EFEMÉRIDES
Raimundo de Peñafort, Santo
San Raimundo de Peñafort, presbítero de la Orden de Predicadores, eximio maestro en derecho canónico, que escribió de modo muy acertado sobre el sacramento de la penitencia.
San Raimundo de Peñafort, presbítero de la Orden de Predicadores, eximio maestro en derecho canónico, que escribió de modo muy acertado sobre el sacramento de la penitencia.
Entre todos los hombres que contemplaron la estrella, solo estos Magos de Oriente descubren su significado profundo. Solo ellos entendieron que para los demás no serÃa más que un prodigio del firmamento. También es posible que otros recibieran la misma gracia especial de Dios y no correspondieran.
Mientras en Oriente la Epifanía es la fiesta de la Encarnación, en Occidente se celebra con esta fiesta la revelación de Jesús al mundo pagano, la verdadera Epifanía. La celebración gira en torno a la adoración a la que fue sujeto el Niño Jesús por parte de los tres Reyes Magos.
Eduardo, nieto de San Eduardo llamado el Mártir, nació en 1004 en Islip, cerca de Oxford. Su padre era el rey Etelredo II, llamado el Desaconsejado. Siendo todavía niño, tuvo que emprender el camino del destierro y vivió del 1014 al 1041 en Normandía con unos familiares de su madre.
Jesús se encuentra con Felipe y le dice: "Sígueme"". Felipe era de Bestsaida, de la ciudad de Andrés y Pedro. Felipe se encuentra con Natanael y le dice: "Ése del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús el hijo de José, el de Nazaret".
Los milagros son el lenguaje de Dios. La naturaleza habla de la gloria de Dios. Para los ojos despiertos, que no están nublados por la rutina, toda la creación es un canto de alabanza al Creador que pregona: Él nos ha hecho. La belleza del mundo es palabra hermosa que habla de Dios.
Desde pequeños hemos sido educados en la fe cristiana, hemos escuchado al sacerdote, a la hermanita, al catequista y a nuestros padres, hablar de los diez mandamientos, decálogo que debe servir para obrar bien o mejor dicho, obrar rectamente.
Que orgullo debemos tener los hombres, de que Dios se hubiera querido hacer hombre. Que orgullo debemos tener los hombres, de que la Madre de Dios -la omnipotencia suplicante - sea de nuestra misma carne, carne de hombre.
En la ciudad de Emmitsburg, del estado de Maryland, en los Estados Unidos de Norteamérica, santa Isabel Ana Seton (Elisabeth Ann Bayley Seton), que al quedar viuda abrazó la fe católica y trabajó denodadamente para fundar la Congregación de las Hermanas de la Caridad de San José.
En aquel tiempo, Juan se encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos. Fijándose en Jesús que pasaba, dice: «He ahí el Cordero de Dios». Los dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús. Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: «¿Qué buscáis?»
Descubrimos nuestras cabezas y doblamos nuestras rodillas ante el Santísimo Nombre de Jesús; Él da sentido a todos nuestros afanes, como indicaba el emperador Justiniano en su libro de leyes: "En el Nombre de Nuestro Señor Jesús empezamos todas nuestras deliberaciones"
«He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es por quien yo dije: ‘Detrás de mí viene un hombre, que se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo’. Y yo no le conocía, pero he venido a bautizar en agua para que él sea manifestado a Israel».
No podemos permitir que el desánimo o la tristeza nos impidan actuar. Los grandes proyectos requieren de un trabajo constante. Las grandes obras se componen de pequeños esfuerzos que se realizan todos los días. Pero también es importante sentarse a meditar en qué queremos lograr.
Es el mejor de los comienzos posibles para el santoral. Abrir el año con la solemnidad de la Maternidad divina de María es el mejor principio como es también el mejor colofón. Ella está a la cabeza de todos los santos, es la mayor, la llena de Gracia por la bondad, sabiduría, amor y poder de Dios.
San Silvestre I, papa, que piadosamente rigió la Iglesia durante muchos años, período en el cual el emperador Constantino Augusto construyó basílicas venerables, y el Concilio de Nicea aclamó a Cristo como Hijo de Dios.
Tal como era la costumbre en aquella época, los hijos ayudaban a sus mamás moliendo el trigo y acarreando agua del pozo y a sus papás en su trabajo. Podemos suponer que en el caso de Jesús no era diferente. Jesús aprendió a trabajar y a ayudar a su familia con generosidad.
Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres. Pero creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos.
Por defender la justicia y la Iglesia, fue obligado a desterrarse de la sede Canterbury y de la misma Inglaterra, volviendo al cabo de seis años a su patria, donde padeció mucho hasta que fue asesinado en la catedral por los esbirros del rey Enrique II, emigrando a Cristo († 1170).
Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción -¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!- a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones».
Fiesta de los Santos Inocentes, mártires, niños que fueron ejecutados en Belén de Judea por el impío rey Herodes, para que pereciera con ellos el niño Jesús, a quien habían adorado los Magos.