MENSAJERÍA
¿A qué se debe tanta testarudez ante el mensaje de Cristo?"
Las tres lecturas de este domingo nos presentan un panorama nada halagüeño y consolador: la incredulidad y la testarudez de tantos ante el mensaje de Cristo.
Las tres lecturas de este domingo nos presentan un panorama nada halagüeño y consolador: la incredulidad y la testarudez de tantos ante el mensaje de Cristo.
Fiesta de santo Tomás, apóstol, quien, al anunciarle los otros discípulos que Jesús había resucitado, no lo creyó, pero cuando Jesús le mostró su costado traspasado por la lanza y le dijo que pusiera su mano en él, exclamó: «Señor mío y Dios mío».
¿Qué pensamos de Santo Tomás? ¿Nos sentimos identificados con él? Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros».
Existe un axioma que dice: Los católicos romanos tienden a adorar a María, mientras que los protestantes y los evangélicos tienden a ignorar a María. Ninguna de las dos tendencias es la ideal.
La historia de la Iglesia, a lo largo de los siglos, ha estado acompañada por esas palabras. Miles y miles de hermanos nuestros, en tantos lugares del planeta, han sido odiados y perseguidos porque antes odiaron y persiguieron a Cristo.
«Abogado santo, predilecto de María, excelente confesor y predicador además de pacificador. Patrón de la localidad italiana de Lecce, donde fue considerado otro Felipe Neri» .
En aquel tiempo, viéndose Jesús rodeado de la muchedumbre, mandó pasar a la otra orilla. Y un escriba se acercó y le dijo: «Maestro, te seguiré adondequiera que vayas». Dícele Jesús: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza».
Se aglomeró junto a Jesús mucha gente; Él estaba a la orilla del mar. Llega uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle, cae a sus pies, y le suplica con insistencia diciendo: «Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva».
En Cafarnaúm, se le acercó un centurión y le rogó diciendo: «Señor, mi criado yace en casa paralítico con terribles sufrimientos». Dícele Jesús: «Yo iré a curarle». Replicó el centurión: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano».
El famoso internado británico Summerhill, escuela que ha sido el buque insignia de la educación tolerante y anti-autoritaria, ha sido noticia a lo largo de estos últimos años por sus repetidas amenazas de cierre debido al bajo rendimiento de su escasísimo alumnado.
Bien, yo no digo que tener la verdad suponga instintos homicidas, pero la historia nos enseña que los hombres que pensaban que siempre tenían razón han sido causantes de guerras, persecuciones, esclavitud, racismo y otras muchas desgracias.
Tan atrás como en el siglo cuarto se celebraba una fiesta en memoria de los Santos Pedro y Pablo en el mismo día, aunque el día no era el mismo en Oriente que en Roma.
«¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?». Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Díceles Él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?». Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo».
Tú has sido mi copiloto durante los largos trayectos en automóvil llevando y trayendo niños, gracias a ti he aprendido junto con psicólogos, médicos, economistas, etc. sobre muchas cosas que me han resultado útiles o simplemente interesantes.
Tres personas iban caminando por una vereda de un bosque: un sabio con fama de hacer milagros, un poderoso terrateniente del lugar y, un poco atrás de ellos y escuchando la conversación, iba un joven estudiante, alumno del sabio.
Caminaba por la calle a hora punta. Me sobresaltó el estruendo de una moto de gran cilindrada que se detenía junto a mí. Una figura con traje negro, salpicado de remaches, me espetó, mientras se quitaba el casco a toda prisa
Memoria de san Ireneo, obispo, que, como atestigua san Jerónimo, de niño fue discípulo de san Policarpo de Esmirna y custodió con fidelidad la memoria de los tiempos apostólicos. Ordenado presbítero en Lyon, fue el sucesor del obispo san Potino.
Muchos me dirán aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?'. Y entonces les declararé: ¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!'».
«Custodio de la exactitud, gran exégeta. Luchó contra las herejías, especialmente contra Nestorio, dando a María el título de Madre de Dios, proclamado por el concilio de Éfeso. Es venerado tanto en Oriente como en Occidente»
«Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con disfraces de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así, todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos».