VALORES MORALES
Amor y lujuria
La contemplación y entrega de los valores sexuales se transforman en una invitación a la dación mutua: no es una utilización, un préstamo; sino un regalo, una donación.
La contemplación y entrega de los valores sexuales se transforman en una invitación a la dación mutua: no es una utilización, un préstamo; sino un regalo, una donación.
Al llamar a Mateo, Cristo agrega un publicano al grupo de sus discípulos. Los publicanos tenían mala reputación, eran mirados por los judíos fervientes como pecadores públicos con quienes habrían que evitar todo trato.
El caso de María Goretti se extendió por todo el mundo. En 1947, el Papa Pío XII la beatificó y en 1950 la canonizó. En la ceremonia estuvieron presentes su madre, de 82 años, dos hermanas y un hermano. Y, aunque parezca increíble, también asistió Alejandro, el arrepentido asesino de la santa.
Al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: «Sígueme». Él se levantó y le siguió. Y sucedió que estando Él a la mesa en casa de Mateo, vinieron muchos publicanos y pecadores, y estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos.
San Antonio María Zaccaria, presbítero, fundador de la Congregación de los Clérigos Regulares de San Pablo o Barnabitas, para la reforma de las costumbres de los fieles cristianos, y que voló al encuentro del Salvador en Cremona, ciudad de la Lombardía (1539).
San Antonio María Zaccaria, presbítero, fundador de la Congregación de los Clérigos Regulares de San Pablo o Barnabitas, para la reforma de las costumbres de los fieles cristianos, y que voló al encuentro del Salvador en Cremona, ciudad de la Lombardía (1539).
Jesús pasó a la otra orilla y vino a su ciudad. En esto le trajeron un paralítico postrado en una camilla. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: «¡Animo!, hijo, tus pecados te son perdonados». Pero he aquí que algunos escribas dijeron para sí: «Éste está blasfemando».
La curiosidad aumenta progresivamente. Buscamos noticias, navegamos en internet. Una página nos lleva a otra. El tiempo pasa. No parece suficiente lo que hemos encontrado. Seguimos indagando.
Santa Isabel, reina de Portugal, admirable por su desvelo en conseguir que reyes enfrentados hiciesen las paces y por su caridad en favor de los pobres. Muerto su esposo, el rey Dionisio, abrazó la vida religiosa en el monasterio de monjas de la Tercera Orden de las Clarisas de Estremoz.
"Era esa la ocasión propicia para presentar en público una suma de las enseñanzas que la Esposa de Cristo, a lo largo de los siglos, habrá de guardar, defender y anunciar a todos los pueblos. Es lo que Nuestro Señor hará en el Sermón de la Montaña, verdadera síntesis del Evangelio."
Viuda, rica y sola, aquella señora sin hijos pero rodeada de suficiente servidumbre en su mansión, sintió un día que su enfermedad y depresión requería alguien que le diera más que formal y simple atención diaria, verdadera dedicación, trato cordial y cuidados afectuosos.
Las tres lecturas de este domingo nos presentan un panorama nada halagüeño y consolador: la incredulidad y la testarudez de tantos ante el mensaje de Cristo.
Fiesta de santo Tomás, apóstol, quien, al anunciarle los otros discípulos que Jesús había resucitado, no lo creyó, pero cuando Jesús le mostró su costado traspasado por la lanza y le dijo que pusiera su mano en él, exclamó: «Señor mío y Dios mío».
¿Qué pensamos de Santo Tomás? ¿Nos sentimos identificados con él? Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros».
Existe un axioma que dice: Los católicos romanos tienden a adorar a María, mientras que los protestantes y los evangélicos tienden a ignorar a María. Ninguna de las dos tendencias es la ideal.
La historia de la Iglesia, a lo largo de los siglos, ha estado acompañada por esas palabras. Miles y miles de hermanos nuestros, en tantos lugares del planeta, han sido odiados y perseguidos porque antes odiaron y persiguieron a Cristo.
«Abogado santo, predilecto de María, excelente confesor y predicador además de pacificador. Patrón de la localidad italiana de Lecce, donde fue considerado otro Felipe Neri» .
En aquel tiempo, viéndose Jesús rodeado de la muchedumbre, mandó pasar a la otra orilla. Y un escriba se acercó y le dijo: «Maestro, te seguiré adondequiera que vayas». Dícele Jesús: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza».
Se aglomeró junto a Jesús mucha gente; Él estaba a la orilla del mar. Llega uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle, cae a sus pies, y le suplica con insistencia diciendo: «Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva».
En Cafarnaúm, se le acercó un centurión y le rogó diciendo: «Señor, mi criado yace en casa paralítico con terribles sufrimientos». Dícele Jesús: «Yo iré a curarle». Replicó el centurión: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano».