VUELTA AL MUNDO
Néstor Kirchner vuelve
Lo sintetizó, no hace mucho, un genio anónimo: “La Argentina es un país donde, si te vas de viaje veinte días, al volver cambió todo, y si te vas de viaje veinte años, al volver no cambió nada”.
Lo sintetizó, no hace mucho, un genio anónimo: “La Argentina es un país donde, si te vas de viaje veinte días, al volver cambió todo, y si te vas de viaje veinte años, al volver no cambió nada”.
De las elecciones de ayer surge un Parlamento Europeo más fragmentado, con clara mayoría pro europea por el crecimiento de verdes y liberales, que compensa con creces el aumento de la extrema derecha.
En democracia hay veces en las que por uno u otro motivo unas elecciones se convierten en decisivas. Sus resultados tendrán consecuencias durante muchos años y difícilmente habrá marcha atrás. Por primera vez ese va a ser el caso de unas elecciones europeas.
En el marco de una revuelta de los votantes contra el Partido de los Trabajadores y la clase política, Jair Bolsonaro –excapitán del Ejército y diputado federal por Río de Janeiro durante 28 años– y el bolsonarismo triunfaron en los comicios de octubre de 2018.
Los 100 días del gobierno de Bolsonaro han convertido a Brasil en el principal laboratorio de un experimento cuyas consecuencias pueden ser incluso más devastadoras de lo que los más críticos preveían.
Si no fuera un cliché, habría que comenzar este resumen de prensa diciendo que el silencio ha sido atronador. Pero el cliché, en periodismo, está por desgracia tan visto como la respuesta de los periodistas al inexistente escándalo del Russiagate.
En medio del desarme de las FARC, Felipe González dijo: “La superación del conflicto en Colombia probablemente es el acontecimiento más importante de los últimos 30 o 40 años en la historia de este continente..., comparable con la caída del muro de Berlín”. No le faltaba razón.
Mi comentario se refiere, en esta ocasión, a los políticos que se ostentan como demócratas, pero en realidad son unos ambiciosos, ególatras, obsesionados con el ejercicio del poder, usando en su provecho, sin el menor escrúpulo, los mecanismos de la democracia liberal.
El catalanismo ha tenido una semana de justicia poética gracias a la televisión. Por un lado, el Barça desquició dos veces al Real Madrid —fuera de la Copa del Rey, casi fuera de la Liga— y luego un Ajax de inspiración culé completó la tarea al eliminarlo de la Liga de Campeones.
El parlamento español solía ser tan aburrido que Celia Villalobos, una de sus diputadas más controvertidas, fue sorprendida hace cuatro años jugando a videojuegos durante el Debate sobre el Estado de la Nación. Para cuando la veterana congresista anunció su jubilación la semana pasada, 33 años...
El escenario parecía una bestia daliniana erigida en medio del páramo. De un lado, cientos de miles de personas. Del otro, un puente hacia la nada venezolana. Encima, Sir Richard Branson, con su pelo albino revuelto por el sol y la sal y una vida de aventura y de placer. Un tipo galáctico y feliz.
Más de 50 países han reconocido a Juan Guaidó como presidente encargado o han reconocido a la Asamblea Nacional como la única autoridad legítima en Venezuela. Sin embargo, el poder sigue en manos de Nicolás Maduro, que ha rechazado convocar elecciones y soltar las riendas del país.
El audaz movimiento de Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional, de proclamarse presidente interino de la república debe obtener inmediatamente una legitimación democrática, siguiendo escrupulosamente los principios y procedimientos necesarios para ello.
Europa cerró 2018 convertida en plató para una distopía. El emperador Macron, solo ante un Arco de Triunfo profanado por grafitis y una Marianne tuerta y desfigurada por la 'revolución amarilla'.
Después de dos meses de movilizaciones en toda Francia y nueve sábados consecutivos de manifestaciones en París y otras ciudades, los chalecos amarillos siguen condicionando la agenda francesa y, en parte, europea.
La presión del presidente Donald Trump para construir un muro en la frontera habla de un problema que los dirigentes populistas están enfrentando en el mundo occidental.
La insistencia de la izquierda en distinguir entre autoritarismos inaceptables y los que merecen infinita comprensión -esto es: los que llegaron al poder enarbolando sus ideas- merma su legitimidad para presentarse como la primera línea de defensa frente al auge de la ultraderecha.
David Cameron se autoengañó e indujo a engaño a los socios europeos cuando alcanzó un acuerdo con Bruselas para un estatus especialísimo del Reino Unido en la UE. Creyó que el pacto bastaría para evitar el Brexit y lo sometió a referéndum, pero fue incapaz de mantener el orden en su partido.
El fascismo puede definirse de muchas maneras, todas ellas parciales. Según la época y el lugar, ha consistido en el secuestro del Estado por parte de intereses privados, o en el encuadramiento de la sociedad dentro de un esquema cuartelario.
Son unas elecciones regionales, pero amenazan con sacudir los ya inestables cimientos de la gran coalición que gobierna en Berlín.