VALORES MORALES
La indignación moral
La indignación moral es la antítesis de la moralidad. No obstante, en nuestro mundo hoy está presente y racionalizada en todas partes en nombre de Dios y la verdad.
La indignación moral es la antítesis de la moralidad. No obstante, en nuestro mundo hoy está presente y racionalizada en todas partes en nombre de Dios y la verdad.
Diversas voces piden y reclaman una mayor presencia de los jóvenes, o de las mujeres, o de las minorías, o del pluralismo, en las religiones de nuestro tiempo.
«Ofreció su vida por la unidad de los cristianos. Esta religiosa trapense falleció a los 25 años, consumando su afán victimal que, según recordó, no se halla en la consecución de grandes obras, sino en la ofrenda total del propio yo».
En aquel tiempo, Jesús habló así: «En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que escala por otro lado, ése es un ladrón y un salteador; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el portero, y las ovejas escuchan su voz»
En aquel tiempo, muchos de sus discípulos, al oírle, dijeron: «Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?». Pero sabiendo Jesús en su interior que sus discípulos murmuraban por esto, les dijo: «¿Esto os escandaliza? ¿Y cuando veáis al Hijo del hombre subir adonde estaba antes?.
El amanecer acompaña la presencia de Jesús en la orilla y el dato de la luz nos introduce en una situación nueva: comienza el día, se escucha una palabra y la red desborda de peces. La luz llega a los ojos de Juan y le hace salir de Id oscuridad y entrar en el reconocimiento: «¡Es el Señor!»
San Juan Bautista, que llevaba una vida de oración y penitencia en el desierto, inspirado por Dios dejó su retiro y comenzó a predicar por toda la región del Río Jordán. Se estaba cumpliendo así la profecía de Malaquías: "Voy a mandar mi mensajero a preparar mi camino"
Cuanto solo tiene nueve años, consigue el permiso familiar para vestir el escapulario de "saco" de las monjas de un convento de Montepulciano que recibían este nombre precisamente por el pobre estilo de su ropa.
Los judíos se pusieron a discutir entre sí y decían: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?». Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna...»
Una verdadera apologética -creo yo- necesita el detalle de ser personal. Así pues, aquí están mis propias razones por las que yo sigo creyendo en Dios a pesar del agnosticismo de nuestro mundo demasiado adulto y a pesar de las noches oscuras que a veces me acosan.
Muchas teorías e interpretaciones, del pasado y del presente, buscan responder. Unos hablan de un progreso continuo. Otros anuncian la llegada de catástrofes.
San Elfego ingresó muy joven en el monasterio de Deerhurst, en Gloucestershire. Más tarde se retiró a la soledad, cerca de Bath y llegó a ser abad del monasterio de Bath, fundado por segunda vez por san Dunstano.
«Una sencilla vida de entrega, colmada del amor de Dios, signó el acontecer de este virtuoso limosnero que vio premiada su entrega indeclinable con dones como milagros, bilocación, profecía, y multiplicación de alimentos, entre otros».
En los sacros coloquios con sus padres, Nuestro Señor, habiendo alcanzado veinticinco años de edad, trató también con ellos de la lucha entre la luz y las tinieblas.
Un verdadero amigo es ciertamente un tesoro, porque pocas cosas en el mundo tienen tanto valor y pueden ser tan estimadas y buscadas. Pero también indudablemente es un tesoro por su escasez, y la extrema dificultad de hallarlo.
«El lirio de los Mohawks, una valiente indígena que contravino las leyes de su tribu consagrándose a Dios por entero sin temor a perder la vida. Comparte con san Francisco de Asís el patronazgo de la naturaleza y de la ecología»
«En verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado. Obrad, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre».
Hoy, el Evangelio todavía nos sitúa en el domingo de la resurrección, cuando los dos de Emaús regresan a Jerusalén y, allí, mientras unos y otros cuentan que el Señor se les ha aparecido, el mismo Resucitado se les presenta. Pero su presencia es desconcertante. Por un lado provoca espanto.
Escuchaba por estos días en la radio uno de los programas noticiosos y de opinión más reputados de mi país, que hacía un break' en sus informes para hablar de una conferencia que en los días siguientes daría un médico sobre el poder de curación de la mente, o algo similar.
No aparcar en doble fila. No comer sin lavarse antes las manos. Entregar a tiempo la declaración sobre la renta. Tener al día el seguro para el coche. Leer un documento antes de inscribirse en una página de Internet.