La decisión unilateral de retirarse de Siria es una nueva demostración de la imprevisibilidad de la política exterior estadounidense en la era de Donald Trump y, sobre todo, de que las decisiones del presidente tienden a ser más perjudiciales para los aliados de EE UU que para sus enemigos.
Era jueves, 8 de noviembre, cuando el sargento Daniel Micek del pelotón de la 89.ª Brigada de la Policía Militar de Estados Unidos abrió el paquete color café de su comida preparada. Su ración consistía en un platillo de pollo y fideos, uno de los alimentos favoritos de las tropas.
"Somos el único país del mundo donde si llega una persona y da a luz, ese bebé básicamente se vuelve ciudadano de Estados Unidos durante 85 años con todos los beneficios", le dijo Trump al sitio web noticioso Axios en una entrevista publicada el martes. "Es ridículo. Y tiene que terminarse".
El polígono de pruebas Tsugol, en la región de Transbaikal, fue durante unas horas un pequeño tablero del orden mundial que divisa Vladimir Putin para el futuro.
En el verano de 1815, en la planicie de Waterloo, Napoleón Bonaparte sufrió su mayor derrota militar a manos de las fuerzas aliadas del Reino Unido y Prusia. El emperador corso, que era un gran táctico pero un estratega menor, subestimó al enemigo y atacó cuando no debía.
Desde que se produjo el ataque con armas químicas en la ciudad siria de Duma el pasado 7 de abril, Moscú ha estado negando la implicación del régimen sirio en la acción que causó decenas de muertos, entre ellos numerosas mujeres y niños.
