signos sobre sus cabezas encasquetadas de suficiencia"[1].
 
Tras la elección del Cardenal Wojtyla como Papa, el Cardenal Primado de Polonia, Stefan Wyszynski concluía una alocución dirigida al pueblo polaco diciendo:
 
"Alégrate, madre Polonia, que has dado a la Iglesia y a la Madre de Cristo tu mejor hijo, formado en las batallas y en los sufrimientos de nuestro pueblo".
 
Dos grandes Cardenales para el gran pueblo de Polonia. Wyszynski, se ocupaba de proteger a la Iglesia y la nación polacas, mientras Wojtyla mantenía los contactos con el extranjero y visitaba a las Iglesias de los otros países.
 
La Iglesia polaca era la única a la que no sólo no le había afectado la crisis posconciliar, sino que gozaba incluso de perfecta salud. Era, pues, normal que los cardenales miraran con interés a esa realidad eclesial. Se buscaba un "hombre de pulso firme" y el tiempo demostró que la elección era profética: Juan Pablo II se convirtió en el verdadero defensor del signo de contradicción[2], que es Cristo, Nuestro Señor.
 
"Nunca olvidaré -recordó el Papa en varias ocasiones- lo que me dijo el cardenal Stefan Wyszynski aquel 16 de octubre de 1978, mientras el Cónclave estaba ya cercano a la decisión definitiva: "Si lo eligen no deje de aceptar, por favor". Y a la pregunta que se me dirigió en el momento de la elección, pude responder: "En obediencia a Cristo, mi Redentor y Señor, con confianza en su Madre, acepto". 

 Tercera parte:

6. EL PAPA Y DON MARCELO

Así contaba Don Marcelo[3] el recuerdo de un intenso momento vivido en aquel Cónclave de octubre de 1978 "en que, ya elegido Papa y vestido con la sotana blanca, pero todavía en la Capilla Sixtina, teníamos que acercarnos los cardenales uno por uno a ofrecerle nuestro respeto y obediencia".
 
"Él estaba sentado en su sede, recogida la mirada y el rostro más bien inclinado hacia abajo, que solamente levantaba cuando tenía junto a sí, arrodillado al Cardenal que se había acercado. Entre los primeros, por su antigüedad en el Colegio Cardenalicio, fue el primado de Polonia, el venerable y heroico luchador cardenal Wyszynski. Cuando el Papa se dio cuenta de quién era, no permitió que siguiera arrodillado, sino que se levantó, hizo levantarse también a quien le saludaba y ambos se fundieron en un abrazo conmovedor que hizo prorrumpir en un aplauso fervoroso a todos los Cardenales que allí estábamos. Así estuvieron algún tiempo sollozando. Cuando se separaron, mientras el Primado volvía a su asiento, con el gozo y la congoja mezclados en su alma, el Papa Wojtyla le siguió con la mirada intensamente afectuosa y a la vez entristecida. En aquel abrazo acaba de hacerse visible el homenaje de la Polonia católica y mártir a la Santa Iglesia. ¡Los dos cardenales habían trabajado tanto y sufrido tanto por mantener en su pueblo la perseverancia y el vigor de la fe!
 
Después de la ceremonia y tras el canto del Te Deum ritual, le acompañamos a la gran balconada de la Basílica, desde donde saludó y bendijo por primera vez al pueblo romano al presentarse humildemente como un hombre venido de lejos".
 
La escena que narra Don Marcelo sobre el sentido encuentro entre el Papa y el Cardenal Wyszynski se repetiría días después en la solemne Misa de inauguración del pontificado. Era el 22 de octubre de 1978 y, ahí sí, las cámaras de televisión recogieron el intenso momento.
 
Pero la primera vez que Don Marcelo habló con Juan Pablo II fue inmediatamente después del Cónclave en que fue elegido. Al día siguiente de la elección tuvo lugar la audiencia del Colegio Cardenalicio. No se sentó en la Sede de la sala Pontificia en que estábamos, sino que fue acercándose a cada uno para saludarnos y hablar con todos. Yo le pregunté: ¿Ha estado Vuestra Santidad en España alguna vez? Me contestó que no, que aunque siempre lo había deseado, nunca había podido hacer el viaje por las circunstancias políticas en que su país se encontraba hacía tiempo, y que quizá entonces podría hacerlo. Él admiraba mucho a España y conocía a grandes rasgos su historia y su cultura católica.
 
Después he hablado con él en distintas ocasiones y sobre muy diversos temas... Siempre me han llamado la atención su capacidad para escuchar, su interés por los temas que se abordan, sus observaciones. Suele tomar nota de lo que se habla y preguntar para aclarar lo que se está tratando; nunca se muestra distante ni cansado, nunca impaciente o como si estuviera deseando que termine la visita. Cuando se examina toda la obra realizada por el Pontífice, es para sentirse abrumado.
 
El último encuentro entre Don Marcelo y el Papa fue en el aeropuerto de Barajas (Madrid) el 4 de mayo de 2003. Dos jornadas intensísimas habían devuelto el vigor al anciano Papa al encontrarse con su querido pueblo español. Durante la última ceremonia de despedida, el Papa permanecía sentado. A lo lejos vio como otro anciano se acercaba pesadamente. Era el cardenal González Martín... Don Marcelo. Fue la única vez que el Papa quiso levantarse para despedirse de su gran amigo. No es exagerado decir que para Juan Pablo II don Marcelo era la máxima referencia de la Iglesia Española.
 
Algún político, poco informado en las cosas religiosas, se asombró de la reacción del Pontífice agotado por aquellos dos días intensos del mes de mayo, y todavía se atrevió a preguntarle al Señor Cardenal: - Eminencia, ¿es que son tan amigos para que el Papa haya tenido esa deferencia para con Usted? Y él con su socarronería castellana le respondió: - Sí, un poco. Desde los tiempos del Concilio. 
 
[1] André FROSSARD, El Papa que venció a Lenin. Artículo publicado en el semanario Blanco y Negro de ABC, 12 enero de 1992 (nº 3.785) pp.4-7.

[2] Karol WOJTYLA, Signo de contradicción (Madrid 1979). Esta obra recoge los ejercicios espirituales que el Cardenal Wojtyla predicó al papa Pablo VI y a los prelados de la Curia romana en la Cuaresma de 1976.
 
[3] El cardenal Marcelo González Martín fue Arzobispo de Toledo y Primado de España desde 1971 a 1995. Falleció el 25 de agosto de 2004.



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