Reportajes
No, las camas de la Villa Olímpica que viste en redes sociales no son ‘antisexo’
Los competidores que llegan a los Juegos Olímpicos de Tokio han descubierto algo inusual en las camas de la villa de los atletas: están hechas de cartón.
Los competidores que llegan a los Juegos Olímpicos de Tokio han descubierto algo inusual en las camas de la villa de los atletas: están hechas de cartón.
Mientras los equipos de búsqueda escarban en la pila de concreto y metal tras el derrumbe del 24 de junio, recogen y catalogan los numerosos objetos personales que se encuentran en el camino, una tarea titánica con pocos precedentes locales que ha requerido creatividad, logística y mucho trabajo.
El desastroso derrumbe del edificio de 13 plantas en las primeras horas del 24 de junio puso fin a esas esperanzas, y desde entonces ha consumido a personas de toda la zona metropolitana de Miami, muchas de las cuales viven, han vivido o conocen a alguien en un condominio frente a la playa.
Una pareja bajo un árbol juntaba sus caras, girando hacia un lado y otro para hacerse selfis. A pocos metros, dos cuerpos se entrelazan en el suelo, con las cabeza ocultas por una camisa de franela. Otros dos yacían uno al lado del otro, contemplando las ramas y hojas de un frondoso árbol.
El mismo auge en la economía de los creadores ha renovado el interés de los capitalistas de riesgo en las redes sociales, pues durante años pensaron que los advenedizos aportaban poco ya que empresas de la talla de Facebook y Snap (propietaria de Snapchat) estaban acaparando todo el mercado.
El famoso lema olímpico, traducido del latín, es “más rápido, más alto, más fuerte”. A los juegos de Tokio, que comenzarán con la ceremonia de inauguración del 23 de julio, deberíamos agregarle una cuarta exhortación: más silencioso.
Agregó que tampoco le convence la idea de que la gente trabaje desde cualquier punto del país. Si alguien quiere ganar un sueldo de Nueva York, afirmó, debe vivir en Nueva York. Los CEOs de JPMorgan Chase y Goldman Sachs han hecho comentarios similares, desatando fuertes debates.
El ruido de audios, avisos del móvil, videos, voces superpuestas grabando en WhatsApp, el del tráfico, va conquistando todos los espacios de nuestra vida como una plaga. Pero a este ruido físico, ambiental, que se mide en decibeles, hay que sumar el ruido conceptual de ventanas, aplicaciones...
La familia Lopez — Alfredo tiene 61 años, su esposa Marian 67 — vive en el lado de la calle del edificio, que está parcialmente intacto, pero cuando abrió la puerta del apartamento la mitad del edificio se había desplomado. Un pedazo del suelo de metro y medioapenas dejaba espacio para escapar.
Se supo que un inspector municipal que realizó varias inspecciones durante la demolición fue Ross Prieto, jefe principal de edificaciones en Surfside, Florida, que le dijo a los habitantes de la torre Champlain Towers South que su edificio parecía sólido casi tres años antes del mortal colapso.
Su hermana mayor, Livia, también se puso en marcha. Estaba en Australia, viajando, descubriéndose a sí misma, cuando surgió el virus. Repatriada en un vuelo del gobierno, tuvo que regresar a su casa, a compartir una habitación con Anaïs Fue allí donde la muchacha de 23 años empezó a rehacer su vida
No es solamente el temor de otra pandemia. Para Freddie Golden, un joven de 17 años en Chicago, el estado del mundo es abrumador de muchas maneras. Como joven negro, vio con gran pesar las noticias el año pasado de la muerte de George Floyd y de otros a manos de la policía.
La lucha de un David hispano de Florida, Orlando Capote, contra el Goliath de un megaproyecto de construcción comercial en la ciudad de Coral Gables (aledaña a Miami) que asedia la pequeña casa en que vive y se resiste a abandonar ha saltado a los medios y redes sociales.
La asociación de condóminos fijó el costo total de reparación y restauración en 16,2 millones de dólares, tomando en cuenta elementos añadidos desde la inspección de Morabito de 2018, que se sufragaría en parte con unos 707,000 dólares que la asociación tenía en efectivo.
El lunes, sobre la montaña lúgubre de escombros y concreto destrozado, algunos de los mejores equipos de rescate del mundo hacían túneles y excavaban, a veces con las manos, con la esperanza de encontrar indicios de sobrevivientes.
Los Juegos Olímpicos siempre han sido un asunto de números. Después de todo, el lema Citius, Altius, Fortius —más rápido, más alto, más fuerte— no significa mucho sin segundos, metros y kilos. ¿Qué tan rápido? ¿Qué tan alto? ¿Qué tan fuerte?
Como millones de estadounidenses, Kevin se vacunó contra la COVID-19 en marzo para protegerse. Pero el martes después de visitar los bares con amigos durante un lluvioso fin de semana del Día de los Caídos en Provincetown, Massachusetts, le goteaba la nariz y tenía algo de congestión.
Para su enorme círculo de amigos y familiares, Jesse Ruby era la persona a la que podían recurrir. Era el padre que dejaba todo y conducía hasta el otro lado de la ciudad si sus hijos necesitaban que fuera a recogerlos. Era el primo que pasó fines de semana ayudando a sus parientes a mudarse.
Moncrieffe dice que de entrada le pregunta al cliente qué bebe normalmente. Si bebe bebidas blancas, le recomienda el blanco; a los que beben bourbon o whisky, el reposado, y si la bebida preferida es el cognac, les da algo más complejo, como el añejo o el extra añejo.
La encuesta señala que más de la mitad de la población se ha visto obligada a salir a trabajar cuando se recomendaba confinamiento, porque no tenían ayudas económicas que pudieran sustituir el rendimiento de su oficio, mientras que el gasto en salud ha aumentado un 5,8%.