En 2016-2017, hubo brotes de paperas en todo Massachusetts que saltaron de un campus universitario al otro. Sabeti trabajó de cerca con epidemiólogos del estado y los observó mapear a mano los brotes de casos y registrar la información en hojas de cálculo de Excel cada vez más difíciles de ordenar.
Cuando los estadounidenses vuelvan a las oficinas, las escuelas, los autobuses y los trenes repletos de personas, también regresarán sus sorbidos de nariz y estornudos. Tras haber sido expuestos a la idea de utilizar mascarillas para proteger su salud y la de los demás, algunos están considerando..
Científicos asesores del gobierno británico dicen que podría ser necesario volver a imponer restricciones debido a una variante del COVID-19 detectada por primera vez en la India.
Cambiar ese cálculo quizás dependa de convencer a los países ricos de que dejar que la pandemia continúe en gran parte del mundo plantea riesgos universales, ya que permite que se arraiguen las variantes y el mundo se vea obligado a entrar en una espiral de actualización farmacéutica.
Durante todos estos meses, a través de los medios y de las redes sociales, se ha mostrado la pandemia desde muy diversos ángulos, destacando su impacto en relatos singulares, comunitarios, globales. Como nunca antes, la enfermedad ha aparecido ante nosotros como un peligro mundial.
El contraste difícilmente podría ser más evidente. En gran parte del mundo desarrollado los pedidos de vacunas ya van por los miles de millones de dosis, los casos de COVID-19 están disminuyendo, las economías están listas para renacer y las personas están ocupadas planificando sus vacaciones.
En un video de TikTok, una influente conservadora que manifiesta su dramático rechazo a una vacuna es golpeada hasta la muerte por su insolencia y sube al cielo. Puede que los guionistas del programa de las vacunas estén ocupados redactando su final, pero no todo el mundo está en sintonía.
Fue entonces cuando empecé a restablecer mi rutina. Al cabo de una semana, volví a tener una especie de horario normal para levantarme, sacar al perro a pasear y permitirme revisar Instagram. Estaba llegando a un punto tan cómodo como es posible estar durante una pandemia.
Al principio, no reconocí los síntomas que todos estábamos experimentando. Mis amigos mencionaban que tenían problemas de concentración. Los colegas informaron que, incluso con las vacunas en el horizonte, no estaban entusiasmados con el año 2021.
Cuando el coronavirus comenzó a propagarse en Estados Unidos la primavera pasada, muchos expertos advirtieron del peligro que representaban las superficies. Los investigadores informaron que el virus podía sobrevivir durante días en el plástico o el acero inoxidable.
Biden tiene sobre sus hombros varios desafíos, de gran envergadura. No han transcurrido 100 días de su gobierno y, para fortuna del mundo, estamos viendo un buen ejemplo de liderazgo: desde acciones internas para controlar la pandemia hasta esfuerzos globales para luchar contra el cambio climático.
Una encuesta a nivel nacional solicitada por la Asociación Estadounidense de Psicología en febrero reveló que uno de cada cuatro adultos dijo haber bebido más en este último año para lidiar con el estrés. Ese índice fue de más del doble entre las personas que tenían hijos de entre 5 y 7 años.
Un mes antes de que se declarase la pandemia, las Academias Nacionales dijeron en un informe que un tercio de los adultos estadounidenses de 45 años para arriba se sentían solos. Otros estudios indicaron que, sorpresivamente, entre los adultos más jóvenes el porcentaje es incluso más alto.
Debido a que la vacunación contra la COVID-19 se está acelerando, la atención se dirige ahora a las herramientas para que las personas demuestren que han sido inoculadas y, potencialmente, puedan eludir las sofocantes restricciones utilizadas para combatir la pandemia.
Como a muchos de nosotros, a la escritora Susan Orlean le cuesta concentrarse en estos días. “Buenos días a todos”, tuiteó recientemente, “pero especialmente a la frase que acabo de reescribir por décima vez”.
Lauri Armstrong, una nutricionista creyente en la Biblia a las afueras de Dallas, dijo que no necesitaba la vacuna porque Dios diseñó el cuerpo para curarse a sí mismo, si se le daban los nutrientes adecuados. Más que eso, dijo, “sería la voluntad de Dios si estoy aquí o si no estoy aquí”.
Una serie de nuevos comerciales muestra besos ensalivados. Los viajes en avión están regresando. Y la inminente vacunación puede parecer un boleto de vuelta a la normalidad para los veinteañeros de Estados Unidos, muchos de los cuales se sienten desesperados por volver a su vida social de 2019...
Mucho antes de la pandemia, los médicos sabían que algunos pacientes que se están recuperando de enfermedades graves desarrollan una constelación de síntomas conocidos como síndrome poscuidados intensivos, entre los que se encuentran la debilidad muscular y la fatiga.
Puesto que los días se vuelven más cálidos en el hemisferio norte y las vacunas llegan a cada vez más personas, podrías estar pensando en salir a dar una vuelta. Una encuesta de Axios-Ipsos publicada este mes reveló que “la cantidad de estadounidenses que participan en interacciones sociales...
Reece, una sobreviviente de cáncer de mama de 56 años, reza cuando ve a esos compradores. “Por favor, por favor, no dejes que tenga que atenderlos, porque en mi corazón no quiero ignorarlos, no quiero rechazarlos”, dice. “Pero luego pienso que tampoco me quiero enfermar y morir.
