MENSAJERÍA
La tiranía de la curiosidad
La curiosidad aumenta progresivamente. Buscamos noticias, navegamos en internet. Una página nos lleva a otra. El tiempo pasa. No parece suficiente lo que hemos encontrado. Seguimos indagando.
La curiosidad aumenta progresivamente. Buscamos noticias, navegamos en internet. Una página nos lleva a otra. El tiempo pasa. No parece suficiente lo que hemos encontrado. Seguimos indagando.
Santa Isabel, reina de Portugal, admirable por su desvelo en conseguir que reyes enfrentados hiciesen las paces y por su caridad en favor de los pobres. Muerto su esposo, el rey Dionisio, abrazó la vida religiosa en el monasterio de monjas de la Tercera Orden de las Clarisas de Estremoz.
En aquel tiempo, al llegar Jesús a la otra orilla, a la región de los gadarenos, vinieron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, y tan furiosos que nadie era capaz de pasar por aquel camino. Y se pusieron a gritar: «¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios?.»
"Era esa la ocasión propicia para presentar en público una suma de las enseñanzas que la Esposa de Cristo, a lo largo de los siglos, habrá de guardar, defender y anunciar a todos los pueblos. Es lo que Nuestro Señor hará en el Sermón de la Montaña, verdadera síntesis del Evangelio."
Viuda, rica y sola, aquella señora sin hijos pero rodeada de suficiente servidumbre en su mansión, sintió un día que su enfermedad y depresión requería alguien que le diera más que formal y simple atención diaria, verdadera dedicación, trato cordial y cuidados afectuosos.
Las tres lecturas de este domingo nos presentan un panorama nada halagüeño y consolador: la incredulidad y la testarudez de tantos ante el mensaje de Cristo.
Fiesta de santo Tomás, apóstol, quien, al anunciarle los otros discípulos que Jesús había resucitado, no lo creyó, pero cuando Jesús le mostró su costado traspasado por la lanza y le dijo que pusiera su mano en él, exclamó: «Señor mío y Dios mío».
¿Qué pensamos de Santo Tomás? ¿Nos sentimos identificados con él? Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros».
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré».
Existe un axioma que dice: Los católicos romanos tienden a adorar a María, mientras que los protestantes y los evangélicos tienden a ignorar a María. Ninguna de las dos tendencias es la ideal.
La historia de la Iglesia, a lo largo de los siglos, ha estado acompañada por esas palabras. Miles y miles de hermanos nuestros, en tantos lugares del planeta, han sido odiados y perseguidos porque antes odiaron y persiguieron a Cristo.
«Abogado santo, predilecto de María, excelente confesor y predicador además de pacificador. Patrón de la localidad italiana de Lecce, donde fue considerado otro Felipe Neri» .
En aquel tiempo, viéndose Jesús rodeado de la muchedumbre, mandó pasar a la otra orilla. Y un escriba se acercó y le dijo: «Maestro, te seguiré adondequiera que vayas». Dícele Jesús: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza».
En Cafarnaúm, se le acercó un centurión y le rogó diciendo: «Señor, mi criado yace en casa paralítico con terribles sufrimientos». Dícele Jesús: «Yo iré a curarle». Replicó el centurión: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano».
El famoso internado británico Summerhill, escuela que ha sido el buque insignia de la educación tolerante y anti-autoritaria, ha sido noticia a lo largo de estos últimos años por sus repetidas amenazas de cierre debido al bajo rendimiento de su escasísimo alumnado.
Bien, yo no digo que tener la verdad suponga instintos homicidas, pero la historia nos enseña que los hombres que pensaban que siempre tenían razón han sido causantes de guerras, persecuciones, esclavitud, racismo y otras muchas desgracias.
Tan atrás como en el siglo cuarto se celebraba una fiesta en memoria de los Santos Pedro y Pablo en el mismo día, aunque el día no era el mismo en Oriente que en Roma.
«¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?». Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Díceles Él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?». Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo».
Tú has sido mi copiloto durante los largos trayectos en automóvil llevando y trayendo niños, gracias a ti he aprendido junto con psicólogos, médicos, economistas, etc. sobre muchas cosas que me han resultado útiles o simplemente interesantes.
Tres personas iban caminando por una vereda de un bosque: un sabio con fama de hacer milagros, un poderoso terrateniente del lugar y, un poco atrás de ellos y escuchando la conversación, iba un joven estudiante, alumno del sabio.