Nuestro principal problema -que se observa desde que se inventó la "monarquía sexenal no hereditaria" en las palabras inmortales de Cosío Villegas- es que nunca se sabe qué hará el siguiente gobierno. Y eso genera incertidumbre y hasta miedo.
Al ser un político pragmático, López Obrador no tiene propiamente una ideología sino una serie de prejuicios ideológicos derivados principalmente del nacionalismo revolucionario que él parece decidido a revivir. Es un hombre que mira al pasado, resuelto a rescatar ideas trasnochadas.
¿Cómo entender, por ejemplo, que el partido y el candidato con más negativos, como son los casos de Morena y de AMLO, encabezan las encuestas para la aspiración presidencial del 2018, entre una sociedad que se dice harta de los políticos con mala imagen?
Por todo esto, en la reunión anual del Foro Económico Mundial que acaba de terminar en Davos (Suiza), el ambiente entre los ricos que allí asisten fue de euforia. Pero de una euforia angustiada, ansiosa. Saben que hay algo que no está bien. O, mejor dicho, muchas cosas no están bien.
