Miscelánea Humana

Los pantalones deportivos ya no son ‘una derrota’

2021-02-26

La moda inspira a quienes la visten o simplemente la miran, pero es difícil motivar a la...

Kenya Hunt, The Washington Post

El legendario diseñador Karl Lagerfeld dijo en algún momento (muy recordado) que los pantalones deportivos son “un signo de derrota”. Siguiendo ese estándar, tras un año de COVID-19 todos nos hemos rendido. La moda inspira a quienes la visten o simplemente la miran, pero es difícil motivar a la gente a estar a la altura de la ocasión cuando ya no hay ocasiones a cuya altura ponerse.

Así que mientras la pandemia sigue, los diseñadores y marcas más influyentes de la moda han quedado atrapados entre el reconocer la realidad actual de quienes consumen la moda y ofrecerles esperanza de que días más emocionantes están por venir.

Editores y editoras de moda han exaltado por mucho tiempo las virtudes de vestirnos para subir nuestro ánimo, claro. Y durante el año pasado, la moda ha hecho su parte para ayudarnos a olvidar la realidad cuando lo hemos necesitado. Los vestidos de la época pre Regencia británica en Bridgerton, la recreación línea por línea del guardarropa de la princesa Diana en The Crown y los escandalosamente llamativos patrones de animal print en Tiger King nos han traído una distracción a estos tiempos complicados y eso se agradece.

Y sin embargo, la mayoría de nosotros no estamos pensando mucho qué vestir mientras estamos en casa. Más bien hemos vuelto una y otra vez a las piezas más reconfortantes y prácticas en un mundo que nunca había sido tan cambiante. La moda siempre ha sido una manera de expresar quiénes somos y definir cómo queremos ser vistos en el mundo. ¿Qué significa eso cuando el mundo se ha reducido a cuatro paredes y una pantalla?

A juzgar por las colecciones primavera-verano que se presentaron en la Semana de la Moda de Alta Costura en París, ocurrida en febrero, quienes se dedican al negocio de la fantasía se están haciendo preguntas similares. La mayoría de las personas jamás comprará las prendas que se muestran en esos desfiles. Esto es porque la alta costura o haute couture (una acreditación que otorga el gobierno francés para describir ropa hecha a mano y a la medida para ajustarse al cuerpo de quien la usará), está increíblemente fuera del alcance del consumidor promedio. Al mismo tiempo, los artículos de lujo manufacturados en masa que se pueden comprar directamente de un anaquel son simplemente muy caros. Pero los atuendos e ideas que se muestran en estos eventos se replican en marcas más accesibles. Los desfiles son una mirada a nuestro futuro colectivo en cuanto a moda.

El director creativo de Valentino, Pierpaolo Piccioli, conocido de hace mucho por sus vestidos extravagantes y voluminosos, mostró una colección de alta costura relativamente moderada, incluyendo versiones lujosas de pantalones beige, una gabardina y una sudadera con capucha. Sí, era una sudadera con un corte exquisito y como chapada en oro, pero una sudadera a fin de cuentas. Alber Elbaz, cuyo trabajo en la marca de lujo Lanvin fue descrito alguna vez como “una mezcla notable entre lo pulcro y lo chiflado” por la revista The New Yorker, volvió a hacer una colección para dama luego de una pausa, con una variedad de vestidos y prendas en tejido de punto que él mismo describió como “moda orientada a las soluciones que funciona para todo mundo”, e incluyó piezas que se pueden combinar de muchas maneras en un armario cápsula (con prendas básicas que no pasan de moda). Incluso la revista de lujo Harper’s Bazaar declaró que los conjuntos de ropa de chándal o pants son el “uniforme” de la temporada.

Cada desfile presentó una interpretación diferente del debate que hemos tenido durante un año ya sobre cómo la moda puede seguir siendo relevante cuando los circuitos sociales están cerrados.

Las colecciones de alta costura más fantásticas también supieron reconocer el momento en que vivimos, pero en una perspectiva más amplia. Para Dior, la diseñadora Maria Grazia Chiuri imaginó un mundo lleno de símbolos del tarot vivificados, mujeres regias en batas que se arrastran y vestidos corte imperio. Eligió el tarot porque dice que su magia tiene el poder de inspirar esperanza para el futuro. Otras casas de moda como Chanel y Giambattista Valli ofrecieron glamour como un correctivo ante tiempos oscuros.

Una de las investiduras presidenciales con más estilo de la historia moderna de Estados Unidos también mostró ese tipo de tensiones. El peinado con ondas bien definidas de Michelle Obama y el traje de Sergio Hudson se volvieron virales, así como el pájaro dorado de Schiaparelli que usó Lady Gaga. Mientras tanto, el presidente y la primera dama vistieron diseños de algunas de las estrellas incipientes de la industria, como Christopher John Rogers y Markarian. Fue un día tan grande para la moda que la prestigiosa agencia de modelos IMG encontró en la ceremonia a dos de sus rostros más nuevos: la poeta Amanda Gorman y la hijastra de la vicepresidenta Harris, Ella Emhoff.

Pero el momento de moda del que más se habló ese día no involucró un vestido ni un traje, sino una humilde chamarra y unos mitones cosidos a mano. Se trató del uniforme con el que nos identificamos más fácilmente en un invierno de confinamiento, el atuendo más ordinario en el escenario más extraordinario. El senador estadounidense Bernie Sanders (independiente por Vermont) nos representó a todos. Porque es probable que no podamos lucir nuestra ropa fuera de casa esta pandemia, pero igual tenemos que vestirnos.

En esta realidad actual, la moda existe en un estado de extremos polarizados. Están las prendas que representan un esfuerzo básico en nuestra vida cotidiana, donde usamos cosas prácticas, suaves y fáciles de poner y quitar. Y están las cosas llenas de esperanza, optimismo y energía para el escapismo: los trajes sastres, los vestidos de seda y los imprácticos vestidos de tul con los que fantaseamos con tener una ocasión para usar. No parece haber un punto medio.

Tal vez esto se deba a que la parte de nuestras vidas que hubiera llenado el espacio entre la faena diaria del teletrabajo y la promesa ilimitada de nuestras imaginaciones se ha desvanecido, al menos temporalmente. El COVID-19 ha hecho que nos vistamos casual, aunque añoremos los tacones, la ropa de sastrería y el tul. ¿Una señal de derrota? Difícilmente. Cada día que te vistes, sea con pantalones deportivos o un atuendo elegante, es una victoria.



Jamileth
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