Valores Morales

¿Para que sirve el sufrimiento?

2014-11-09

Para el hermano marista Pedro Finkler, el sufrimiento soportado por amor a Dios, puede ser incluso...

Autor: Juan del Carmelo

Ante todo hemos de decir…, acerca de las  disposiciones necesarias que han de observarse en el sufrimiento, que este en sí y por sí, no es bueno, ni Dios lo quiere así. Su valor no está en él, sino en el efecto que tiene sobre el alma y en los actos de los cuales es ocasión. En lo que se refiere a los efectos del sufrimiento sobre el alma, este es una fuente inagotable de gracias divinas. Ningún santo ha visto en el sufrimiento otra cosa que el beneficio de la gracia divina comprendido en él. El papa San Juan Pablo II, en su libro "Orar", escribe que: "Un sufrimiento soportado con paciencia se convierte en cierto modo en oración y en fuente fecunda de gracia". El sufrimiento bien llevado es una fuente de nuevas gracias para el alma escogida. Santa Teresa de Lisieux, manifestaba: "Un sufrimiento bien sufrido merece la gracia de un sufrimiento más".

Para el hermano marista Pedro Finkler, el sufrimiento soportado por amor a Dios, puede ser incluso más meritorio y más útil para la salvación del mundo que lo puedan ser las inefables alegrías de una profunda vida de oración contemplativa. Pero en general, todo ser humano le tiene tanto terror, al sufrimiento como a la muerte. No somos lo suficientemente conscientes, de que los sufrimientos y las adversidades nos convienen. A cualquiera que le digan esto, de inmediato  replicará: ¡A mí no me conviene sufrir! Porque por más que se crea uno, que en verdad consciente, es necesario tener en nuestra alma suficientemente desarrollado el amor a Dios y es entonces cuando uno es verdaderamente consciente y comprende y acepta estas realidades que se mencionan en estos párrafos.

Todo nos viene de Dios y nada de lo que Él nos envía o permite es para nuestro mal. El abad Vital Lehodey, escribe: "La adversidad es una mina de oro de donde se pueden sacar las más sublimes virtudes y méritos inagotables". Y Luís de Blosio hace siglos, también escribía: "Recibe con amor, como si fuesen regalos que Dios te envía con mucha estima, todas las adversidades, ya vengan del cielo, o de los elementos, o del demonio".

Dios con respecto a nosotros, solo tiene nada más que un deseo, diríamos que una obsesión, y es que nadie se salga de su ámbito de amor, pues si así lo hace, irremediablemente al no pertenecer a ese ámbito de su amor, en el momento de su muerte y no aceptar su amor, en su naturaleza se producirá un vacío de la mano divina. Un vacío de su amor, que inmediatamente lo rellenará, la antítesis del amor que es el odio y cuando se entra en el ámbito del odio, es imposible salir de él, pues para ello sería necesario hacer una cosa tan simple que ahora si podemos hacer, que es el arrepentimiento. Pero el arrepentimiento para poder hacerlo es necesario tener amor, porque el arrepentimiento es un acto de amor, y si uno se ha salido voluntariamente el ámbito de amor del Señor, jamás podrá ya arrepentirse. Es la tragedia de los que están en el infierno, demonios y almas, que jamás podrán salir de allí. Entre las muchas ventajas espirituales que tiene el sufrimiento, es la de fortalecernos ya que nos proporciona un  desarrollo espiritual de nuestra alma.

El sufrimiento humano, tiene el valor de ser una forma de compartir con Cristo sus sufrimientos, porque si queremos resucitar con Cristo, previamente hemos de vivir con Cristo, tomando cada uno su cruz y siguiéndolo: "…, si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y me siga". (Mt 16, 24). El valor del sufrimiento, a los ojos divinos, radica esencialmente en el amor. El sufrimiento humano para ser válido, ha de ser soportado en el amor a Dios, es decir en comunión con el mismo Dios, que aceptó nuestra humana condición y se sometió por los todos los hombres, al sufrimiento de la muerte en la cruz. Del amor viene el carácter expiatorio del sufrimiento. Cuando se sufre amando, se termina por no sufrir, porque cada vez se va uniendo uno más, al ser amado.

San Pablo escribía en su epístola a los Colosenses: "Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia". (Col. 1,24). Esto quiere decir, que el que sufre en unión con Cristo no solo recibe su fuerza, sino que completa lo que todavía le falta a la pasión del Señor. El cardenal Danneels indica que: "Sufrir con Cristo encierra, pues, una fuerza creadora y corredentora". Si aceptamos el sufrimiento en función de la Cruz su valor es inmenso, porque el sufrimiento humano al unirse al sufrimiento de Cristo en la cruz, entra en comunión con el mismo Jesucristo, y este sufrimiento humano adquiere el valor del pleno amor de Dios a esa alma, a la que mira complacido. Es importante considerar, el valor espiritual, sea redhibitorio de nuestras faltas y pecado o el valor meritorio, que se puede alcanzar con el sufrimiento soportado por amor a Dios.

El sufrimiento es un duro privilegio que Dios, regala a algunas almas escogidas por Él y para Él. Si hemos sido escogidos por Él, no nos podemos negar al sufrimiento, porque negarnos al sufrimiento, sería negarnos al amor de Dios y si nos negamos al amor, nos estamos negando a Cristo. Los problemas que presenta la vida en la tierra no resultarían tan torturantes, ni exasperantes para los hombres, si estos tuvieran una compresión más adecuada de lo sobrenatural. Sólo el amor de Dios puede aliviar la carga de la existencia y mitigar su dolor. Pidamos a Dios, que nos haga comprender que nuestros sufrimientos son signos inequívocos de su amor a nosotros, porque es sabido que el camino hacia Dios pasa por el sufrimiento, tal como nos dice San Pablo, en su segunda epístola a Timoteo: "El camino de la perfección pasa por la cruz. No hay santidad sin renuncia y sin combate espiritual". (2Tm. 4),

Realmente nosotros no somos lo suficientemente conscientes, de que los sufrimientos y las adversidades nos convienen. Todo nos viene de Dios y nada de lo que Él nos envía o permite es para nuestro malo. El sufrimiento humano, tiene el valor de ser una forma de compartir con Cristo sus sufrimientos, porque si queremos resucitar con Cristo, previamente hemos de vivir con Cristo, tomando cada uno su cruz y siguiéndolo: "…, si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y me siga". (Mt 16, 24). Los cristianos hemos de ver en el sufrimiento, el valor que este tiene, como auténtica bendición de Dios, el cual quiere que por medio del sufrimiento, alcancemos la purificación de nuestras culpas.

De todas formas hay que ser conscientes de que todo esto, es de difícil comprensión, por no decir de imposible comprensión, para el alma que vive apartada de Dios, que no le busca y mucho menos ni le ama ni le desea. San Pablo escribía en su epístola a los Colosenses: "Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia". (Col. 1,24). Esto nos quiere decir, que el que sufre en unión con Cristo no solo recibe su fuerza, sino que completa lo que todavía le falta a la pasión del Señor. San Juan Pablo II escribía diciéndonos: "Todo hombre tiene su participación en la redención. Cada uno está también llamado a participar en ese sufrimiento mediante el cual se ha llevado a cabo la redención. Está llamado a participar en ese sufrimiento por medio del cual, todo sufrimiento humano ha sido también redimido. Llevando a efecto la redención mediante el sufrimiento. Cristo ha elevado juntamente el sufrimiento humano a nivel de redención. Consiguientemente, todo hombre, en su sufrimiento, puede hacerse también partícipe del sufrimiento redentor de Cristo".

El que sufre en la fe, sufre pues, con Cristo y como Cristo; más aún, participa del dolor y muerte de Jesús. El valor del sufrimiento, a los ojos divinos, radica esencialmente en el amor. Este para ser válido, tal como ya hemos escrito,  ha de ser soportado en el amor a Dios, es decir en comunión con el mismo Dios, que aceptó nuestra humana condición y se sometió por los todos los hombres, al sufrimiento de la muerte en la cruz. Del amor viene el carácter expiatorio del sufrimiento. Cuando se sufre amando, se termina por no sufrir, porque cada vez se va uniendo uno más, al ser amado. Si aceptamos el sufrimiento en función de la Cruz su valor es inmenso, porque el sufrimiento humano al unirse al sufrimiento de Cristo en la cruz, entra en comunión con el mismo Jesucristo, y este sufrimiento humano adquiere el valor del pleno amor de Dios a esa alma, a la que mira complacido. Si queremos vivir con Cristo después de nuestra muerte, no tenemos otro camino que el señalado por San Pablo cuando nos dice: "Verdadera es la palabra: Que si padecemos con El, también con El viviremos. Si sufrimos con El, con El reinaremos. Si le negamos, también Él nos negará. Si le fuéramos infieles, El permanecerá fiel, que no puede negarse a sí mismo", (2Tm. 2,11-13).

Ningún santo canonizado o sin canonizar, se ha librado del sufrimiento, es más, se diría que Dios se ha volcado con ellos, para darles toda clase de penas y sinsabores, pero a todos al final, les ha resultado fácil sobrellevar sus penas y dolores, hasta el extremo de amarlos y desearlos. Para San Francisco de Sales, el amar los sufrimientos y las aflicciones por amor de Dios es la cúspide de la santísima caridad. Y Santa Teresa de Jesús, exclamaba: "¡Oh válgame Dios, Señor, cómo apretáis a vuestros amadores! Mas todo es poco para lo que le dais después" Pues bien, si de estos párrafos y de otros anteriores se deduce que el sufrimiento es bueno. ¿no deberíamos de perseguirlo en lugar de evitarlo? Se pregunta a si mismo Lewis, C.S. y se responde diciendo: Mi respuesta a esta pregunta es que el sufrimiento no es bueno en sí mismo.

Lo verdaderamente bueno para el afligido en cualquier situación dolorosa es la sumisión a la voluntad de Dios, cuando acepta el sufrimiento. Hay veces en las que Dios, nos expresa su amor con el beso del sufrimiento, mostrándonos de esta forma una confianza especial y asociándonos al misterio de su pasión salvífica. Expresión de su amor, pueden ser las humillaciones dolorosas, la soledad, las acusaciones. También pueden serlo las oscuridades de la fe: cuando comienzas a experimentar la sequedad interior y no eres capaz de suscitar en ti ningún sentimiento positivo, ni siquiera en la oración.  En el camino de la santidad no puedes esperar que Dios te preserve de la injusticia (sufrimiento) y que te suceda solo lo que te mereces desde el punto de vista humano. Dios somete a pruebas muy difíciles a los que ama de forma excepcional. En esas situaciones jamás deberías de dudar de su misericordia.

Escribía San Pablo diciéndonos: "Mientras vivimos estamos siempre entregados a la muerte por amor a Jesús".(2Cor 4,8). Y más adelante en la misma segunda epístola a los corintios nos decía: "16 Por eso no desfallezcamos. Aun cuando nuestro hombre exterior se vaya desmoronando, el hombre interior se va renovando de día en día. 17 En efecto, la leve tribulación de un momento nos produce, sobre toda medida, un pesado caudal de gloria eterna, 18 en cuanto no ponemos nuestros ojos en las cosas visibles, sino en las invisibles; pues las cosas visibles son pasajeras, más las invisibles son eternas".(2Co 4,16-18).

Para nosotros dada nuestra cortedad de miras, pues solo nos fijamos en lo inmediato, es difícil por no decir imposible que comprendamos el beneficio que se obtiene del sufrimiento, por razón de los males y desgracias que se nos vienen encima. Sin embargo si miramos para atrás y meditamos sobre antiguas desgracias que ya nos han sobrevenido, nos daremos cuenta, que estas en su día nos sirvieron para acercarnos más a Dios. Soportar el mal o la desgracia nos acerca a Dios, pero disfrutar del bien no suele servirnos para acercarnos A Dios sino todo lo contrario de Él. Amemos el sufrimiento porque este nos acerca al Señor que es nuestro amado El sufrimiento nos identifica con el Señor y nos  hace semejantes a Él. A menudo la gente piensa que el sufrimiento de Jesús de alguna manera descargaba la ira de una deidad vengativa…, como si Dios fuera un juez incapaz de perdonar, que necesita exigir su libra de carne de una víctima inocente.

Estas imágenes quedan muy lejos de la verdad del evangelio. Porque el amor de Dios es justo, y su justicia es amor. San Pablo dijo: "El amor es la plenitud de la ley", (Rom 13,10)". El precio de nuestra redención no era principalmente el dolor y el sufrimiento de Cristo sino su amor que da la vida. No era tanto que Jesús muriese en lugar de nosotros, como lo hiciera por nosotros. De hecho la pasión de Cristo no nos eximió del sufrimiento ni de la muerte: más bien nos une a Él y confiere a nuestro sufrimiento y muerte un valor y poder redentores. San Pablo lo sabía bien: "Ahora me alegro de mis padecimientos por vosotros y suplo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia" (Col 1,24).

El precio de nuestra redención era el perfecto amor de Cristo y su vida intachable dada completamente por los demás hasta la muerte.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.



EEM