Reportajes
Hoy en día, pequeñas decisiones tienen grandes consecuencias
Ante la crisis del coronavirus, la gente se ve obligada a tomar decisiones que en otra época hubieran sido cotidianas pero que hoy en día podrían tener graves consecuencias.
Ante la crisis del coronavirus, la gente se ve obligada a tomar decisiones que en otra época hubieran sido cotidianas pero que hoy en día podrían tener graves consecuencias.
En todo el continente americano, las enfermedades traídas por forasteros acabaron o devastaron muchas naciones nativas, y este legado está marcado en la memoria colectiva. En décadas recientes, enfermedades como el sarampión y la gripe porcina han causado estragos en algunas comunidades.
Sentados en un anfiteatro de un hospital de la periferia de Roma, una decena de médicos y enfermeros con mascarillas y batas blancas cierran los ojos y retienen la respiración, durante una sesión de relajación para el personal médico que lucha contra el coronavirus.
Los paramédicos llevaban a otro paciente del COVID-19 en estado crítico a la sala de emergencia y la enfermera de Chicago Cynthia Riemer sentía la adrenalina fluir. “Se te acelera el corazón”, relata. “Piensas, ‘¿cuánto nos toma entubarlo de forma rápida y segura?’.
La pandemia puede provocar cambios fundamentales y alterar la forma en que se diseñan los espacios de trabajo. En el corto plazo, podemos esperar más desinfectante para manos y menos escritorios compartidos.
Las fuerzas policiales del mundo están probando los límites para castigar a quienes no cumplen con las medidas de confinamiento. El problema es que no siempre está claro qué está prohibido.
Desde que el mundo es mundo ha habido enfermedad, pero las epidemias, como la que ahora vivimos, o algo parecido, se dan en poblaciones que pasan cierto tiempo en circunstancias anormales, por ejemplo, bajo la debilidad de una guerra, cuando los campos dejan de trabajarse y cunde el hambre.
Si el confinamiento de millones de europeos fue un desafío sin precedentes, la manera en que estos países podrán volver poco a poco a recuperar una vida social y una actividad económica normales también se anuncia compleja.
Mientras se escriben estas líneas, un grupo de cuatro albañiles sin cubrebocas taladra sin descanso el pavimento de una calle cercana. El barrendero que limpia la calle de una colonia de clase media recoge con sus manos la basura para echarla a un contenedor cuyo aire fétido respirará todo el día.
La pandemia de coronavirus limita los rituales funerarios y los dolientes están encontrando nuevas formas de decir adiós. Dilemas es una columna sobre las nuevas disyuntivas humanas que la pandemia de coronavirus representa.
Una decena de enfermos por el nuevo coronavirus contaron a los periodistas de la AFP su dolor y miedo: la muerte al acecho en el hospital, la angustia en casa, la soledad y la ira. Y a veces el deseo de cambiar.
En los tres meses pasados desde que se detectó un nuevo coronavirus en China, el planeta se sumió en un guión de película de catástrofes, sin olvidar el hospital de campaña en Central Park ni la morgue en una pista de patinaje sobre hielo en Madrid.
Ella se acababa de mudar de Seúl, donde pasó tres décadas trabajando en la misma farmacia, para abrir la Farmacia Hankyeol (“confiable”) en la ciudad de Incheon, cerca del aeropuerto internacional.
A medida que la pandemia de Covid-19 avanzaba, los países y organismos internacionales fueron confeccionando guías sobre las medidas que adoptar: detectar y aislar casos, cuándo debían comenzar el distanciamiento social, cómo… Lo que todavía no han publicado es un manual de cómo salir de ellas.
La pandemia de coronavirus se está ensañando con Nueva York, epicentro de tantas cosas en Estados Unidos, y también de este virus atroz. El paciente cero de la ciudad se detectó el 1 de marzo y este viernes se superaban los 1,800 muertos y los 57,159 contagios, el doble de la semana pasada,
La magnitud de la pandemia de covid-19, cuyo número de muertos aumenta a cada hora, oscurece las tragedias individuales. Más de 40,000 personas han muerto a causa de la enfermedad en todo el mundo: jóvenes y viejos, hombres y mujeres, pacientes y cuidadores.
En Bérgamo, Bruselas, París, Alcorcón o Berlín, enfermeras, basureros, repartidores domiciliarios y cajeras -entre otros oficios a menudo menospreciados- siguen trabajando en la sombra, expuestos al riesgo de contraer la covid-19, por el bienestar de la población.
El nuevo coronavirus seguía cobrándose vidas el miércoles, pese a las medidas sin precedentes tomadas en todo el mundo para detener la pandemia, que según el jefe de la ONU implica la peor crisis que vive la humanidad desde la Segunda Guerra Mundial.
Viven aislados desde hace años en localidades de la Patagonia, en el sur de Argentina. No tienen miedo a la soledad pero temen que el nuevo coronavirus arrase con la economía de esa zona dependiente del turismo y del petróleo.
Empujar un carrito de compras, desafiar pasillos llenos de gente e incluso desempacar la compra ahora parece peligroso. Aquí está nuestra guía para comprar durante la crisis del coronavirus.