Reportajes
No, las camas de la Villa Olímpica que viste en redes sociales no son ‘antisexo’
Los competidores que llegan a los Juegos Olímpicos de Tokio han descubierto algo inusual en las camas de la villa de los atletas: están hechas de cartón.
Los competidores que llegan a los Juegos Olímpicos de Tokio han descubierto algo inusual en las camas de la villa de los atletas: están hechas de cartón.
El famoso lema olímpico, traducido del latín, es “más rápido, más alto, más fuerte”. A los juegos de Tokio, que comenzarán con la ceremonia de inauguración del 23 de julio, deberíamos agregarle una cuarta exhortación: más silencioso.
El ruido de audios, avisos del móvil, videos, voces superpuestas grabando en WhatsApp, el del tráfico, va conquistando todos los espacios de nuestra vida como una plaga. Pero a este ruido físico, ambiental, que se mide en decibeles, hay que sumar el ruido conceptual de ventanas, aplicaciones...
Los Juegos Olímpicos siempre han sido un asunto de números. Después de todo, el lema Citius, Altius, Fortius —más rápido, más alto, más fuerte— no significa mucho sin segundos, metros y kilos. ¿Qué tan rápido? ¿Qué tan alto? ¿Qué tan fuerte?
Al día siguiente ingresé a un aeropuerto casi vacío en Tokio, donde me sentí como un extraterrestre que llega a la Tierra para encontrar la ruina sepultada de un planeta muerto. En el avión, que iba tal vez a una quinta parte de su capacidad, tenía una fila para mí sola.
Susumu Kataoka solo buscaba una distracción de los largos días que estaba pasando encerrado en su casa con su familia durante la epidemia del coronavirus. Agarró su dron, lo sacó a dar una vuelta alrededor de su casa en Tokio, tomó algunas fotos y las publicó en Facebook.
Fronteras cerradas, confinamiento general, la economía al borde de un abismo y una gran incertidumbre mundial. La pandemia del nuevo coronavirus, que ya ha dejado más de 7,000 muertos, sigue avanzando inexorablemente y paralizando la vida de millones de personas.
Los planes corporativos de emergencia en Europa obligan a los empleados a trabajar de manera remota. En Estados Unidos otros negocios mejoran sus protocolos en anticipación a la llegada del brote.
De la ciega obediencia al hombre a impulsoras del cambio, las japonesas continúan su batalla por un espacio legal, político, económico y social recientemente conquistado, más allá de su papel secular como responsables de la transmisión de los valores tradicionales.
Se calcula que unas 200,000 niñas y adolescentes -la mayoría coreanas- fueron usadas como esclavas sexuales por las tropas japonesas, principalmente en China y la península coreana, desde los años 30 del siglo pasado hasta el final de final de la II Guerra Mundial, en 1945.