No es extraño que en la quinta temporada se recurra al flashback: la sexta será la última, los personajes han envejecido a nuestro lado, la obra empieza su fase retrospectiva, su progresivo adiós. Esos destellos de su propio pasado subrayan la coherencia narrativa y estética del proyecto.
El libro de Morton, Diana: una historia real, que incluía sorprendentes relatos de enfermedad mental, intentos de suicidio y adulterio, se publicó en 1992 y causó consternación en el palacio e indignación en el Parlamento. También ocasionó que la pareja anunciara formalmente su separación.
La actriz británica Judi Dench ha pedido a Netflix que añada un aviso antes del drama sobre la realeza "The Crown", uniéndose a un coro de voces que critican los argumentos ficticios de la serie.
El mundo se ha acostumbrado a muchas cosas extrañas este año. Pero esta es difícil de superar: una señora vestida con traje de gala, sola sobre una alfombra roja, sin un alma alrededor para gritar a los famosos, departiendo amigablemente, como si fuera lo más normal del mundo, con una pantalla...
La hoy duquesa de Cornualles, cuya única pretensión como segunda esposa del heredero siempre fue la de no suponer un lastre en el camino de Carlos hacia el trono británico, veía afianzada su imagen de una compañera que ha sabido sacar lo mejor del príncipe en la edad madura.
La polémica ha alcanzado tal magnitud que el Gobierno británico ha llegado a solicitar a la plataforma que incluya un mensaje al comienzo de cada episodio para dejar claro al espectador que, pese a estar basada en hechos reales, no es más que una obra de ficción.
No obstante, a él también le molestó la manera en que The Crown representó los eventos de los años ochenta, cuando, como editor de política de The Economist, escribió sobre el hecho de que Carlos se había sentido atraído hacia el ahora extinto Partido Social Demócrata.
Como Jacqueline Kennedy Onassis, la princesa Diana se ha convertido en una especie de Piedra de Rosetta de la cultura a la que volvemos una y otra vez, en busca de respuestas a nuestras propias elecciones en su límpida mirada triste y azul y en su cacofónico y llamativo vestuario.
The Crown no llegará, como predecían incontables tuits las pasadas navidades, a contar el hundimiento público del príncipe Andrés por la torpe entrevista que concedió a la BBC el pasado noviembre; ni mucho menos cubrirá la decisión del príncipe Enrique y Meghan Markle de independizarse.
En España será el año en el que la ficción explore en el terrorismo de ETA, ya sea en Patria (HBO España) la adaptación de la novela de Fernando Aramburu o La línea invisible (Movistar+), de Mariano Barroso.
Estamos ante la globalización de la televisión —postelevisiva— de alta calidad. La supuesta hegemonía de HBO, Netflix, Amazon y otros sellos, tanto tradicionales como nuevos, ha empezado a ser puesta en entredicho por plataformas de otros espacios geopolíticos. Sobre todo por Europa.
Cuando se ve por primera vez The Crown hay una cosa que queda clara desde la primera escena: la protagonista indiscutible de la trama es la reina Isabel II, personaje al que da vida la actriz Claire Foy.
A la actriz Claire Foy, quien cautivó a críticos y fanáticos por igual con su interpretación de la reina Isabel II en la serie de Netflix The Crown, le pagaron menos que a su coprotagonista Matt Smith, quien interpretó al esposo de la reina, según reconocieron productores en la Conferencia INTV.
