Reportajes
El viaje a esquiar que contagió a miembros de la élite mexicana
La historia del coronavirus se escribe en los hospitales de medio mundo, convertidos en zonas de guerra, pero también en fiestas y elegantes estaciones de esquí.
La historia del coronavirus se escribe en los hospitales de medio mundo, convertidos en zonas de guerra, pero también en fiestas y elegantes estaciones de esquí.
Una popular frase en Venezuela dice que hay que llevar la arepa a la mesa cada día o, lo que es lo mismo, ganarse el pan diario. Pero con una cuarentena vigente desde el 17 de marzo para frenar al coronavirus en un país donde el ahorro fue triturado por la hiperinflación, a algunos venezolanos...
Era el 7 de marzo por la tarde. El doctor Giovanni Passeri acababa de volver a casa desde el hospital Maggiore, donde trabaja como internista, cuando le llamaron de urgencia para que volviera a trabajar. Su unidad hospitalaria iba a admitir su primer caso de COVID-19.
Los turnos son largos y las escenas desgarradoras dentro de un hospital de Maryland, donde enfermeras y médicos llevan semanas tratando a pacientes con coronavirus y deben prohibir que las familias visiten a sus seres queridos en sus lechos de muerte.
Médicos, enfermeras, auxiliares de enfermería y otros trabajadores de la salud se han convertido en héroes involuntarios en la lucha contra el coronavirus, conquistando elogios y sentidos aplausos desde los balcones y las calles de todo el mundo.
La noche del primer viernes de abril, la enfermera mexicana Sandra Alemán dejó a su hija bajo el cuidado de una amiga y pasó a comprar un café antes de iniciar su turno en un hospital público de la ciudad San Luis Potosí, a unos 400 kilómetros al norte de Ciudad de México.
En El Salvador, el número de homicidios se redujo casi a la mitad entre febrero y marzo. Su vecina Honduras también ha registrado una disminución en los asesinatos en las últimas semanas, así como Colombia y el estado más poblado de México.
En todo el continente americano, las enfermedades traídas por forasteros acabaron o devastaron muchas naciones nativas, y este legado está marcado en la memoria colectiva. En décadas recientes, enfermedades como el sarampión y la gripe porcina han causado estragos en algunas comunidades.
Sor Angel Bipendu, religiosa y médica, una mujer de ciencia pero también de fe, visita a los enfermos del nuevo coronavirus en la región de Bérgamo, una de las más afectadas de Italia por la pandemia.
La pandemia puede provocar cambios fundamentales y alterar la forma en que se diseñan los espacios de trabajo. En el corto plazo, podemos esperar más desinfectante para manos y menos escritorios compartidos.
Brooklyn está a oscuras el lunes, excepto por las luces de la calle, cuando suena el despertador de Carla Brown a las cinco y cuarto de la mañana, más temprano que de costumbre. Pero con el coronavirus al acecho de Nueva York, no es un día ordinario.
Para recuperarse del coronavirus, como lo hizo, Ada Zanusso recomienda valor y fe, las mismas cualidades que le han funcionado bien en sus casi 104 años. Italia, junto con su vecina Francia, tienen la población más grande de Europa de lo que se ha llegado a conocer como los “súper viejos”.
La danza diaria comienza cuando llega a la puerta. Me encuentro con él, abro la puerta y rápidamente doy unos pasos hacia atrás. Todavía no quiero acercarme demasiado. Se quita los zapatos sin tocarlos y los deja en un tapete afuera.
Desde que el mundo es mundo ha habido enfermedad, pero las epidemias, como la que ahora vivimos, o algo parecido, se dan en poblaciones que pasan cierto tiempo en circunstancias anormales, por ejemplo, bajo la debilidad de una guerra, cuando los campos dejan de trabajarse y cunde el hambre.
El confinamiento impuesto en varios países europeos frente a la pandemia parece empezar a dar frutos, aunque el coronavirus sigue matando gente y hay que mantener la guardia para frenarlo, advierten los expertos.
La pandemia de coronavirus limita los rituales funerarios y los dolientes están encontrando nuevas formas de decir adiós. Dilemas es una columna sobre las nuevas disyuntivas humanas que la pandemia de coronavirus representa.
Una decena de enfermos por el nuevo coronavirus contaron a los periodistas de la AFP su dolor y miedo: la muerte al acecho en el hospital, la angustia en casa, la soledad y la ira. Y a veces el deseo de cambiar.
En los tres meses pasados desde que se detectó un nuevo coronavirus en China, el planeta se sumió en un guión de película de catástrofes, sin olvidar el hospital de campaña en Central Park ni la morgue en una pista de patinaje sobre hielo en Madrid.
Ella se acababa de mudar de Seúl, donde pasó tres décadas trabajando en la misma farmacia, para abrir la Farmacia Hankyeol (“confiable”) en la ciudad de Incheon, cerca del aeropuerto internacional.
Cinco días antes de acabar marzo, el alcalde reunió a los 548 jefes de familia de la localidad y decidieron cerrar el pueblo a las visitas. “Solo pueden entrar los que venden alimentos y cosas básicas y se les ha dicho a los de aquí que si salen vayan de uno en uno”.